Caballeros relucientes en el MET

06 de Abril de 2014
  • Actores ensayan en la obra Il Combattimento de Tancredi e Clorinda de Monteverdi en el interior del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
  • En el salón de Escultura Medieval del MET, otros artistas practican la ópera No tengo ninguna historia que contar.

En pleno Museo Metropolitano de Arte de Nueva York., el público puede deleitarse de piezas teatrales y de ópera como una forma de fomentar el arte en el famoso museo.

Hicieron una ópera de Haydn sobre un supuesto viaje a la lucha en el Planetario Hayden, una extraña pieza barroca en la que aparece un decadente emperador romano, en un decadente centro nocturno, en el centro de la ciudad, y una ópera de Daniel Catán, ubicada entre plantas venenosas en el jardín botánico de Brooklyn.

Así es que cuando la itinerante Ópera de Cámara Gotham decidió montar Il Combattimento di Tancredi e Clorinda de Monteverdi, una breve obra operística que se centra en la feroz batalla entre dos caballeros, realmente, solo hubo un lugar lógico en Nueva York para hacerlo: la corte de armas y armaduras de Emma y Georgina Bloomberg, en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (MET).

Ahora, después de un año y medio de planeación de Gotham y el MET presentan (un programa de interpretaciones reestructurado por parte del Museo) un clavecín, un pequeño conjunto y un grupo de cantantes, que tomaron sus lugares alrededor de los caballeros montados en la galería, en febrero, para un par de interpretaciones insólitas en un sitio específico.

Unas 200 personas de pie estaban a mano para la breve obra de Monteverdi en la galería de armaduras, antes de caminar hacia el salón de esculturas medievales para presenciar el estreno de la breve ópera de Lembit Beecher, No tengo ninguna historia que contar, una desgarradora acompañante sobre el problemático retorno de la guerra de un soldado.

Montar una ópera en el MET tiene sus complicaciones. Los curadores querían asegurarse de que sus obras de arte estuvieran seguras, así es que cuando el equipo de producción propuso ponerles algo de tierra falsa en el piso de la galería de armaduras, Pierre Terjanian, el curador, pidió ver una muestra para asegurarse de que no representaba ninguna amenaza. Claro que no está permitido tocar las obras de arte. Y guardias escoltaban a la compañía cuando trajeron la escenografía y el vestuario al museo.

“Es una sensación totalmente diferente, estar en la noche”, dijo Robin Guarino, la directora, quien comentó que la experiencia le recordó uno de sus libros favoritos de la infancia, From the Mixed-Up Files of Mrs. Basil E. Frankweiler, sobre un par de niños que exploran el museo al oscurecer. Era poco el tiempo para los ensayos, en especial ahora que el MET está abierto siete días a la semana.

Así es que la compañía tenía ensayos en horario de visitas, una tarde de lunes, y se reunió en el salón de esculturas medievales para las dos obras. Se movió uno de los tesoros del museo, una escultura del siglo XV de la Virgen y el Niño, atribuida a Claus de Werve, para acomodar una rampa de madera de 12,2 metros de largo, cubierta de óxido, utilizada como escenario principal en la ópera de Beecher. Conforme entraban los intérpretes al salón, visitantes sorprendidos apagaban las audioguías, sacaban los teléfonos con cámaras y veían el ensayo.

“Están completamente involucrados”, manifestó Limor Tomer, la nueva gerenta general de conciertos y conferencias del museo, mientras veía a los adolescentes con sudaderas con capucha, padres empujando carriolas y turistas con mochilas chistosas que se detenían a escuchar la música. “¿Y cuántos se darían cuenta de que les gusta Monteverdi? Ninguno”.

Tomer, quien ha estado aceptando programaciones más intrépidas en el MET, echó a andar el engranaje para las óperas cuando aceptó el cargo en el 2011 e hizo una de sus primeras llamadas a Neal Goren, el fundador, director artístico y director de Gotham, cuya obra admiraba. “Dijo: A ver si hay algún espacio –que no sea el auditorio– que te inspire a hacer una ópera”, recordó Goren.

Así es que caminaron por las galerías, y cuando llegaron a la corte de armas y armaduras –donde hay armaduras ceremoniales de Italia de la época de Monteverdi–, ambos estuvieron de acuerdo en que sería el escenario perfecto para Il Combattimento, que se trata de una batalla entre soldados en armadura, uno de los cuales resulta ser una mujer, Clorinda.

La compañía consideró vestir a sus combatientes, Tancredi y Clorinda, con réplicas de armaduras, pero se dieron cuenta de que los cantantes se lastimaban durante las escenas de luchas y no se veían bien junto a las verdaderas. “La armadura real es tan extraordinaria y tan hermosa que no quisimos que se compararan entre sí”, dijo Guarino para explicar que los cantantes usarían cuero.

Tomer indicó que su objetivo en el MET es presentar obras que crean diálogo con el arte del museo; aunque no siempre en forma linear. “Para mí es muy importante, y para los curadores, no tratar a las galerías como telones de fondo bonitos y costosos; eso no es lo que hacemos”, comentó. “Para mí, personalmente, lo menos interesante es hacer lo que llamo adyacencia cronológica: ‘Oh, tenemos una exposición impresionista. Bueno, tocaremos algo de Debussy en la galería’. El reto es cómo participar con las galerías en formas que sean auténticas y significativas, y, literalmente, que hagan brillar una luz nueva sobre los objetos”.

Ópera también

Debido a que la pieza de Monteverdi solo dura 22 minutos, Gotham decidió juntarla con media hora de ópera de cámara que le encargó a Beecher, su compositor residente. Su No tengo ninguna historia que contar se ubica en tiempos modernos, pero usa un conjunto de instrumentos antiguos con un efecto muy diferente. Beecher dijo que lo atrajo al salón de las esculturas medievales no tanto por las piezas en él, sino por su ambiente. “Fueron menos los objetos que la sensación del espacio”, agregó. “La galería de armaduras, donde está Monteverdi, tenía su sensación brillante y exuberante. Y venir aquí, especialmente de noche, es muchísimo más reflexivo”.

Mientras tocaban los músicos, C. Griffith Man, el curador del departamento de Arte Medieval del MET, notó que muchas de las esculturas en el salón provenían de iglesias. “Creo que en el caso de muchas de estas esculturas”, dijo, “la música habría sido parte de su entorno”.

  Deja tu comentario