Giovanny Reyes: Restauró el monumento de sus sueños

08 de Diciembre de 2013
Texto y fotos: Jorge Martillo Monserrate

Después de restaurar la Columna de los Próceres, Giovanny Reyes desea continuar con otros monumentos icónicos de Guayaquil.

El 9 de Octubre de 1920 fue inaugurada la Plaza del Centenario con su columna de próceres, monumentos y estatuaria. 93 años después, Giovanny Reyes hizo realidad su sueño: restaurar el monumento más importante de Guayaquil.

Un sábado de septiembre, yo le tomaba fotos a la estatua de la Libertad que unos trabajadores, como trapecistas suicidas, le daban mantenimiento desde lo más alto de un andamio, fue cuando apareció el restaurador Giovanny Reyes Bazurto –guayaquileño de 49 años–, que meses después me contó su historia y los pormenores de intervenir ese monumento que considera la joya de la corona. A los 11 años, en el taller de su padre Antonio Reyes, aprendió las primeras técnicas de restauración.

El maestro Reyes arreglaba antigüedades y obras de arte, especialmente religiosas. De octubre a diciembre, niños Dios; de enero a marzo, todo lo relacionado con la procesión del Cristo del Consuelo; de abril a mayo, lo vinculado con el mes de María. Don Reyes también restauraba antigüedades, estatuas, porcelanas, las imágenes de la Catedral, otras iglesias de Guayaquil y pueblos cercanos.

Ese taller fue su escuela. Aunque su padre murió en 1982, el taller cerró diez años después. Giovanny estudió medicina, pero nunca dejó de investigar y aprender nuevas técnicas. En 1994 formó un equipo de restauradores de arte colonial, porcelana, madera y pan de oro. Hace diez años adquirió el taller Metales Vivientes provisto de maquinaria para arreglar pequeñas estatuas, bronces, lámparas. Ese taller funciona al lado de su tienda Antigüedades, del barrio Orellana –Alejo Lascano y José Mascote–. Manifiesta que para realizar un mejor trabajo trae insumos de Argentina, Colombia, Estados Unidos y Perú.

Comenta que mientras otros restauran a medias para que los objetos regresen al año a sus talleres, él hace lo contrario. “Garantizo la durabilidad de mi trabajo, así me fui preparando para restaurar la Columna de los Próceres, esa era mi meta”, declara.

Una libertad sin luz no es libertad

Este año su empresa Antigüedades ganó el concurso de restauración del ansiado monumento.

El 5 de septiembre armó un andamio, que parecía una torre de caña rolliza sobre la que un equipo de seis especialistas realizó un meticuloso trabajo de mantenimiento y conservación que Reyes planificó ejecutar de arriba hacia abajo, de derecha a izquierda y de norte a sur. Como siguiendo las manecillas de un reloj que los obligaba a culminar esa tarea antes del 9 de octubre. Un trabajo arduo porque la anterior restauración fue en el 2003 cuando lo ideal, según Reyes, debe ser cada dos años.

“Este monumento es el segundo más alto del país después de la Virgen del Panecillo que tiene 27 metros y 60 centímetros de alto y la Columna desde el piso hasta el faro tiene 25 metros y 60 centímetros. Cuando comencé me propuse: Tengo que hacerlo y pasar a la historia”, confiesa.

Trabajaron sobre el metal y el mármol. Todas las placas estaban oscuras, los monumentos deslucidos, la estatua de la Libertad cubierta de polvo y excremento de aves y el faro dañado. Detalla que lavaron la columna con jabón iónico neutro, le dieron lustre con cera cristalina y diversos procedimientos más.

El momento más notorio fue la noche del 30 de septiembre cuando se prendió el faro que la estatua de la Libertad levanta hacia el cielo. “Cuando inicié el trabajo, mi meta era iluminar el faro porque una libertad sin luz no es libertad”, manifiesta. Ese hecho lo registró un fotógrafo de Diario EL UNIVERSO, la foto fue una portada emotiva e histórica que daba cuenta de la noche en que Guayaquil volvía a estar iluminada por la luz que simboliza su libertad.

Cuenta que todos los días la gente pasaba preguntando cuándo iba a estar lista la Columna. Ellos trabajaban todos los días doce horas. “Fuimos concluyendo la obra poco a poco: primero la estatua de la Libertad, luego el capitel, el fuste, el domo, cada prócer y sus placas. Todo iba cobrando vida de nuevo. El 5 de octubre a las dos de la madrugada terminamos, fue cuando le quitamos el plástico que cubría la Columna y el corazón me latía aceleradamente, a las ocho de la mañana cuando abrieron el parque a la luz del día, vi que el trabajo había quedado muy bien”, recuerda mientras lo retrato junto al monumento de sus sueños.

Ahora, Giovanny Reyes desea restaurar los cinco monumentos restantes que también son icónicos de Guayaquil.

 

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