Bolgheri: Poco conocida, pero muy visitada

11 de Agosto de 2013
  • Populonia es uno de los pueblos ubicados en la región de Toscana. Atrás, vista a la bahía de Baratti.
  • Turistas al atardecer en la playa vacía de Marina di Bibbona.
  • Pescado con romero y aceitunas en el restaurante La Pineta.
  • El castillo medieval de Populonia es uno de los atractivos más visitados.
Ondine Cohane - The New York Times

En una de las regiones más cautivantes de Italia, la Toscana, se encuentra un lugar que guarda paradisiacos rincones para los turistas.

Al anochecer, corría por un camino arenoso en una aislada reserva natural en las afueras de Bolgheri, en el oeste de Toscana. Una familia de jabalíes salió corriendo de entre los arbustos bajos con las colas erectas y momentáneamente se congeló mirándome con cautela antes de alejarse. Vi a una pareja de ciervos pastando detrás de árboles moteados a lo largo de un estuario salpicado de garzas. Una liebre gorda estaba sentada oculta en un tronco cercano.

Poco después pasé por un bosque de pinos, siguiendo un sendero a través de las dunas hasta mi destino final: el Mar Tirreno color esmeralda. Esta era la costa toscana en agosto, pero no había nadie más ahí, aparte de un hombre canoso pescando. Nadé en las suaves olas con el sol ocultándose por el horizonte.

Experimenté por primera vez Bolgheri hace tres décadas, lo bastante afortunada para haber sido llevada ahí por una familia que en muchas formas nos habían adoptado a mi madre y a mí en Florencia después de la muerte de mi padre. Antes de que les conociéramos, yo había pasado todos los veranos en Italia en un velero, basado primero en Porto Ercole, en Toscana, y luego en Cerdeña. Pero veíamos la mayoría de las localidades desde el mar, en ocasiones deteniéndonos para un rápido paseo, comer un helado o un plato de almejas, antes de partir de nuevo.

La familia que nos llevó a este escape costero parecía salida directamente de una novela: un húngaro a quien le fueron confiscadas sus propiedades después de que los comunistas se hicieron del poder. Una británica que sigue siendo una de las mujeres más divertidas que jamás haya conocido. Dos hijos hermosos. Y literalmente un zoológico a cuestas: perros, tortugas, un loro, un pony y todo tipo de criaturas huérfanas que encontrábamos a lo largo del camino.

Los niños y yo atrapábamos renacuajos en el arroyo cercano, comíamos pescados deliciosos que pescábamos en las noches de los viernes en camino a la casa y nadábamos después de hacer un día de campo bajo las sombreadas pérgolas de madera que salpicaban el parque privado en la costa cerca de la localidad. Pero cuando nos mudamos a Estados Unidos, perdimos contacto, y Bolgheri parecía un recuerdo lejano de otra vida. La menos conocida costa toscana sigue llena de secretos como Bolgheri, parte de una serie de poblados sobre las colinas que alguna vez mantuvieron a los invasores marinos a raya.

Otros rincones

Un bastión de arquitectura bien conservada, las hermosas aldeas están principalmente libres de las multitudes que se dirigen a las playas cercanas. Y son la puerta a la Maremma, una tierra de caballos hirsutos y enormes vacas blancas, vinos y mariscos excelentes, puertos y clubes de playa elegantes y una región que en muchas formas está aislada excepto en la breve temporada alta (de mediados de julio a agosto).

Pero cuando mi esposo y yo nos mudamos a Toscana hace unos seis años, como la mayoría de los visitantes primero giramos la vista hacia el interior de la región, hacia la ciudad grande más cercana, Siena, hacia las localidades en las colinas como Montalcino y Pienza, y hacia los hermosos paisajes de Val d’Orica. Pero en línea recta, el Mediterráneo está a menos de 80,5 kilómetros de nuestra casa. Nuestros vecinos italianos partían hacia la costa en cada oportunidad soleada.

Sus sitios favoritos en el mar nos eran susurrados casi con intensidad religiosa: playas de arena blanca como Cala Violina; Alberese, parte del gran parque nacional Maremma; restaurantes como el elegante pero rústico Rosso e Vino; y largos paseos a las ensenadas desiertas debajo de Populonia. Anoté los nombres en mi pequeño cuaderno, y en los días en que podíamos escaparnos condujimos hacia cada uno. Nos sentamos entre los esculturales troncos de pinos debajo de las torres de vigilancia de Alberse, vimos a un hombre con muletas avanzar hacia la playa de arena blanca en Violina, nos maravillamos con los surfistas de Fiumara y comimos platos de espagueti alle vongole y pescado blanco asado.

Estamos especialmente agradecidos por las recomendaciones, porque la verdad es que la costa toscana puede ser fea. En los años 70, el deseo de avance económico a través de la industria trajo refinerías que deterioraron las playas sin desarrollar áreas en torno a Follonica y Piombino, mientras que el inevitable crecimiento del turismo masivo llenó las largas playas blancas de Forte dei Marmi y Viareggio con hileras muy juntas de sombrillas y camastros en alquiler. Pero enormes extensiones también fueron preservadas a través de la creación de parques nacionales donados principalmente por familias nobles. (El parque Maremma era un terreno del Gran Duque de Toscana; el parque del World WildLife Fund en las afueras de Bolgheri, parte de la famosa propiedad Antonori).

Lejos de las bien conocidas zonas playeras de la región está un mundo más aislado que se extiende de norte a sur, a menudo a tiro de piedra de los sitios descubiertos. En cada sección hay una joya de una localidad preservada. En cada una hay algún tipo de santuario de la fauna o parque que ofrece una sensación de cómo lucía la línea costera antes de que fuera desarrollada. En cada una hay una playa o un club de playa que hemos llegado a amar. Incluso después de años de experimentar estos pequeños campamentos, siempre encuentro una nueva sorpresa; esta temporada fue el club de playa y restaurante Al Cartello, que incluye un gran piano encima de las alfombras orientales en su sección de “aperitivos” exterior (pero cubierta). Tan eminentemente civilizado.

Su gente

Estos sitios son un vistazo tanto a la vida italiana como a las secciones particulares de la playa. Desde el amanecer hasta el anochecer, los rituales tienen lugar en el exterior. La gente lee sus periódicos y discute sobre fútbol mientras bebe espresso. Los camastros son elegidos, como si fueran las decisiones inmobiliarias más valiosas que se hubieran tomado; de hecho, las familias a menudo han rentado la misma hilera durante décadas.

Generaciones de un clan yacen en posiciones de bronceado sincronizadas y luego hacen la siesta juntas. El almuerzo y la cena parecen cronometradas, con la misma mesa reservada para comidas de tres platos, vino sobre hielo o en picnics encantadoramente creados cada mañana. Hay algo muy reconfortante en la regularidad de la rutina, particularmente en esta época en que el futuro económico del país parece inestable, en el mejor de los casos. Durante un mes, al menos, la mayoría de las cosas son como eran, y la gente se va a casa bronceada.

Como los residentes de nuestra localidad en el interior, ahora nos sentimos positivamente de mal humor sin nuestra rutina costera: recorremos el borde de nuestro valle hasta el mar, nadamos, almorzamos espagueti alle vongole, tomamos una siesta, nadamos más, tomamos café y helado y regresamos a casa o nos quedamos por una noche o dos.

Entretenernos un poco más en esa comida probablemente está garantizado. Un buen ejemplo: La Pineta, en las afueras de Marina di Bibbona y a unos 15 minutos de Bolgheri, es el tipo de sitio de mariscos que encapsula la experiencia de bajo perfil pero inolvidable de la costa. Desde el exterior, el edificio no parece especial, una estructura de listones de madera colocada al lado del mar.

Al otro lado de una pequeña puerta, con su letrero del restaurante, está un comedor lleno de luz con ventanas que dan al mar. Es sorprendentemente elegante, con manteles blancos, candelabros plateados y pisos de parqué. Pero se siente poco remilgado. El servicio tiene la marca de una larga asociación: los meseros son gemelos idénticos, de más de 50 años, y el chef y dueño, Luciano Zazzeri, toma los pedidos él mismo. El pescado fresco es estofado en el horno con alcaparras, aceitunas, romero y jitomates locales. Y un postre recién hecho de panna cotta incluye miel local y fresas bebés del huerto. Después de comer ahí regresamos a Bolgheri. Encontramos a nuestra familia húngaro-británica de nuevo hace un par de años, y ahora nuestro hijo nada y tiene picnics con sus nietos en mi playa de la niñez. En la noche los jabalíes siguen merodeando. Los viñedos siguen llenos de algunas de las vides más famosas de Italia. Y el mar sigue estando a poca distancia corriendo.

 

  Deja tu comentario