La Costa de la Luz ilumina a España

15 de Julio de 2018
  • Balneario en la ciudad de Cádiz, donde comienza la zona costera más bonita de España.
  • Recreación de una carabela de Cristóbal Colón (Palos de la Frontera).
Texto y fotos | DPA

Esta zona, marcada por la historia de Cristóbal Colón, bordea el golfo de Cádiz, en el suroeste de Andalucía.

El bar de playa donde Pierce Brosnan sorbe un mojito es en realidad una casa de baños de 1926. Hoy, el edificio alberga un centro subacuático arqueológico. Sin embargo, para la película de James Bond Die Another Day (Muere otro día), la ciudad de Cádiz, en la costa atlántica del sur de España, tuvo que transformarse en La Habana.

No fue demasiado difícil. La antigua fortaleza portuaria Castillo de Santa Catalina, que data de 1554, también podría haber estado en la capital de Cuba. “En el siglo XVI, Cádiz fue destruida completamente por piratas y después fue reconstruida al mismo tiempo que se construyeron muchas ciudades coloniales españolas”, explica el arqueólogo Juan Ramón Ramírez Delgado, director del Museo Histórico de Cádiz.

De Bond a Colón

Durante el descubrimiento de América, Cádiz y la Costa de la Luz adquirieron una especial importancia. El pequeño monasterio franciscano La Rábida, situado cerca de Palos de la Frontera y fundado en el siglo XIII, cambió el curso de la historia. La pequeña población está situada en la provincia de Huelva, en el norte de Cádiz. Allí, los reyes de España mandaron construir tres veleros para Cristóbal Colón con el objetivo de hallar una ruta marítima a la India.

Sin embargo, los reyes de España primero tenían que reconquistar el país, que estaba en manos de los moros, por lo que los monarcas congelaron el proyecto. Colón se retiró al monasterio, donde durante varios meses preparó su viaje de exploración. Finalmente, el 3 de agosto de 1492, se echó a la mar. En el monasterio hay una exposición de mapas marítimos y pinturas que recuerdan aquella época.

Quien viaje ahora hacia el oeste, hasta Ayamonte, en la frontera con Portugal, encuentra en el camino playas de arena solitarias apenas obstruidas con edificios y paisajes de dunas. Siguiendo la Costa de la Luz en sentido contrario, hacia el sureste, uno llega después de algunos kilómetros al parque nacional de Doñana, que con una extensión de 53.000 hectáreas es uno de los humedales más grandes de Europa.

En el extremo sur del parque nacional, uno puede cruzar el río Guadalquivir hacia Sanlúcar de Barrameda. La animada localidad es conocida por su exquisito jerez, pescado fresco y numerosas iglesias, monasterios y palacios. Colón partió desde Sanlúcar para su tercer viaje a América.

Actualmente, la Costa de la Luz atrae a otros exploradores. Buceando entre Ayamonte y Tarifa, uno puede descubrir naufragios históricos con cañones que volvían del Nuevo Mundo cargados con oro y plata.

Playas de belleza luminosa

Al sur de Cádiz comienza lo que probablemente sea la región costera más bonita de toda España. Entre las playas de arena de varios kilómetros de largo, algunas de ellas vacías, y las dunas, protegidas por el Estado, solo hay unos cuantos pueblos costeros, como Conil de la Frontera, Caños de Meca o Zahara de los Atunes, donde se concentra el turismo.

Debido al viento constante, las anchas playas blancas en el extremo sur de Andalucía no están llenas de complejos turísticos y grandes hoteles como en el Mediterráneo.

También gracias al viento, la Costa de la Luz es el paraíso europeo para surfistas. En localidades antaño apacibles y aburridas como El Palmar, Punta Paloma y Valdevaqueros se han abierto para el público joven bares de playa relajantes y modernos hoteles. La mayoría de los jóvenes va a Tarifa, la ciudad más meridional de la Europa continental, que en verano se convierte en un gran centro fiestero.

“¡Mira este panorama! ¿Dónde en Europa uno puede hacer surf con África a la vista?”, pregunta el italiano Alessandro Bellusci, quien abrió hace cuatro años su escuela de surf en Tarifa. Por supuesto que la respuesta es: en ninguna otra parte. Aquí, solo hay 14 kilómetros entre las montañas de Andalucía y las del Rif en el norte de Marruecos: un canal ventoso perfecto.

A pesar de que el estrecho de Gibraltar es una vía acuática muy transitada, pueden verse ballenas y delfines, dice Katharina Heyer, una suiza que creó una fundación para investigar la vida marina en el estrecho y que ofrece excursiones en barco para avistar a los cetáceos.

“El estrecho es rico en nutrientes. Además, las ballenas y los delfines persiguen los gigantescos cardúmenes de atunes que desde el Atlántico entran en el Mediterráneo para desovar”. Los turistas pueden disfrutar del atún en los restaurantes de los pequeños pueblos blancos o en Cádiz. Y después tomar un mojito como hacía James Bond.

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