Nuevas revelaciones: Misterios en Minsk

09 de Diciembre de 2012

El 22 de noviembre se recordaron los 49 años de la muerte del presidente estadounidense John F. Kennedy. ¿Cómo fue la vida del asesino en la ex-URSS, su país?

Al final de la Guerra Fría, la KGB, desmoralizada y en busca del favor de los reformistas a favor de Occidente, que en ese tiempo estaban llegando al poder en estados postsoviéticos, abrió brevemente sus expedientes sobre el asesino acusado de John F. Kennedy, Lee Harvey Oswald.

El material era tan íntimo como doloroso leerlo, demostrando inequívocamente que la KGB tenía a Oswald bajo intensa vigilancia, incluso de noche, durante los dos años y medio que él vivió en la Unión Soviética como desertor. “Van a la cama”, asienta una transcripción en un punto dado, con base en el único investigador occidental que lo ha leído, Norman Mailer.

La dependencia tenía una mirilla que daba a la habitación de Oswald aquí, aprovechando el delgado muro entre esta y un apartamento contiguo, donde se sentaba un observador. “No me toques, maldita seas”, dice Oswald después de subir a la cama, en la transcripción fechada en julio de 1961. “No, maldito tú”, dice la esposa, de soltera Marina Prusakova, ahora Marina Oswald Porter y residente de Dallas.

La diminuta mirilla y lente de aumento que hacían posible ese tipo de observación ya desaparecieron largo tiempo atrás. Este verano, también se había perdido el muro que permanecía como recordatorio, de cierta manera, de la presencia de Oswald en Minsk: un vecino lo reconstruyó para insonorizarlo.

Minsk, frondoso y apacible remanso exsoviético, es una ciudad donde diminutas trazas de Oswald permanecen hasta la fecha, quizá como en ninguna otra parte, sino en Dealey Plaza, en Dallas. No durarán por siempre.

Aprovechando las pistas –y en dos casos, recuerdos– que restan, cuatro nuevos libros que abordan el periodo soviético de Oswald fueron a la imprenta en los últimos dos años o están a la espera de ser publicados.

Estos libros analizan una sorprendente riqueza de detalles sobre un misterio central de la vida del asesino acusado. Sureño de un hogar roto, vivió detrás de la Cortina de Hierro tras desertar a los 19 años, en 1959. Oswald regresó a EE.UU. con Marina y su primera hija, June, en 1962.

El entorno de Oswald

Un conocido de Oswald de este periodo, el doctor Ernst Titovets, publicó una memoria en el 2010 describiendo la vieja amistad. Él aún vive en Minsk, donde es investigador especializado en química cerebral. El libro deja en claro que, cuando menos en Minsk, Oswald difícilmente era un tirador solitario: ambos salieron en numerosas citas dobles antes de la llegada de Marina. Pasa por una lista de novias y coqueteos, que mantienen a
Oswald, joven exinfante de marina, ocupado mientras su empleo de no hacer nada en una fábrica de radios no lo logra.

Una universidad de lengua extranjera, la cual sigue funcionando en una calle lateral frente a la plaza Victoria, aproximadamente a cinco minutos caminando desde su apartamento, fue un manantial de jóvenes mujeres de habla inglesa, así como uno de los centros de reunión favoritos.

“Nuestros gustos en chicas diferían marcadamente”, escribe Titovets en la memoria, Oswald, Episodio ruso, publicada en inglés en Bielorrusia. “A Lee le gusta una especie de mujer llamativa, desinhibida y seductora, de amplios pechos y esbelta, pero nunca de tipo atlético”.

De hecho la KGB, sugiere Titovets, con su larga experiencia de usar el sexo a fin de recabar información de inteligencia, puso intencionalmente a Oswald cerca de esta abundancia de mujeres universitarias de habla inglesa, con la esperanza de que la conversación de almohada pudiera revelar su verdadero propósito en la Unión Soviética.

Si estas pistas que ofrece la ciudad, como están, tienen significado, ha sido el de reforzar una conclusión a la que llegaron la mayoría de los investigadores serios, incluido Norman Mailer, quien obtuvo acceso por primera vez a Minsk poco después de la caída de la Unión Soviética: la KGB no tuvo participación alguna en el asesinato. La dependencia estaba tan perpleja como cualquiera por Oswald.

“La KGB entendía mejor que Oswald lo que Oswald quería”, dijo Peter Savodnik, cuyo libro El intruso, está próximo a publicación por Basic Books, programado para coincidir con el 50 aniversario del asesinato del 22 de noviembre del año entrante. “Ellos sabían muy bien que él nunca tuvo nada parecido a una familia real, una madre y un padre que lo amaran. De alguna forma, ellos le dieron un mundo”.

Comparado con la tierra quemada que el asesinato de Kennedy presenta a investigadores en EE.UU., el tiempo de Oswald en Minsk sigue siendo un tema fértil, por ahora, destacó Savodnik.

Mailer lo manejó en su libro de 1995, Cuento de Oswald, basado en el acceso exclusivo otorgado por el primer presidente postsoviético de Bielorrusia, Stanislav S. Shushkevich, quien ordenó a la KGB que abriera el expediente. El libro de Mailer incorporó técnicas de diálogo imaginado similar a ficción, enturbiando la imagen histórica y en algunas opiniones dilapidando lo que resultó ser una oportunidad única para ver el expediente.

Las próximas memorias de Shushkevich, de las cuales habló con este reportero en el vestíbulo de un hotel donde oficiales de Policía vestidos de paisanos estaban sentados a la mesa contigua, incluyen un capítulo sobre Oswald, a quien le enseñó ruso en la fábrica de radios. Él escribió que nunca les permitieron verse solos, reforzando la narrativa de que Oswald difícilmente podría haber sido un agente soviético si la KGB se estaba esforzando tanto por observarlo.

Sin embargo, el autor de uno de los nuevos libros ahora está sugiriendo que el autor de otro –Titovets– es agente de la KGB, alguna vez parte del equipo que observaba a Oswald. Titovets negó lo anterior en una entrevista.

Alexander Lukashuk, reportero de Radio Liberty financiada por Estados Unidos y autor de Rastro de la mariposa, publicado en el 2011, cita la participación de Titovets en la creación de grabaciones de audio de la voz de Oswald, quizá usadas por la KGB para autenticar el acento sureño de Oswald. Titovets ahora está usando estas grabaciones para promover su libro.

La mirilla a la habitación tan solo fue parte del esfuerzo de vigilancia de la KGB. Se instaló un aparato de escucha en el techo de Oswald, han determinado los investigadores; la familia que vive en la planta superior emigró más adelante a Israel, donde algunos integrantes recuerdan que les pidieron marcharse por unos pocos días mientras se hacía este trabajo.

La grabadora de la KGB captó roces maritales de Oswald con Marina, entre otras cosas, con base en los expedientes de la dependencia mostrados a Mailer: “¡Eres un idiota!”, registra la transcripción de Marina en mayo de 1962. “Cállate”, dice Oswald. “Toma al bebé”.

Incluso hoy día, el aislamiento de sonido del apartamento es deficiente. “Cada que veo televisión, mi vecino oye todo”, dijo Eduard K. Sagyndykov, jubilado que se estableció en una casa de una habitación hace una década sin saber quién había vivido ahí antes.

Fuente: The New York Times

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