Aldea medieval, en pleno Buenos Aires

19 de Noviembre de 2017
  • Salón Pacífico, edificio central y punto de inicio para las visitas guiadas.
  • El último sector de la visita es muy representativo a nivel visual.
  • Entrada a Campanópolis, en la localidad de González Catán, a 30 km de Buenos Aires. Lugar declarado de Interés Cultural por el Estado Argentino.
  • La plaza central exhibe varias edificaciones ante los visitantes.
  • Sector de Campanópolis conocido como “Las doce casitas del bosque”, que exhibe construcciones inspiradas en los cuentos de hadas.
Texto y fotos: Santiago Toral, especial para La Revista

Campanópolis sorprende por su arquitectura, aunque resulta poco conocida incluso para los porteños.

A 30 kilómetros de la capital de Argentina es posible encontrar un paraje medieval digno de un cuento de los Hermanos Grimm. Castillos, casas, plazas, torres y callejuelas, inspirados en el gótico, parecen flotar en medio de una reserva natural en la zona sur del Gran Buenos Aires. Y si eso ya parece llamativo, existe un dato adicional que podría ser difícil de creer: aquellas estructuras nunca fueron habitadas.

Se trata de Campanópolis. El día que decidí visitar el lugar (con cita previa solo los sábados entre las 09:00 y 13:00), los turistas eran, en gran parte, provenientes de diferentes puntos del Gran Buenos Aires. Yo, el único ecuatoriano.

Historia y fantasía

Es un sitio que no solo permanece perdido en el tiempo, sino que además está prácticamente fuera del radar. En una zona de difícil acceso y con escasa difusión publicitaria, es poco probable encontrar a extranjeros que como yo conocieran sobre su existencia. Pero mi espíritu aventurero me llevó hasta ese espacio y emprendí la travesía sin imaginar que la realidad superaría con creces a la expectativa, que ya era alta.

Supuse que sería un sitio llamativo para recorrer y tomar fotografías; sin embargo, lo que alberga aquella aldea es más que una imagen; es una historia, una fantasía traída al plano terrenal y que requirió de decenas de años de planificación y trabajo. En una mirada más aguda, es motivo de asombro que todos los materiales que conforman esas edificaciones sean reciclados, fruto de los remates de piezas consideradas inservibles en la remodelación de la estación de los trenes de Retiro, Constitución y del actual centro comercial Galerías Pacífico.

Al inicio del recorrido nos advirtieron que no nos sorprendiéramos de que hubiera puertas o escaleras que no conducen a ninguna parte. El lugar como tal es una aldea de ornamento.

Es por ello que al caminar por el interior de las casas de Campanópolis es fácil ver puertas que sirven como techos, relojes antiguos que nunca dan la hora y enrejados que no protegen ninguna vivienda.

Padre de la ciudad medieval

Campanópolis tiene un origen bastante peculiar. Su creador, Antonio Campana, adquirió las tierras en los años 70, pero las perdió poco tiempo después. El sitio entonces se convirtió en un vertedero de basura que Campana logró recuperar a mediados de los 80. En paralelo, fue diagnosticado con cáncer y sintiendo esto como un llamado a hacer un cambio en su vida, se alejó del mundo empresarial para ocuparse de su gran sueño: construir una ciudad medieval.

Sin ser arquitecto, trabajaba incansablemente de 16 a 17 horas por día haciendo bosquejos del diseño de las casas, que luego construía un grupo de albañiles. Inspirado por sus cuentos de infancia y los materiales que iba adquiriendo, fue decorando todas las paredes y techos de las casas, con manubrios de puerta, accesorios de féretros e incluso monedas antiguas.

Así, algunos espacios se volvieron temáticos, como el Museo del Hierro, que se convierte en un espectáculo visual. Es una oda al reciclado de rejas, ventanas, farolas, campanas, ruedas y cilindros de gas que en manos de Antonio tuvieron otro derrotero. Transitar por sus pasillos es revisitar parte de la historia argentina con piezas de arte que hoy quizás costarían una fortuna.

Una de las plazas céntricas de Campanópolis posee una serie de monumentos traídos de Croacia. Pero no se trató de un pedido especial del excéntrico empresario. La anécdota cuenta que al hacerse conocido por su entusiasmo con el reciclaje, le comentaron que en un parque de Rosario iban a dar de baja a una serie de monumentos croatas que en realidad llegaron a la Argentina solo para hacer peso en los barcos provenientes de Europa.

Entonces, Antonio no dudó en viajar de Buenos Aires a Rosario y traer a Campanópolis las estatuas que salvó de la destrucción y que hoy adornan una de sus plazas.

Otro lugar de visita obligatoria es el Museo de Madera. Como en su homólogo de hierro, todos los objetos son de ese material. Los pasamanos abundan por todas partes, incluso como decoración para columnas y paredes. También hay que recorrer lo que Antonio denominó ‘Las 12 Casitas’. Son una serie de viviendas pequeñas de estilo ecléctico que solo tienen cobertura y cuyos interiores están desnudos.

Reciclaje artístico

La suave brisa que corría alrededor y los árboles frondosos que cubrían parcialmente esta zona de Campanópolis daban la sensación de estar a la deriva en medio de un bosque de un cuento de hadas. Para no romper el encanto, cada tanto se veía a personajes caracterizados como un caballero medieval o una doncella de la época. Y había que seguir el camino, penetrando el bosque, viajando en esa arquitectura de exceso que siempre parecía superarse en el nuevo uso que Campana le encontró a los objetos reciclados.

Un cilindro gigante ubicado en la planta alta de una de las casitas encontraba una nueva función siendo chimenea y una puerta decimonónica aislada era la antesala de una vivienda muchos metros más adelante.

En medio del trayecto llegamos a un lago artificial y al frente había una vivienda inspirada en un modelo de barco con el mástil de un navío del siglo pasado. Es que Campana no despreciaba ningún remate y también fue a parar a muchos puertos en busca de elementos para sus edificaciones.

Bordeando la laguna, vimos una especie de capilla donde el hijo del cantante Ricardo Montaner contrajo matrimonio. Fue una gran fiesta, recuerda el guía Sergio Olivera, y de inmediato menciona que aquel no ha sido el único episodio en el que Campanópolis albergó a reconocidas figuras. Sus excéntricos rasgos lo han convertido en el escenario ideal para sesiones de fotos de gente del espectáculo como Valeria Mazza o el actor Mariano Martínez. Incluso la famosa conductora argentina Susana Giménez allí hizo la inauguración de una de las temporadas de su programa. La novela infantil de los 90, Chiquititas, también tuvo su paso por las callejuelas de piedra.

Sueño que genera vida

Luego, llegamos a una de las zonas más “fotografiadas” de Campanópolis. Si todas las construcciones visitadas anteriormente parecían de ensueño, estas últimas casas y torres eran una mezcla de cuentos de hadas con un parque de diversiones: Cúpulas coloridas hechas con restos de contenedores, techos en forma de cono en colores pasteles, casas con paredes cubiertas completamente con azulejos de baño y de pisos, ventanas con vitrales destinadas a no abrirse nunca.

El lugar no dejaba de sorprendernos, pero tras dos horas de caminata volvimos al punto de inicio, una gran casa central cubierta completamente con ladrillos y piedras que en algún momento formaron parte de las calles de Buenos Aires. El adiós estuvo a cargo de los personajes medievales, mientras muchos niños hacían fila para ponerse un casco medieval. Las fotos con los personajes tampoco podían faltar para completar la experiencia.

A pesar de los pronósticos negativos que le daban a Campana poco tiempo de vida, este logró lidiar casi 30 años con su enfermedad. El deseo por crear su propia ciudad fue posponiendo el momento de la partida y aunque le quedaron algunos proyectos pendientes, como la realización de una estación de tren cuyo recorrido debía bordear todo Campanópolis, Antonio logró dejar sin proponérselo un espacio que, más allá de sumergirnos en una hipotética aldea medieval, es un museo a escala natural de cómo se forjó la Argentina actual y que sorprendentemente permanece en el anonimato para muchos.

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