400 años después: Inmortales visiones de Cervantes
Si hoy Cervantes estuviera vivo, no sería un escritor que mantiene una página web para autopropagandearse y envanecerse. No sabemos todo de la vida del escritor. Pero su inmortal vida está en sus obras.
Miguel de Cervantes (1547-1616), cuyo castellano era hablado con fonética andaluza, pronunciaba Quixote con una consonante palatal, cercana a como suena la che francesa, según Francisco Rico. ¿Pero qué supone, en la actualidad, escuchar a Cervantes? Principalmente, oír su voz es adentrarnos en la profundidad de las historias que escribió para sus contemporáneos, porque en ellas hay una genial lección de cómo la vida y la ficción se funden en las páginas literarias.
Un escritor que vive
Cervantes casi nunca hizo alarde de sus acciones. Solo cuando intentó mejorar su situación económica familiar contó de algunos de sus actos. Por esas peticiones conocemos las opiniones que Cervantes tenía sobre él mismo; por ejemplo, de su innegable valentía en la batalla naval de Lepanto. Como soldado, él va al combate a desafiar la muerte, a pesar de que la fiebre lo tenía disminuido.
Para Rosa Rossi, el miedo es un elemento que forzó el arrojo de quien llegaría a ser un soldado de élite. Lo más absurdo es que, una vez repuesto de las graves heridas que tardaron meses en sanar –recibió tres arcabuzazos, dos en el pecho y uno en la mano izquierda, que quedó inutilizada–, Cervantes sale de Nápoles lleno de ilusiones por instalarse en su país, pero, frente a las costas españolas, cae en manos de aquellos infieles que había combatido con ardor.
Como cautivo en Argel, sus relaciones con el mundo musulmán lo convierten en un no-fundamentalista, pues los cinco años y más que dura su prisión le sirven para aprender a valorar las prácticas culturales que vio en moros y renegados. Sus principales relatos, el Quijote (1605 y 1615) y las Novelas ejemplares (1613), plasmarán una mirada comprensiva sobre los otros diferentes. Jean Canavaggio sostiene que esto hace de Cervantes un autor más cercano, más humano y más verdadero.
Cervantes padece su encierro con una gran fuerza espiritual que lo lleva a intentar, en vano, huir repetidamente de sus captores. Finalmente, con 33 años vuelve a España (en total, sumando su estadía en Italia y su encierro en Argel ha estado alejado del país casi doce años). Al ser su obra de una profunda actualidad, por un lado, se trata de un escritor que aún vive entre nosotros; por otro, esa obra literaria está llena de inmensa experiencia vital. Cervantes ha vivido y está vivo.
Caminante profesional y solitario
Cervantes conoció profundamente varias zonas españolas debido a que trabajó en Andalucía como comisario del rey, primero, y cobrador de impuestos, después. Sus relatos están nutridos de lo que escuchó en incontables caminos polvorientos y posadas donde se alojaban señores y rufianes que dejaban saber sus desaires y dificultades. Y, seguramente, aprovechó el encuentro con otros para hablar de su pasión: los libros, que lo ayudaron a paliar los padecimientos de sus largas estancias fuera de casa.
Cervantes viajó a Esquivias para arreglar la publicación de la obra literaria de un amigo recientemente fallecido. Allí conoció a la joven viuda Catalina de Palacios y fue amor a primera vista; el escritor tenía 37 años y le doblaba en edad a la que haría su esposa. A Cervantes no le interesaba la bohemia literaria madrileña y le hizo bien su estancia en ese pueblo castellano, cuyo ambiente fue central para su escritura: para empezar, un vecino llamado Alonso Quijada, gran lector de libros de caballería; además, en el pueblo moraban hidalgos soñadores y empobrecidos que recordaban las hazañas imperiales. Cervantes no tuvo buenos tamigos entre los literatos, al extremo de no tener a nadie que le compusiera poemas para encabezar sus obras. De esta carencia hizo virtud, pues, bien informado de las teorías literarias, tuvo que inventarse unos prólogos geniales en los que ironizó esos mundillos literarios de autores mezquinos y arrogantes.
De la realidad a la ficción, y viceversa
Cervantes se interesó por hacer una literatura verosímil. Por eso escribió narrativa corta y teatro buscando senderos propios. Lo increíble es que Cervantes obtuvo de su vida cotidiana y profesional el material para sus ficciones. Ambas partes del Quijote se burlan del humanismo decadente que era una mera repetición para completar la educación escolar. Y, haciéndonos creer que publica una obra con tramoya cómica, con el Quijote propone una reflexión estética y ética, pues en él la escritura es también un hecho moral.
El Quijote es la primera novela humorística de la historia de la literatura y no se parece a nada de las modalidades narrativas practicadas hasta entonces. El éxito de la novela fue total y fulgurante; inmediatamente se hicieron varias ediciones, muchas de ellas piratas y traducciones al francés y al inglés. Cervantes –según Jordi Gracia– con el Quijote “inventó el modo de pensar moderno”, en el que las ideas y la meditación existen como ficciones.
Toda la literatura de Cervantes cuestiona la lógica de cualquier poder. Parece un autor antiintelectual, como lo prueban los razonamientos del cura y el canónigo quijotescos. Y se divirtió a costa de los académicos falsos, hipócritas e interesados. Para actuar así necesitó de su gran temple espiritual: un gran valor de Cervantes reside en que trató de comprender y poner en cuestión el mundo en que vivía. Para ello se rio siempre de la presunción de los poderosos.
El perfeccionismo de un humanista
Cervantes fue muy famoso en los últimos diez años de su vida, incluso más allá de España. Su continua reescritura lo muestra como un perfeccionista de la prosa, además de ser muy reflexivo: debió ser un hombre sumamente pensante. Y con su obra narrativa de madurez logró reformular el discurso del humanismo ya que el Quijote pasa de simple obra de humor entretenido a clásico de la literatura universal, y luego es visto como emblema de la nación española.
El Quijote trae un bullicio de voces y una mezcla de perspectivas que elimina la visión única de la realidad. Margit Frenk dice: “Por todas partes nos encontramos con el placer de leer o contar historias y con el gusto que sienten los personajes que las escuchan”. La locura de don Quijote es sostenida y solo parece diluirse por momentos; se dice que muere cuerdo, pero también podemos afirmar que muere loco.
Jorge García López considera a Cervantes “un escritor equilibrado, conocedor de los engaños de la vida”, pues asombró por su carisma, sus convicciones y dejó huellas en quienes lo trataron. Creyente en serio, nunca soltó la ironía e inteligencia que lo caracterizaban. A pocos días de morir, a los 69 años (una edad muy avanzada para la época), lo que más le duele es no poder concluir las novelas que ha empezado y proyectos que ya ha borroneado o que tiene en la cabeza.
Del hombre Cervantes nos ha quedado solo un retrato hablado –en realidad, no tenemos idea de cómo era la cara del escritor, todas las pinturas que hay de él son falsas–. Pero contamos con su obra literaria que, cuatrocientos años después de su muerte, continúa planteando las grandes preguntas de la vida: las más sencillas y las que más asombran. (I)
Toda la literatura de Cervantes cuestiona la lógica de cualquier poder. Parece un autor antiintelectual, como lo prueban los razonamientos del cura y el canónigo quijotescos. Y se divirtió a costa de los académicos falsos, hipócritas e interesados”.