Playa Las Bachas: Spa de iguanas marinas

Por Paula Tagle
08 de Diciembre de 2013

“Parece que las iguanas prefieren pasar la noche al otro lado de la laguna. Se apilan una sobre otra para mantenerse calentitas cuando se oculta el sol”.

Noviembre es, de verdad, un mes extraordinario para el archipiélago encantado. La temperatura del agua ha oscilado entre 20 y 22 grados centígrados, mientras que en tierra la temperatura ambiente llegó a un máximo de 28, con vientos constantes del sureste, cielos parcialmente nublados y olor a palo santo. Para mi gusto, Galápagos ha estado en su mayor esplendor.

Mi caminata en Las Bachas, al noroeste de la isla Santa Cruz, fue dechado de perfección. Con luz de atardecer avanzamos a lo largo de la costa hasta la laguna salobre donde nos aguardaba, con mucha suerte, un único flamingo. En la playa observamos docenas de nidos de tortugas marinas, la mayoría del año pasado, aunque también notamos evidencia de nuevos rastros, hembras que habrían llegado la noche anterior.

El cielo estaba pintado de claridad, hacia el norte, este, oeste; mientras que desde el sur, poco a poco, nos invadía una cascada de nubes que desbordaba desde la cima de Santa Cruz, en capas espesas y turbulentas. Piqueros patas azules se zambullían veloces, como letales kamikazes, en busca de peces. Un par de pinzones aparecieron entre los espinos, mientras una garza azul iba tras cangrejos en la zona entre mareas.

Cuando pensaba que todo lo que Las Bachas nos podía ofrecer ya nos había sido revelado, vi una iguana nadando “estacionariamente” a pocos metros del solitario flamenco de la laguna salobre. Movía patas y cola, pero en lugar de avanzar, apenas lograba mantenerse a flote. Se me pasó por la cabeza la idea de ayudarla; me asustó que pudiera quedarse enterrada en el lodo para siempre.

Luego de observar el comportamiento por varios minutos, intrigada, vi cómo otra iguana se acercaba a sufrir el mismo martirio. ¿Cuál sería la intención de estas criaturas? Parecía un gasto de energía enorme impulsarse con la cola, mientras las patitas se perdían en el limo. Oscurecía rápidamente y había que retornar al barco. Al momento, llegaron dos iguanas más, a lo mismo.

¿Sería este un spa de iguanas marinas?, ¿venían al lodo a obtener algún beneficio? ¿o acá esperaban pasar la noche, dentro de agua somera, tal vez más caliente que la temperatura ambiente? Las iguanas marinas de Galápagos son las únicas iguanas en el mundo que bucean y nadan en el océano para alimentarse de algas.

Pero esto no era el mar (que estaba a nuestras espaldas), sino una diminuta poza de agua, casi charco, de fondos fangosos.

Tuve que partir con mis dudas, mientras observaba cómo una docena de iguanas se iba enfilando, paciente y ordenadamente, hacia la laguna. Creí estar imaginando cosas, alucinando.

Una vez a bordo compartí mi hallazgo con los guías; no, no estaba volviéndome loca, ellos ya habían notado este comportamiento. Parece que las iguanas prefieren pasar la noche al otro lado de la laguna, sobre rocas protegidas de la brisa marina. Aparentemente, la vía más corta es a través de la alberca. Sorteado ese obstáculo, que obviamente demanda esfuerzo y determinación, se apilan una sobre otra para mantenerse calentitas cuando se oculta el sol.

Yo, de ser iguana, elegiría una ruta más sencilla, pero quién sabe si este camino fuera trazado desde antes de que existiera la laguna. En todo caso, qué bueno que avistamientos como este nos mantienen atentos, con la ilusión de nuevos descubrimientos.

nalutagle@yahoo.com

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