No se equivoca: Quien no hace nada
“Admiro a los dirigentes de los clubes, sin importarme lo más mínimo quiénes sean. Los admiro aunque piensen exactamente al revés y propongan las soluciones contrarias a las mías”
Hay clubes de todos los tamaños y para todas las actividades deportivas, culturales y sociales, desde una biblioteca hasta un polígono de tiro. Algunos son eminentemente deportivos, otros son más sociales. Unos pocos son futboleros, pero la mayoría son clubes de barrio tanto o más antiguos que los grandes, pero el destino llevó a unos a ser populares y a otros a quedarse donde siempre están.
Los hay ricos y pobres y todo depende de la gestión de sus comisiones directivas. Y está claro que hablo de los que son entidades sin fines de lucro y no de las empresas disfrazadas de club ni de los gánsteres de la gerontocracia del fútbol asociado.
Todos los deportes son maestros de vida. Además de educar el físico y de tenerlo en forma, enseñan a convivir, a superarse, a perseverar y a compartir. Es más que evidente su misión de contención de los jóvenes, que son los que más disfrutan de los deportes y de la competencia individual y en equipo, pero de tanto hablar de los jóvenes nos solemos olvidar de que los clubes contienen a muchos adultos y también a los abuelos y ancianos necesitados de deportes a su medida y, sobre todo, de compañía y de charlar largo con los amigos. Además son una extensión de la familia y el ámbito natural de amistades para toda la vida.
No solo sirven a los socios: hay infinidad de no socios que los aprovechan, a veces pagando la entrada y otras de puro colados. Algunos becan a quienes se atreven a los deportes y no tienen dinero para pagar la cuota y todos cuidan a sus valores sin importar su origen o su billetera porque lo que importa es que se pongan la camiseta en todos los sentidos de la expresión.
Admiro a los dirigentes de los clubes, sin importarme lo más mínimo quiénes sean. Los admiro aunque piensen exactamente al revés y propongan las soluciones contrarias a las mías y también los admiro por su dedicación desinteresada a los demás. Habrá alguna excepción que todavía no conozco, pero hasta ahora todos los que sí conozco son buena gente que se mete en líos terribles con la única ambición de mejorar las cosas para los socios, pero como resulta que es imposible agradar a todos, se ligan los reproches de unos cuantos, a veces por envidiosos, otras por susceptibles y la mayoría de las veces por molestar nomás, que así somos los humanos.
La mayoría de los directivos hacen su tarea robándole tiempo a sus familias y al trabajo que les da de comer, lo hacen sin cobrar un centavo y muchas veces tienen que poner de su propia billetera. Para colmo reciben las críticas de los socios descontentos, de los susceptibles, de los envidiosos y de los que tienen ideas geniales, pero justo cuando no están en la comisión directiva…
Le recomiendo que alguna vez agradezca a los directivos de su club su dedicación desinteresada y les pondere las mejoras, aunque sean mínimas. Además se merecen toda nuestra comprensión cuando se equivocan, entre otras cosas porque el que nunca se equivoca es el que no hace nada. (O)