Su mayor herencia

12 de Agosto de 2018
  • La exhibición es obra de Johnny Czarninski con el propósito de trasladar la memoria familiar a sus descendientes. Foto: Víctor Álvarez.
  • El museo es de acceso restringido, solo abierto previa invitación de la familia Czarninski. Foto: Cortesía
  • Esta torá fue traída por su abuelo Jacobo Czarninski. Fue escrita a mano a mediados del siglo XVIII sobre piel de animal, quizás vacuno. Foto: Víctor Álvarez.
  • Mensaje manuscrito en alemán de Ruth Baier para su esposo, Alfredo Czarninski. Foto: Moisés Pinchevsky.
  • Traducción del mensaje de amor de Ruth para Alfredo. Foto: Moisés Pinchevsky.
  • Panel en el museo que explica la llegada de Alfredo Czarninski a Ecuador. Foto: Moisés Pinchevsky.
  • Detalles de la vida de Ruth Baier. Foto: Moisés Pinchevsky.
Moisés Pinchevsky

El empresario Johnny Czarninski ha creado un museo privado que transmite el legado de su familia.

El museo Alfredo Czarninski tiene valiosos objetos históricos, como una torá del siglo XVIII manuscrita en hebreo, que perteneció a su abuelo; sin embargo, Johnny Czarninski Baier considera que la pieza con mayor valor para él es una hoja de papel en la que su mamá, Ruth Baier, le escribió la siguiente nota a su papá: “A mi amado Alfredo como un pequeño recuerdo del día en que nos prometimos amor eterno. Tu Ruth. Malecón, noviembre 2 de 1946, 11:45 p.m.”. Luce a puño y letra en alemán, pero traducida al español junto a una pequeña foto de la pareja.

Ese objeto es parte de una historia que el empresario guayaquileño (primer Czarninski nacido en el Ecuador) muestra en este museo dedicado a aquello que considera su mayor tesoro: su familia. “Este museo es para mis hijos, para mis nietos y para las futuras generaciones, para que conozcan cómo mis padres vinieron al Ecuador”.

Su hogar en Guayaquil

El museo Alfredo Czarninski se ubica en el tercer piso de la matriz de Corporación El Rosado, en 9 de Octubre y Boyacá, en el mismo espacio donde residían sus padres, ambos inmigrantes alemanes judíos.

La narrativa comienza contando que la familia Czarninski proviene del pueblo de Prostken, de la antigua región alemana de Prusia Oriental, en la frontera con Polonia. Mientras, la familia Baier viene del poblado de Papenburg, noreste de Alemania, cerca de la frontera con Holanda.

La persecución nazi provocó la migración judía hacia diversos países, entre ellos Ecuador. El 25 de noviembre de 1936, Alfredo Czarninski llegó en el barco Reina del Pacífico al puerto de La Libertad, tras lo cual se trasladó a Guayaquil. Tenía 19 años de edad. “Mi papá se enamoró de Guayaquil. Aunque era una ciudad difícil por el calor, por la humedad (…). Mi papá me contaba que la gente caminaba por la calle y se desmayada debido a la fiebre amarilla o el paludismo”.

Dos años después, Alfredo era dueño de la pastelería Salón El Rosado, que luego de algunos años se convirtió en Restaurante El Rosado, popular centro de reuniones culturales y sociales ubicado en la avenida 9 de Octubre, entre García Avilés y Boyacá. Años después adquirió, justo al frente, los terrenos donde comenzó la cadena Mi Comisariato.

Ruth Baier era una enfermera que residió durante ocho años en Inglaterra, donde en la Segunda Guerra Mundial brindó atención en un hospital de Londres, ciudad que sufrió bombardeos. En 1946 viajó a Guayaquil para visitar a sus padres y hermanos. “Mi mamá dice que mi papá se la levantó, pero esa nota escrita a mano indica que ella también estaba muy enamorada de él”, dice Johnny mientras recorre las diversas salas del museo.

Historias personales

Alfredo (1916-2003) y Ruth (1923-2013) tuvieron tres hijos: Johnny (1947), Vivian (1952) y Danny (1957). “Y si estuvieran vivos, hoy tendrían 18 bisnietos”, señala Johnny como detalle vital de esa historia narrada en esta exhibición, que incluye líneas de tiempo con los hechos más trascendentales de la familia (como nacimientos, casamientos y fallecimientos), fotografías, una gran biblioteca y un espacio para arte.

Este recorrido le permite señalar una antigua radio que usaban para escuchar música en la casa que tenían en Playas, una mesa hecha con un grueso tronco de madera que perteneció a sus padres y el primer escudo que recibieron del Gobierno de Israel como cónsules de esa nación.

Todo está explicado en los muros y vitrinas de este museo, porque las realidades íntimas del alma merecen ser transmitidas a los corazones conectados a esa profunda sensibilidad. Quizás cada pieza de este museo funciona también como aquel sincero mensaje de amor que Ruth le escribió a Alfredo hace 72 años.

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