Islas del mundo: Bazaruto en África

Por Paula Tagle
07 de Junio de 2015

“Sus corales ofrecen peces coloridos y almejas gigantes. Sus aguas albergan al casi extinto dugongo, una de las cuatro especies que todavía existen del orden Sirenian”.

 El Archipiélago de Bazaruto es un grupo de seis islas, en Mozambique, cerca de

Islas, las hay grandes, continentales, oceánicas, desconocidas. Son pedacitos de tierra que salpican los océanos; un día afloran, otro se desvanecen bajo la marea. Atolones, volcanes, barras de arena, habitadas, desérticas. Y de cualquier modo me hacen sentir en casa.

He conocido las del archipiélago de Bazaruto a pocos  kilómetros de Mozambique, en la costa oriental africana. Sus islas (Benguerra, Magaruque, Banque, Bazaruto y Paraíso)  son de origen continental, remanentes de la separación de Madagascar de África, hace 135 millones de años. Este archipiélago es Parque Nacional desde 1971, fue centro de grandes proyectos hoteleros, hasta quedar relegado al olvido durante los dieciséis años que durara la guerra civil de Mozambique.

Sus corales ofrecen peces coloridos y almejas gigantes. Sus aguas albergan al casi extinto dugongo (quedan 120 individuos en el área), una de las cuatro especies que todavía existen del orden Sirenian (el mismo de los manatíes). Bazaruto pertenece a la provincia de Inhambane, conocida por su alta concentración de megafauna marina. Ballenas jorobadas llegan desde Antártica entre los meses de junio a septiembre, aquí se ha reconocido el 20% de los tiburones ballena del mundo, y es también uno de los sitios con mayor abundancia de manta rayas (junto a la isla de la Plata, en Machalilla).

Navegando por el occidente de Madagascar se distinguen barras de arena paralelas a la costa. Los pescadores Vezo las visitan de tiempo en tiempo. Antes recolectaban del mar de manera sustentable, tomando solo lo suficiente para subsistir. Pescaban en una barra, seguían a la otra, nómadas del océano, con sus mujeres, niños y agua dulce a cuestas, durmiendo bajo las velas de sus embarcaciones que acomodan a manera de carpa. Pero por la alta demanda de aletas de tiburón y pepinos de mar, hoy explotan los recursos hasta el límite, y ya no hay tiempo que baste para su recuperación. Desembarqué en Chesterfield, una de aquellas islas de arena, a 30 millas de Madagascar. Junto con nosotros arribaron cientos de gaviotines y al subir la marea tuvimos que partir por igual, porque ya no había más isla.

Entre Madagascar y Tanzania existe Comoro, un pequeño archipiélago oceánico, es decir, nunca estuvo conectado al continente. Tal como las islas Galápagos, se formó de un punto caliente bajo la litósfera  y una placa tectónica en movimiento, con las islas jóvenes y activas al noroeste (Ngazidja, Nzwani)  y las antiguas al sureste (Mwali, Mayotte).

Estuve en el complejo Mayotte, que en su subsidencia propicia la formación de atolones de coral. Mayotte es geográficamente parte del archipiélago de Comoro, con la diferencia política de ser un departamento de Francia en altamar. Las mujeres llevan largos vestidos coloridos, se pintan la cara con arcilla, y la mayoría se cubre el cabello, porque el noventa y siete por ciento de la población es musulmana. Un carretero de primer mundo recorre la periferia de Grande-Terre (o Maore), la mayor isla de Mayotte, que a pesar de ser oficialmente Francia, es notoriamente África.

Los recursos de una isla de apenas 374 kilómetros cuadrados con 220.000 habitantes son limitados. Reciben muchos inmigrantes de los países vecinos, esperanzados en palpar los beneficios de la globalización, pero que permanecen igual de pobres y olvidados.

Estas han sido tres islas nuevas para mi colección, todas en el océano Índico. Me quedan tantas por descubrir hasta que un día, como en el cuento de Saramago, llegue a La isla desconocida. (O)

nalutagle@yahoo.com

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