El mono marino: Criatura que sí existe
“Los huevos de Artemia pueden permanecer en estado durmiente (criptobiosis, o animación suspendida) hasta 15 años”.
Tiene 11 pares de piernas y tres ojos, posee antenas, y su nombre comercial es mono marino. ¿De qué o de quién se trata?
Así parezca de cuento, esta criatura existe, y de hecho, se vende en tiendas de novedades para niños, a veces en acuarios. Y como es de esperarse, se ofrece con su respectiva parafernalia: el castillo de los monos marinos, las coronas para rey y reina, parques de diversiones con rueda moscovita incluida, edificios de condominios. Similar al mercado de la Barbie, que tiene al Ken, vehículos varios, y el infinito número de enseres que orientan a vivir al servicio del consumo desde muy pequeños.
Pero la gran diferencia es que el mono marino es una criatura viviente, de apenas 15 milímetros de tamaño. Es decir que para verlo disfrutar de sus palacios, trapecios y entretenerse con sus amigos, necesitamos de un microscopio o de muchísima imaginación, y más bien, de lo segundo.
Porque no se trata de primates, son crustáceos. Lo único que tal vez compartan con los vertebrados es que su sangre contiene el pigmento hemoglobina, involucrado en el transporte y regulación de oxígeno y moléculas e iones a través del organismo.
Lo que se comercializa como “mono marino” es una criatura del mismo grupo que los camarones y cangrejos, pero muy primitivo, del género Artemia.
Los hay en el viejo y nuevo mundo, y la especie que se encuentra en Galápagos es la Artemia salina.
Habitan algunas salobres, donde pueden evitar mayor depredación por parte de peces, sin embargo, en el caso del archipiélago encantado, constituyen la dieta principal de los flamingos.
La Artemia come detritus, bacterias y algas unicelulares, y justamente de estas últimas obtiene el caroteno, pigmento que finalmente es el responsable de la llamativa y rosada coloración de los flamingos.
Los huevos de Artemia pueden permanecer en estado durmiente (criptobiosis, o animación suspendida) hasta 15 años. Una vez que se los pone en contacto con agua y calor, eclosionan hasta en un periodo de ocho horas, produciendo una criatura que logra vivir de cuatro a doce meses.
En un artículo de 1993 se cita el caso de un pozo de perforación petrolera de donde se extrajeron sedimentos de 10.000 años de edad con algunos huevos de Artemia; luego de ser sometidos a calor y agua salada, muchos eclosionaron.
Esta característica de mantener sus huevos secos en suspensión por varios años, los hace de fácil comercialización y muy útiles para investigaciones biológicas, evaluar niveles de contaminación e incluso experimentos desarrollados en el espacio exterior.
Se venden como alimento para peces en tiendas de suplementos de acuarios, porque además tienen altas propiedades nutricionales, siendo ricas en lípidos, ácidos grasos y calcio. Pero la Artemia es, sobre todo, un deleite de la imaginación. Quienquiera que inventara el concepto de “mono marino” ha hecho soñar a miles de niños y seguro que a muchos adultos también.
En todo caso, para los flamingos de Galápagos, la Artemia no es ningún juego. Si su población disminuye en una determinada laguna salobre, los flamingos migran hasta encontrar las condiciones propicias y la cantidad suficiente de estos pequeños crustáceos, ya que existen suficientes lagunas de variados tamaños y en muchas islas del archipiélago encantado. (O)