¿De visita en Londres?: Mucho que hacer, pero...

24 de Junio de 2012
  • Transeúntes sobre el puente de Waterloo, en Londres.
  • Portal del antiguo edificio donde funcionó la Embajada de Texas, cerca del Palacio de St. James.
  • Estatua de Peter Pan en Kensington Gardens, Londres.
  • Clientes en el pub Mayflower, situado a orillas del río Támesis.
A.A. GILL (The New York Times)

Una mirada turística a la capital británica en la que se contraponen la actitud de sus habitantes con las maravillas que guarda una de las ciudades más cautivadoras de Europa.

Si ha guardado este artículo para su viaje largo tiempo planeado a Londres, y ahora lo está leyendo por tercera vez, dando vueltas en círculo por Heathrow, bueno, lo siento. Probablemente sigue ahí, porque la fila en control de pasaportes se ha amotinado. Se han escabullido a las pistas de aterrizaje visitantes adustos y silenciosamente furiosos, incapaces de usar sus teléfonos y que tienen prohibido mostrar nada, salvo una abyecta complacencia ante el torpe instrumento que es el agente de inmigración en el distante mostrador.

Siempre me siento mal por las filas en Heathrow mientras me encamino a la fila de nacionales en vez de la de inmigración. Y mientras esté ahí, durante horas, mirando a los dos grupos –los nativos y los visitantes– notará algo. Es algo bueno. Algo reconfortante y consolador. Parecen exactamente iguales. No hay diferencia entre ellos y nosotros; ni el color, el origen étnico, la vestimenta o el comportamiento. Quienes viven en Londres y quienes vienen de visita son exactamente iguales.

En el transcurso de la mitad de mi vida, esta ciudad se ha convertido en un lugar homogéneo, integrado, internacional, escogido para residir más que de nacimiento. No carente de dificultades y fricciones, pero sorprendentemente políglota y multicolor. Londres es la sexta ciudad francesa más grande del mundo. The Wolseley, la cafetería donde como a menudo, y donde escribí un libro sobre el desayuno, tiene empleados de 24 nacionalidades, de todos los continentes salvo la Antártida. Todos ellos son también londinenses.

Lamento, también, que mucha de la imagen de Londres jamás existiera. Nunca hubo un Londres dickensiano o un Londres shakesperiano, o un Londres animado. Es mejor buscar el Londres literario en los libros y en las antiguas librerías como Sotheran’s, en la calle Sackville. Sin embargo, es una ciudad de fantasmas; uno puede sentirlos aquí. No solo de gente, sino de eras. El fantasma del imperio o el bombardeo, la plaga, el fantasma humeante del Gran Incendio que nos dio las iglesias de Christopher Wren y anunció la ciudad georgiana. Londres puede ver a los muertos y abrazarlos.

Actitud que choca

Tratar de ser un turista en casa es difícil. Sé tan poco como usted sobre ser un visitante en esta ciudad donde he vivido desde que tenía un año de edad, tras nacer en Edimburgo. Todos miramos a las multitudes de turistas en el mall y pensamos: ¿Qué es lo que ven? Como todos los londinenses que conozco, nunca he visto el cambio de guardia. Es un inconveniente el embotellamiento de tráfico todas las mañanas entre semana.

Con más culpa, me doy cuenta de que Londres quizá sea una gran metrópoli, pero no somos amistosos. No es que seamos groseros, como los parisinos con su teatral y francamente risible arrogancia; ni tenemos la impaciencia a gritos de los neoyorquinos. Los londinenses simplemente somos permanentemente petulantes y estamos permanentemente irritados. Pienso que despertamos molestos. Todos esos modales ingleses a la hora del té, los por favor y gracias exagerados son realmente la mordaza que ponemos a nuestro mal genio. Hay, por ejemplo, una docena de inflexiones para la expresión “lo siento”. Solo una de ellas significa “lo siento”.

Los parques, sin embargo, son maravillosos, con un aspecto silvestre que es artificial. Como el inglés, parecen informales, pero involucran mucho trabajo. Londres es también una de las mejores ciudades para las estatuas públicas. La grandeza y lo eternamente olvidado le contemplan a uno desde los caballos y la moralidad.

Rincones de la ciudad

Cuando uno llega a la Plaza de Trafalgar, como indudablemente llegará usted, mira hacia la columna de Nelson, donde el almirante Horatio Nelson observa hacia el mall, ya sea al interior de las ventanas de las habitaciones del Palacio de Buckingham o para revisar su flota; hay pequeños barcos encima de todos los postes de luz. También podría gustarle presentar sus respetos a George Washington afuera de la cercana Galería Nacional, para pagar su penitencia de bellas artes. Fue un regalo de Virginia y se ubica sobre tierra estadounidense importada, porque dijo que nunca pondría un pie en Londres de nuevo.

Londres era la ciudad más grande del mundo y el Támesis era la cloaca más grande del planeta. Los victorianos finalmente construyeron un sistema de drenaje subterráneo que resultó tan eficiente que aún lo usamos. Pero también hicieron el terraplén, que eleva la ciudad por encima del río. Tener acceso no es fácil, pero si solo hace una cosa mientras está aquí, debería tomar un barco desde el centro de la ciudad e ir corriente abajo al museo marítimo en Greenwich o corriente arriba hacia Oxford y desembarcar en los Jardines Kew y Syon House.

El río es la mejor manera de ver la ciudad. Londres se desliza a su paso como una geología humana. Wordsworth dijo que la tierra no tenía nada tan bello que mostrar como la vista de la mañana desde el puente de Westminster. Doscientos años después no lo reconocería, pero sigue siendo bastante impresionante.

El gran problema para los visitantes en Londres es el tamaño. Este es un lugar grande. No es una ciudad que se pueda caminar; hay grandiosos paseos, pero no se puede ir de todas partes a cualquier parte. Y es fácil perder cualquier orientación de dónde está uno en relación con todo lo demás. Así que es mejor hacer lo que hacen los nativos y pensar en Londres como una federación laxa de aldeas, estados y principados, y abordarlos uno por vez.

Las partes más antiguas están al este. La torre de Londres y el muro romano marcan el principio de la ciudad. Al este están los muelles y las clases obreras, y lo que es ahora la zona más juvenil y más de moda en Londres. Conforme la ciudad se enriqueció, creció hacia el oeste. Mayfair, Chelsea, Kensington, Notting Hill son principalmente victorianos.

Visitará todos los grandes sitios turísticos. Dudo que haya algo que yo pueda decir para convencerle de que la mejor forma de ver el puente de la torre es en una postal y que la torre de Londres es una gran caja sosa llena de escolares italianos, o que Harrods es lo mismo. Pero aunque debiera evitar a los londinenses vivos, debería buscar a los muertos. La catedral de San Pablo es la iglesia parroquial de Londres, el edificio más grandioso en Gran Bretaña, diseñado por Christopher Wren. Tiene monumentos a J.M.W. Turner, el duque de Wellington y, por supuesto, John Donne, que predicó ahí. Detrás del altar hay una pequeña capilla conmemorativa y un vitral dedicado a EE.UU. y la ayuda que dio a Londres y a la nación en la Segunda Guerra Mundial.

La abadía de Westminster es la mayor iglesia del estado. Tiene la tumba al guerrero desconocido, la silla de la coronación, que es sorprendentemente del estilo de Ikea y está cubierta de grafitis de los escolares de Westminster; también el rincón del poeta, el salón de la fama de mármol del espíritu británico. Calle abajo desde San Pablo hay otra iglesia de Wren, Santa Brígida, por tradición y práctica la iglesia de los periodistas.

Dryden y Pepys fueron feligreses. Por encima de la fuente hay una pequeña repisa y en ella, el busto de una niña. Es Virginia Dare. Sus padres se casaron aquí y luego emigraron a la Colonia Roanoke. El 18 de agosto de 1587 llegó Virginia, la primera niña de padres ingleses nacida en EE.UU. Nadie sabe qué fue de ella, pero este es un pequeño monumento inmensamente conmovedor en el Viejo Mundo a la promesa del Nuevo. Ni un londinense de cada mil sabe quién fue Virginia o que está ahí.

Hay miles de estos monumentos extraños en Londres. Los descubrirá por sí solo, como el callejón que tiene la Embajada de Texas original. Es como abrir los cajones en una casa antigua, donde se guardaron muchas cosas de recuerdo y luego se olvidaron.

Gastronomía

Por supuesto, debería ir a la taberna. Como los bistrós de París, las tabernas de Londres están pasándola difícil. Su papel como la sala de estar de las clases obreras ya no puede competir con la televisión por cable y la cerveza de los supermercados. Pero sigue habiendo muchas tabernas hermosas y elegiacas, y debería llegar a ellas por casualidad. Pero yo podría recomendarle Mayflower, a orillas del río en el East End. Esta es más antigua que el barco que comparte su nombre, que partió de aquí. Y la Windsor Castle, en Kensington, es una linda taberna londinense. Si el clima lo permite, tiene un jardín encantador.

Supongo que debo recomendar lugares donde comer, ya que Londres tiene un babel de paladares y léxico de digestiones. Se jacta de contar con las cocinas más diversas de cualquier ciudad. Pero dado que no vino hasta aquí solo para probar comida china o marroquí, también puede encontrar buena comida inglesa. Será con mucha carne y victoriana, llena de cerdo y extremidades de vacas, cerdos y menudencias.

Recomiendo tres lugares: Anchor & Hope, cerca del teatro Old Vic en el Cut, tiene una comida grandiosa en una taberna vigorosamente ruidosa. Bentley’s Oyster Bar & Grill, en Piccadilly; y St. John, un restaurante que se ha vuelto punto de peregrinaje para los chefs visitantes. Y realmente debería comer comida india aquí. El curry es el alimento favorito de Inglaterra y nuestro platillo nacional.

Mucha gente viene de compras, pero es costoso, y la calle Bond y la Sloane tienen lo mismo que encontraría en casa. No habrá dejado de notar que el avaricioso primer mundo se ha convertido en una sala de aeropuerto clonada.

Necesita ver Londres de noche, particularmente los teatros. Pero no solo la vida nocturna. El propio Londres luce mejor en la oscuridad. Es una ciudad bastante segura y se puede caminar en la mayoría de los lugares después de la puesta del sol. Sin embargo, no somos buenos con la jactancia. No somos fáciles. Londres no es un aficionado a la fiesta por naturaleza, no se entrega ni tiene una canción de karaoke favorita. Sin embargo, tiene un sentido del humor perverso, seco y a menudo cruel. Es ingenioso, culto y dramático. Es privado y taciturno, un poco aburrido y sorprendentemente sentimental. Y no hace amigos rápidamente, es difícil con los visitantes. Nos sentiremos complacidos cuando todo el alboroto y el husmeo hayan terminado.

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