Culpa de los gliptodontes

Por Gonzalo Peltzer
19 de Noviembre de 2017

Debe ser un instinto ancestral de los argentinos. Quizá quedó en los genes de los patagones el miedo a los gliptodontes (especie de armadillo gigante) que campaban en la pampa hace 200.000 años. O el mareo hereditario de los que se bajaron de los barcos para mestizarse con las hijas de los guaraníes y charrúas...

Está probado que los argentinos no podemos vivir sin vías de escape. Padecemos una ansiedad por escapar de la gente que nos pone locos. Lo digo de los argentinos porque los conozco un poco más, pero tenga cuidado que quizá lo hayamos contagiado a otros países del continente a través de embajadores dicharacheros.

En cualquier pueblo más o menos civilizado, los que llegan primero a una reunión eligen los lugares y los que llegan después se quedan con lo que hay. Si es un cine, un aula de clases, un teatro o una iglesia, el lugar que primero debería ocuparse es adelante y al medio, desde donde también se ve mejor o se aprende más... porque los que llegan antes casi siempre lo hacen para conseguir como premio los mejores lugares y no para quedarse con los peores.

Y como es lógico cuando van a una reunión a la que asiste mucha gente, los educados del planeta llegan puntuales, usan el baño antes de entrar en la sala y se van tranquilos después de que termina la función. Como fueron a eso y quizá pagaron para asistir, ocupan su tiempo asistiendo y no zangoloteando todo el tiempo y de acá para allá como bola sin manija.

En la Argentina no: si mira con un dron un teatro, una iglesia, un cine, un aula de clases… va a ver que no hay nadie en las filas de adelante y las cabecitas dibujan el contorno de una campana vacía, más ancha en la fila uno y más estrecha en la zona central.

Es porque la gente que llega primero se sienta en las butacas más cercanas al pasillo, los que vienen después pasan por encima de ellos, y los siguientes por encima de dos filas hasta que es imposible pasar por encima de cuatro o cinco, así que quedan vacíos los lugares de adelante y el centro, aunque sean los mejores. Los que llegan después se van agolpando en el fondo, parados porque prefieren eso a la pirueta por encima de sus congéneres (que tampoco se quejan mucho porque todos padecen la misma tara). Los grupos humanos: la multitud, el público, la manifestación, el plantón... son focus groups gratuitos de nuestra inteligencia colectiva, que es algo así como la suma del coeficiente intelectual de todos los presentes, dividida por la suma de su nivel de educación. Y en la Argentina da fatal.

Hace un par de semanas se realizaron en la Argentina unas pruebas para evaluar el nivel de aprendizaje de los colegios. En algunos de ellos el colectivo humano decidió impedirlo alegando que era un atentado a los más vagos. Igualar para abajo es casi como un símbolo patrio. Y la culpa es de los gliptodontes.(O)

gonzalopeltzer@gmail.com

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