El Ciclo Dorado de Islandia

19 de Agosto de 2018
  • Las rugientes cascadas son también parte de los tesoros naturales de esta nación insular de 103.000 km2.
  • Los parajes de Islandia son ejemplo de elegancia natural llena de colores y mayormente protegida de los impactos del ser humano.
Theo Peters (DPA)

Cascadas, géiseres y glaciares son el atractivo de esta zona sembrada de los diversos estados del agua.

Lo primero que llama la atención cuando uno visita por primera vez Islandia y viaja desde el aeropuerto internacional de Keflavik a la capital Reikiavik, con la ventanilla del coche abierta, es el olor. Un intenso olor a azufre o, lo que es lo mismo, a huevos podridos. Un olor que emana de los numerosos géiseres y fuentes geotérmicas que salpican esta singular isla del Atlántico norte.

El olor a azufre incluso es perceptible cuando uno abre el grifo del lavabo o de la ducha, por lo que una acción tan cotidiana como lavarse los dientes y bañarse puede convertirse al principio en una tortura que obliga a reprimir el reflejo del vómito, hasta que con el paso del tiempo uno termina acostumbrándose un poco.

Dos semanas son suficientes

Sin embargo, esta desagradable experiencia olfativa no debe ser óbice para renunciar a un viaje a esta remota isla, cuya costa norte está a solo 30 kilómetros del círculo polar ártico. Con una superficie de 103.000 kilómetros cuadrados, un poco menor que la de Cuba o Guatemala, es posible dar la vuelta a Islandia en coche o autocaravana de alquiler en dos semanas, incluyendo las paradas obligadas para admirar la extraordinaria belleza de la isla con sus numerosos géiseres, pozos geotermales, volcanes, glaciares y lagos.

Si usted dispone de menos tiempo, por ejemplo de una semana o menos, y no cuenta con un presupuesto generoso para las vacaciones en un país tan caro ni quiere recorrer la isla en autobús de excursión junto con otras decenas de turistas, una buena alternativa puede ser alquilar un coche y una casa de campo y emprender desde allí viajes por el denominado Círculo Dorado, en el suroeste de Islandia.

El Círculo Dorado es una ruta turística de unos 300 kilómetros de extensión que comienza y termina en Reikiavik y que ofrece en un espacio relativamente pequeño todos los paisajes y fenómenos naturales característicos de Islandia. Eso sí: los principales lugares de interés atraen en verano a muchos turistas, sobre todo asiáticos, por lo que uno nunca está realmente solo y tiene que aguantar las molestias derivadas de las aglomeraciones de personas.

Gran presencia de turistas

El año pasado llegaron a la isla de fuego y hielo más de dos millones de turistas extranjeros, una cantidad enorme para un país de solo 334.000 habitantes. La masiva presencia de turistas, que no deja de crecer año tras año, y sus comportamientos a veces irresponsables y groseros ponen a prueba cada vez más la proverbial tolerancia y paciencia de los islandeses. “Mira esa caravana de coches que está entrando en un camino privado debidamente señalizado. La gente que vive aquí está llegando a estar harta de tanto turista”, señala Verónica Gómez, una mexicana casada con un islandés que vive desde hace varios años en la isla.

Los turistas en sus coches de alquiler invaden caminos y terrenos privados para no tener que caminar los 3,5 kilómetros de sendero entre la carretera y una de las mayores bellezas de Islandia: la cascada Brúarfoss, situada a aproximadamente una hora de Reikiavik. La cascada no es muy alta pero cae con una enorme velocidad desde dos lados al río Brúar. Las aguas cristalinas tienen en el centro un hermoso color turquesa rodeado de espuma blanca.

A solo pocos kilómetros de Brúarfoss se encuentra, en el valle Haukadalur, en las afueras de la ciudad de Geysir, el géiser más famoso de Islandia y el más alto del mundo, simplemente llamado Geysir, como la madre de todos los géiseres. Otra visita obligada para todos los turistas en Islandia. Sin embargo, su actividad eruptiva es muy escasa, como promedio no más de una vez al año, debido a que unos turistas descerebrados tiraron en el pasado piedras, otros objetos y hasta productos químicos a la fuente central para provocar su eclosión.

Una familia de turistas chinos ignorantes de esa realidad se ha apostado junto al géiser con una cámara montada en un trípode esperando pacientemente que la fuente termal lance, como en el pasado, agua hirviendo y vapor hasta una altura de 80 metros. Un guía turístico se acerca a los chinos para comunicarles la triste noticia y recomendarles que se sitúen frente a otro géiser cercano, el Strokkur, más pequeño, pero que sí entra en erupción cada cuatro o cinco minutos lanzando una columna de agua y vapor al cielo de unos 20 metros en medio de un silbido estrepitoso.

La más famosa

A 14 kilómetros de Geysir, siempre dentro del Círculo Dorado, se encuentra la cascada más famosa de Islandia, Gullfoss (cascada dorada), un espectacular salto de agua que cae desde una altura de 32 metros verticalmente sobre una estrecha quebrada levantando una enorme cortina de agua que salpica a los visitantes. En días con lluvia y sol, bastante frecuentes en Islandia, un hermoso arcoíris aparece en el cielo sobre la cascada (foss en islandés).

No lejos de Gullfoss, a unos 44 kilómetros de Reikiavik, hay una tercera cascada que merece la pena contemplar, la del río Öxará, en el parque nacional Thingvellir, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2004. Por este parque pasa también, muy visiblemente, la falla que separa la placa tectónica de Euroasia de la de Norteamérica. La cascada Öxaráfoss no es muy alta pero cae desde una imponente y larguísima pared rocosa a una quebrada donde el agua adquiere una preciosa tonalidad turquesa.

Junto a la cascada pasa un sendero que sube a un mirador que ofrece una espléndida vista panorámica del lago de Thingvallavatn, con 82 kilómetros cuadrados el más grande de Islandia, y varios glaciares en el horizonte. Para admirar la última gran cascada en el Círculo Dorado nos dirigimos al este, a Seljaland, situada a 120 kilómetros de Reikiavik. La cascada Seljalandsfoss, que cae desde una altura de unos 65 metros por el borde de un antiguo acantilado costero, tiene como particularidad que se puede dar toda la vuelta a ella, por lo que es posible contemplar y fotografiarla desde todos los ángulos.

En el camino de regreso a Reikiavik se encuentra un nuevo museo, inaugurado en junio del 2017, que permite obtener mucha información sobre el sistema volcánico y la geología de la isla. El denominado Lava Volcano & Earthquake Centre se encuentra en las afueras de la ciudad de Hvolsvöllur, 100 kilómetros al sureste de Reikiavik. En una exposición muy interactiva, los visitantes pueden informarse sobre cuáles fueron las fuerzas naturales que formaron Islandia y vivir esta experiencia directamente, por ejemplo a través de vibraciones en el suelo que imitan un sismo o por las diferencias de temperatura. Además, podrán ver películas sobre erupciones volcánicas registradas en los últimos años y tocar piedras volcánicas.

Último hogar de Bobby Fischer

Continuando por el camino de regreso a Reikiavik se encuentra, a unos 55 kilómetros de la capital islandesa, la localidad de Selfoss, donde los aficionados al ajedrez pueden rendir tributo a uno de los más grandes campeones mundiales de todos los tiempos: Bobby Fischer.

Junto a la entrada de un diminuto cementerio y una minúscula iglesia se encuentra la tumba del polémico y extravagante ajedrecista estadounidense, quien derrotó en 1972 en Reikiavik al ruso Boris Spassky en lo que se conoce como la “partida del siglo”. Fischer falleció en 2008 en Reikiavik a la edad de 64 años.

En la sencilla tumba solo aparece la inscripción del nombre, Robert James Fischer, y las fechas de su nacimiento y muerte. Todo epitafio grandilocuente habría sido superfluo.

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