Su lado más salvaje
Jaime Tamariz regresa a la dramaturgia de la francesa Yasmina Reza. Esta vez con Un dios salvaje, obra que también fue llevada al cine por Roman Polanski.
Llega Jaime Tamariz. Puntual y casi irreconocible. Su aspecto musculoso, su larguísima melena y tupida barba –casi un Jesucristo Superstar– me dejan bastante atónita.
¡Qué capacidad de metamorfosis! En el transcurso de la entrevista me cuenta que al día siguiente tiene sesión de fotos con este look y luego, un corte de pelo radical para conseguir el aspecto ejecutivo que lo convertirá en Alberto, un cínico y exitoso abogado, parte del elenco de Un dios salvaje.
Su entusiasmo contagia. Se lo siente completamente comprometido con su trabajo. Estamos en la oficina de Daemon, la productora teatral creada por Tamariz junto con Denise Nader. Una casita acogedora, al estilo “Hansel y Gretel”, en el corazón de Miraflores. En medio de escritorios llenos de libros y papeles, de utilería por todas partes, nuestra conversación fluye apasionadamente.
Jeannine: ¿Piensas en el público cuando eliges las obras? ¿Tienes algún feeling con el público guayaquileño, ecuatoriano, para elegir las obras?
Jaime: Prefiero ver al público como ese invitado desconocido, misterioso, la cita a ciegas, con el que te vas a encontrar cada noche. Alguien a quien sorprender, alguien con quien dialogar, alguien a quien tengo que escuchar durante la función.
Eso es lo que a mí me gusta del teatro. Yo no voy a sacrificar eso por pensar en una estadística, o tratar de encasillar al público en un perfil.
Jeannine: Es maravilloso eso que dices, porque es alejar el cálculo y entrar al mundo de la magia.
Jaime: Y al mundo del arte, que es donde existe esa tensión, sobre todo en las artes vivas, esa condición del aquí y el ahora, del momento único e irrepetible, del momento efímero pero sumamente poderoso que se comparte con el artista. Ahí radica el verdadero poder del teatro, y eso hay que dejarlo suceder.
Jeannine: Y ahora, hablemos de Un dios salvaje. ¿Cuál es el tema de esta obra a la que muchos analistas presentan como una “comedia negra”?
Jaime: Lo más importante es entender que es una comedia y tiene que funcionar como comedia. Lo que no quiere decir que no sea algo serio o profundo. El error de muchos que trabajan la comedia es tratar de hacerlo chistoso, cuando justamente la comedia radica en lo trágico, lo patético. Lo que me interesa es encontrar en la comedia algo de lo que uno se pueda reír, pero, al mismo tiempo, algo en lo que uno se pueda reconocer, un conflicto humano.
Un dios salvaje retrata el mundo de la paternidad, de la relación de pareja y de cómo, al defender a nuestros hijos, esto termina despertando en nosotros cosas en las que uno no puede reconocerse, pues se desbaratan estos paradigmas que presentamos como civilización. Es una mirada al lado salvaje, dionisiaco, de los seres humanos, donde hay crueldad pero también belleza, y que necesitamos para completar el balance.
Jeannine: ¿Tú no crees que la obra presenta este mundo salvaje, este “cerebro reptiliano” de los humanos, desde una mirada crítica, un poco descorazonada, de cómo no hemos logrado superar nuestra parte animal?
Jaime: Totalmente. Yo creo que es más una crítica a la frustración que sentimos por eso. Los personajes se sienten frustrados por no poder solucionar su problema como adultos, de una forma civilizada. Porque hay algo primario, arcaico, animal, en ellos, que quiere sangre, que quiere ganar.
Jeannine: Para el público que ya vio la película de Polanski, ¿qué papel crees que jugará ese referente cuando vaya a ver tu puesta en escena?
Jaime: Ese es un riesgo que me pasa cuando trabajo con textos de los que hay películas. Ya he hecho algunos. De alguna manera yo cuento con esa mirada, porque yo mismo he visto las películas.
Es un tránsito que siempre me ha interesado, del cine al teatro (también me gustaría hacerlo del teatro al cine).
Hay gente que me ha dicho que es su película favorita, y hay gente a la que no le ha gustado. Siempre habrá de todo. Lo importante es saber si esta obra de teatro tiene vigencia. Y creo que la tiene totalmente.
Jeannine: Ahora, estos personajes, cada uno representa un cierto tipo de ser humano, un cierto carácter. Está el abogado, tu personaje, que es el macho alfa. Está también la esposa de la otra pareja, que es la dominante, anclada en este estatus de la cultura, del arte, que pretende ser superior a los demás. ¿Van a ser reconocibles estos personajes ante el público guayaquileño?
Jaime: Sí, mucho. Está también Miguel, para mí el más cómico. Es un vendedor de menaje del hogar, que ha hecho fortuna y se ha casado bien. Un tipo sencillo que se ve forzado a calzar en los protocolos sociales, a los que no les ve mucho sentido, pero que le van a dar el “caché” que necesita. Luego se termina develando su propia personalidad. Lo bueno es que cada uno presenta una careta al principio, y todas las caretas van cayendo.
Jeannine: ¿Y tu esposa?
Jaime: Irene. Es la típica mujer “aguantona”, que aguanta y aguanta y todo le parece bien, y está tratando de apaciguar las cosas, porque los que generan conflictos somos Verónica y yo, pero hay un momento en que “se le vira la olla” y empieza a decir sus propias verdades.
Jeannine: ¿Y el otro personaje femenino, Verónica? ¿Habrá muchas mujeres que se identifiquen con ella?
Jaime: Sí, totalmente. No solo mujeres, muchos hombres, porque Verónica es una luchadora. Yo creo que tú te vas a identificar un poco con Verónica… (risas). Muchas amigas mías se van a identificar.
Jeannine: (Risas también) ¿Por qué?
Jaime: Porque son mujeres que defienden algo en lo que creen, son militantes de algo. En la sociedad, son la primera fila de la batalla, las que se comen las peleas fuertes.
Jeannine: Hablemos de la producción y de tu equipo de trabajo.
Jaime: La verdad es que estas producciones para mí son un verdadero lujo. Tengo la fortuna de tener grandes amigos allá en España, que confían en mí. Y acá, gente como Luciana Grassi; en el vestuario, Gustavo Moscoso y Ma. Susana Rivadeneira. El equipo de producción de Daemon funciona como un reloj. Es realmente muy satisfactorio, porque han sido muchos años de trabajo para ir creando esto.
Jeannine: Es muy bueno que los teatros coproduzcan las obras. Eso le da mucha seguridad al proyecto.
Jaime: Mi experiencia pasada ha sido alquilando salas. Yo sé que ahora muchos teatros coproducen. Y es muy importante que la coproducción exista, porque los grupos independientes no tenemos la capacidad de asumir proyectos tan grandes, en nuestro caso con un elenco en parte español. Pero eso nos permite hacer una oferta muy buena, que Guayaquil pueda darse el gusto de tener buen teatro.
Los personajes
Verónica Valencia
Un papel que recae sobre la actriz española Iris Arisa. “Verónica es una extranjera afincada en Ecuador desde hace mucho tiempo junto con su esposo; tienen dos hijos y ella es una fiel defensora de las buenas costumbres y la civilidad”, comenta la actriz, quien visita por primera vez Ecuador. “Ella es buena madre, buena esposa, pero arrastra una frustración inconsciente y se convierte en una mujer pasiva-agresiva”.
Para Iris, su mayor reto en este rol han sido los bruscos cambios de ánimo de su personaje. “Me atrajo la idea de interpretar un personaje tan completo y humano”.
Miguel Valencia
Interpretado por el actor español José Burgos, quien ya colaboró con Jaime Tamariz en Arte (2011) y en Frankenstein (2012). “Mi personaje tiene un rol conciliador. A Miguel no le gustan las discusiones o los enfrentamientos, es un tipo que no tiene maldad y lo único que quiere es resolver cuanto antes este conflicto que ha surgido entre los niños”, indica. “Sin embargo, con el transcurrir de la obra, él también se verá envuelto en el enfrentamiento y entonces explotará sacando a la luz sus miedos, sus angustias, sus frustraciones, sus sueños no cumplidos”, agrega.
Irene de Aguirre
La actriz Luciana Grassi fue elegida para este rol. “Ella es una mujer que defiende a su hijo y quiere que su esposo esté junto con ella y que la apoye. Irene cree que la crianza de los hijos es una cuestión de pareja, no algo individual”, explica la actriz de Cock. “Me gustó mucho porque la obra refleja cómo es realmente la sociedad. Aparentamos ser civilizados, pero yo creo que vivimos en una jungla de cemento”.
Álvaro Aguirre
Este rol es asumido por el director y productor de la obra, Jaime Tamariz. “Álvaro es un abogado que trabaja para una farmacéutica multinacional, esposo de Irene”, explica. “Creo que de los cuatro personajes es el que mejor entiende la naturaleza del hombre y se conecta con esa parte salvaje que todos llevamos dentro”, añade. “Una de las cosas más interesantes de la obra será ver que estos padres de familia, supuestos representantes de la sociedad y de quienes se piensa que son seres socialmente correctos, también tienen sus problemas”.
* Máster en cine y catedrática universitaria.