‘Ese Galápagos que añoro’

02 de Junio de 2013
Gianna Haro Vallazza

La nostalgia inspira las palabras de Gianna Haro Vallazza. “Quisiera poder tener mi infancia de regreso y no me refiero a volver a tener 4 años, me refiero a volver a tener mi Galápagos de cuando tenía 4 años”, indica ella, quien vivió en Santa Cruz desde muy pequeña, ya que sus padres residían allá (su papá, Roberto Haro, trabajaba como guía naturalista, así conoció a su mamá, Gianna Vallaza, quien llegó como turista).

La joven Gianna añora su infancia. “Cuando la luz se iba a la medianoche, las calles eran de ripio y arena y el camino a Tortuga Bay era todo de piedras, cuando había iguanas en la avenida Charles Darwin, cuando salir en la noche no era peligroso y pocos carros con balde de madera solo existían para llevar carga, cuando las bicicletas y nuestros pies eran nuestros únicos medios de transporte y cuando sentía que toda la poca población de Galápagos era mi familia, porque los conocía a todos y ellos me conocían a mí; cuando el agua y el pan nos llegaba a domicilio, cuando se dejaban las bicicletas y las casas sin candado, cuando para hablar con mi abuelita en el continente debíamos hacer fila en Pacifictel, cuando para comunicarme con mi papá mientras trabajaba solo cogía la radio y decía: “Papi, soy tu hija, cambio”  y cuando casi cada noche mi mamá se sentaba en el comedor a escribir cartas para la familia y enviarlas a la mañana siguiente”.

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Ahora, cada vez que Gianna regresa a su querido Galápagos se siente una turista más. “No conozco a nadie y nadie me conoce a mí; andar en bicicleta, a pie y en la noche es peligroso, porque los taxis van a velocidades innecesarias y no dan prioridad al peatón ni al ciclista, sino más bien le pitan para que se apure… Ahora con mucha tristeza ya no veo iguanas en las veredas de la avenida Charles Darwin. Ahora hay luz las 24 horas, las calles son de adoquín o brea, el agua llega por tuberías. Ahora no solo tengo teléfono en mi casa, tengo celular, computadora e internet y el radio solo se usa para emergencias en los botes, ahora la mesa del comedor está vacía en las noches y en las mañanas no hay cartas que enviar”, indica ella, quien hoy estudia en Santa Bárbara (California, EE.UU.), pero planea regresar a las islas tras obtener su maestría.

Gianna acepta que gracias a los cambios varias cosas son más fáciles y rápidas de conseguir.

Pero… “¿necesitábamos más fácil y más rápido?... ¿Qué nos hacía falta cuando no teníamos todas esas comodidades? Si me preguntan a mí, nada; me sentía más cómoda y segura en ese entonces que ahora”.

“Sé que todo cambia, pero tampoco dejemos que lo malo continúe. Nuestro mayor problema es la sobrepoblación y la falta de implementación de leyes y de educación. Sé que mucha gente que vive ahora en Galápagos es para bien y muchos de ellos han ido con el afán de ayudarnos a preservar lo que nosotros mismos estamos perdiendo, y sé que muchas otras personas encuentran mejores posibilidades de trabajo y para su familia  una mejor calidad de vida, pero siempre debe haber un balance”.

Las palabras de Gianna no son de ataque a ningún grupo. “Van como un recordatorio para quienes permitimos que Galápagos esté como está y para los nuevos pobladores como un aprendizaje sobre lo que estamos  destruyendo. La clave está en la educación, una población educada jamás será explotada, ni explotará sus propios recursos”.

Esta ecuatoriana considera que estos problemas están destruyendo las memorias de su infancia y, con ellas, desaparece un hábitat tan frágil como Galápagos.

Para salvar  este ecosistema, dice, se necesita un país decidido a rescatar su patrimonio, pero sobre todo “requiere de cinco islas y de sus 30.000 habitantes para lograrlo”.

Quiero ayudar en la conservación de las islas  y cuando tenga mi familia pienso que el mejor lugar   para criar a mis hijos es donde yo crecí”, Gianna Haro Vallazza.

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