Tango sin fronteras: En La Catedral y en rincones alternativos

27 de Noviembre de 2011
Katherine Villavicencio desde Buenos Aires

La Catedral del Tango es un galpón viejo de madera que alguna vez sirvió como boJunto a la euforia turística por la más tradicional de las expresiones musicales argentinas están los rincones donde parejas de diferentes países se entremezclan con las veneradas milongas de Gardel.

En esta Catedral no se practica religión, pero hay una devoción por el baile; no hay altar, pero sí un escenario donde todos los días una banda en vivo enciende al público con los acordes de guitarra y bandoneón; no hay santos, pero a lo alto un cuadro gigante de Carlos Gardel parece vigilar cada paso que se da en la pista.

La Catedral del Tango es un galpón viejo de madera, con luces tenues y un techo alto como un templo. Alguna vez sirvió como bodega de granos y fábrica de lácteos, pero hoy –convertida en milonga- solo guarda la esencia tanguera de Buenos Aires.

Cada semana, en este espacio under ubicado en el barrio porteño de Almagro, argentinos y extranjeros se dejan seducir por un ritmo que traspasa fronteras. La cita es por tradición los martes a la noche. En el centro de la pista, una rueda de focos de colores ilumina tímidamente el rostro de quienes por primera vez se animan a tomar una clase. Con amigos, compañeros de viaje o solos forman una ronda de la que saltan más de un idioma distinto y carcajadas nerviosas cuando comienzan las primeras instrucciones.

En el centro,  Federico Prado y Valeriana Perelztein, los profesores de esa noche, inician un calentamiento y marcan los pasos básicos de tango para que sean repetidos por los alumnos. Antes piden que se formen parejas entre los presentes así no hayan venido juntos. Pocos se conocen, pero una sonrisa les sirve de enlace.

Los movimientos se imitan con timidez, pero minutos después cada uno olvida que está rodeado de gente extraña y siguen la caminata que Valeriana muestra como paso principal. “El tango es el arte del caminar”, dice ella en voz alta. El círculo da vueltas, se va haciendo más grande con la llegada de otros alumnos hasta convertirse en una pista de baile activa en la que, al menos, se logran las movidas básicas de este baile.

“Nos encargamos de elaborar una técnica que de tal manera sea fácil entender el tango y pueda convertirse en un momento de disfrute para quienes nos visitan acá”, cuenta Federico, músico, profesor de tango y uno de los dueños de La Catedral.

La historia

El lugar empezó hace catorce años con él, Mario Bulacio, Daniel Ranzuglia  y Áxel Mastronardi, cuatro músicos tangueros que recorrían las plazas y las milongas con su ritmo. Después de dictar talleres y clases y cuando buscaban un lugar para vivir encontraron este galpón, que cada martes recibe hasta 500 personas a lo largo de la noche.

Suena la música y el desafío para las decenas de parejas improvisadas empieza con cierta dificultad. Entre pausa y pausa de cada canción se alternan nuevos pasos y también las parejas de baile; algunas dominan mejor el conteo musical; otras no consiguen alternar las piernas ni mantener el ritmo.

La humedad de una calurosa primavera se siente más fuerte con la energía del baile. Desde las pequeñas mesas de madera que rodean la pista, sentados en sillas metálicas o en cajas de cerveza que sirven de asientos, otros turistas se refrescan con una cerveza o comparten un rato ameno entre copas de vino y picadas de queso y aceitunas. Aun de lejos se muestran cautivados con un baile que es en sí mismo parte de la experiencia turística en Argentina.

“Es la primera clase, es una nueva experiencia para mí, no sabía que iba a poder bailar”, dice Danielle Furlong, una inglesa que llegó con su novio, Chris Regan, de vacaciones y decidió tomar la clase. No hablan español pero logran asimilar las instrucciones aunque se les dificulte seguir la secuencia.

A Sina Grogg y Manuel Crameri, una pareja de suizos, les va mejor con los pasos de tango. Ella es bailarina de ballet y danza clásica y en una clase logró tomar ritmo y convencer a su novio de seguir aprendiendo. “Creo que es importante cuando se viaja a Buenos Aires aprenderlo porque es especial de aquí. Para mí el baile es una comunicación que no necesita lenguas y eso ocurre con el tango”, dice ella en un perfecto español.

“El tango es un abrazo, es estar cerca, es una danza de contacto cercana”, dice Federico. En las clases se enseña tango, pero luego una banda en vivo toca también vals y milonga. La diferencia está en los tiempos de la música, por eso los turistas se motivan a aprender las distintas variantes.

Una pasión

Marie Simunec, canadiense de 31 años, no solo quiso aprender todo del tango. Literalmente se enamoró del baile y lo dejó todo. En La Catedral viste tacones, una blusa de tiras y una falda muy sutil, se desplaza alrededor de la pista con elegancia y estilo y baila con más de un bailarín latino esa noche. “No necesitas decir quién eres sino bailar”, expresa convencida.

Con un grupo de amigas llegó a Buenos Aires en diciembre del 2010 mientras hacían un tour por Latinoamérica. Después de experimentar con el tango quiso volver para quedarse. “Regresé a Canadá por tres meses hasta que arreglé mi situación laboral allá y me vine a vivir a Argentina para poder bailar. Mis amigos y familia creyeron que enloquecí cuando decidí dejar todo”, cuenta ella.

Actualmente estudia en la Escuela Argentina de Tango y trabaja como profesora de inglés. Desde que volvió, en julio, Marie concurre casi todas las semanas a lugares como La Catedral del Tango, Maldita Milonga y La Viruta, otras dos milongas que son parte del circuito tanguero que hacen los argentinos amantes del tango y los extranjeros.

En Maldita Milonga, en el barrio de San Telmo, la cita es el miércoles. En un salón más pequeño, pintado de rojo, donde también se imparten clases a los turistas al ritmo de la orquesta El Afronte; en La Viruta, en Palermo Soho, el día de mayor concurrencia son los jueves, aunque desde hace 16 años se imparten clases a diario.

Turistas

Marcelo Bustamante, argentino de 35 años, aprendió a bailar en La Viruta, pero practica de tres a cuatro veces a la semana yendo a varias milongas, entre esas La Catedral y Maldita Milonga. Es uno de los llamados habitúes de este circuito. “Es impresionante ver cuántas chicas sobre todo europeas se enganchan con el tango, he conocido mujeres de Lituania, Francia e Italia que pasan unos días acá y luego prefieren quedarse en Buenos Aires tomando clases, para luego ser profesionales del tango en sus países”.

También los chicos se contagian del tango. Romain Haenni, un suizo que vino de vacaciones a Buenos Aires, tomó clases en La Viruta y en La Catedral y hasta se compró los zapatos para bailar tango y llevarlos a Suiza. Para él fue una experiencia que superó la novedad de conocer una cultura musical.

Los alumnos son en su mayoría europeos (franceses, alemanes, italianos, suizos), pero también hay una creciente ola latinoamericana de brasileños, colombianos y chilenos que van a aprender tango. Cada uno tiene sus ventajas: a los europeos y europeas les es más fácil seguir los pasos que son de caminata y no mover las caderas; los latinos, en cambio, captan más rápido el ritmo, aunque les cueste disociar sus hombros de las caderas.

En las milongas todo empieza con una clase, pero termina en romance, en un affaire con la pista, con los cruces de piernas, con el abrazo que se funde en un solo paso. De ahí la devoción que se genera en La Catedral, de ahí el encanto por Buenos Aires.

Las tanguerías, las milongas y el tango alternativo

Los shows para el turista

Las tanguerías de Buenos Aires ofrecen a los visitantes extranjeros espectáculos con todo su glamour en locales generalmente de alto nivel y con cena incluida.

Entre las principales se encuentran El Viejo Almacén (av. Independencia y Balcarce, San Telmo), considerada la tanguería más tradicional de Buenos Aires; la Esquina Carlos Gardel (Carlos Gardel 3200, Abasto), que es una de las pocas tanguerías ubicadas en el tradicional barrio donde Carlos Gardel creció; La Ventana Tango (Balcarce 431, San Telmo), en pleno corazón de San Telmo y operando en un histórico conventillo restaurado; Señor Tango (av. Vieytes 1655, Barracas), con espectáculos diarios, y El Querandí (Perú 302, Congreso), que es un restaurante tradicional de los años 30, declarado monumento histórico.

También se destacan Michelangelo (Balcarce 433, San Telmo), emplazado en un hermoso edificio del siglo XIX y considerado de alta categoría, mientras que Piazzolla Tango (Florida 165 - San Martín 170, San Telmo), visto como una catedral porteña nacida como respuesta a quienes persiguen el alma musical urbana desde sus comienzos hasta la saga renovadora del argentino Ástor Piazzolla (1921-1992), quien revolucionó el ritmo agregándole toques de jazz y música clásica.

Buscadas por el porteño

Las milongas son una especie de tanguerías con bailes menos lujosos, pero  también animados y frecuentados por los típicos porteños. La comida es más simple incluso algunos de estos negocios también brindan clases de tango. Algunos de los más conocidos son Café Tortoni (Av. De Mayo 829, Centro), que en la primera mitad del siglo XX fue uno de los refugios de la intelectualidad y bohemia de la ciudad; Confitería Ideal (Suipacha 384, Centro), cafetería creada a principios del siglo XX y muy solicitado por gente mayor; Bar Sur (Estados Unidos 299, San Telmo), un local clásico con shows en un ambiente informal; La Viruta Tango (Armenia 1366, Palermo), que es uno de los lugares de moda entre los jóvenes; Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1575, San Telmo), muy frecuentado por jóvenes de 30 años y turistas.

También vale la pena visitar Complejo Tango (Av. Belgrano 2608, Congreso), que premia a los clientes que llegan temprano con prácticas gratis, y el Bella Vista Tango Club (Av. Francia 710, Bella Vista, provincia de Buenos Aires), centro cultural ubicado a 40 minutos de la capital que ofrece clases, shows y organiza paseos temáticos.
Fuente mibuenosairesquerido.com

Tangueros alternativos

El tango como danza se creó a finales del siglo XIX entre hombres, y por hombres que bailaban con otros hombres en las calles y en burdeles. Una tendencia actual retoma esos inicios y despoja al tango tradicional de normas y códigos de parejas heterosexuales. En el tango queer se experimenta el intercambio de roles de género. El Festival Internacional de Tango Queer se realizó por quinta ocasión en Argentina, del 14 al 20 de noviembre, en milongas alternativas: La Marshall, Cultura Tanguera, Tango Queer y La Confitería Ideal.

En La Marshall no hubo más mesas disponibles. Una hora antes de que empiece el espectáculo en una de las milongas gays más conocidas de Buenos Aires, las parejas ya copan la pista. Al ritmo de tango, ellos con ellos, vestidos con camisas a cuadros, jeans o camisetas ceñidas; y ellas con ellas, con faldas, pantalones sueltos y tacones altos. No todos hablan el mismo idioma, pero el tango logra una comunicación fluida entre alemanes, ingleses, canadienses, estadounidenses, suecos y mexicanos que se dieron cita allí.

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