Chimeneas hidrotermales: La Medusa del Pacífico

Por Paula Tagle
23 de Noviembre de 2014

“Fue bautizada con ese nombre porque en sus alrededores se observan decenas de aguamalas rosáceas flotando entre gases que emanan a aproximadamente cuatrocientos sesenta grados de temperatura”.

Es emocionante encontrar gente que ha aportado a la ciencia y/o tecnología; que ha contribuido a aumentar el inmenso bagaje de conocimientos humanos, gran tesoro de nuestra especie. Conocí a una de las descubridoras de la chimenea hidrotermal Medusa, en el 2007. Muchos dirán que esto suena a ficción, o que es poca la importancia que una chimenea hidrotermal pueda tener para el planeta.

Pero para mí es sencillamente fascinante. Una chimenea que se encuentra en la dorsal del Pacífico este, a 10° latitud norte y a 2,5 kilómetros de profundidad, en un punto donde dos placas tectónicas se forman constantemente y se separan. Las chimeneas hidrotermales nos acercan al origen de la vida en la Tierra que surgió en los mares y más seguramente con organismos que podían crear carbohidratos utilizando energía química en lugar de energía solar.

Descender a una dorsal oceánica, gracias a vehículos operados remotamente, es viajar a los mares primitivos de tres mil quinientos millones de años atrás, donde aparecerían las primeras células.

La chimenea hidrotermal Medusa fue bautizada con ese nombre porque en sus alrededores se observan decenas de aguamalas rosáceas flotando entre gases que emanan a aproximadamente cuatrocientos sesenta grados de temperatura.

Emily Klein es profesora de la Universidad de Duke y con palabras sencillas intenta develarnos el misterio de las placas tectónicas, los puntos calientes y las chimeneas hidrotermales.

La primera chimenea hidrotermal fue descubierta en 1977, justamente en el centro de dispersión de Galápagos, que es la zona de intersección entre la placa de Cocos, al norte, y la placa de Nazca, al sur. Hoy sabemos que en todo centro de dispersión, donde nuevo magma asciende a la superficie a generar dos placas tectónicas que se separan una de otra, hay la posibilidad de encontrar chimeneas hidrotermales. Además, sobre cada centro de dispersión se forma una cordillera, conocida como dorsal oceánica. Todas las dorsales de los océanos están conectadas, formando bajo el mar la más larga cordillera del planeta que suma 80.000 kilómetros de extensión.

Unas chimeneas son negras, otras blancas, pueden estar activas por cientos de años, o migrar, o cesar de pronto. Un requisito indispensable es que el agua de mar ingrese por fisuras o rocas permeables hasta la vecindad de una cámara magmática, entonces se calienta y vuelve a emerger llevando minerales en solución, principalmente sulfuros de cobre, hierro, zinc y monóxido de carbono. Cuando estas soluciones entran en contacto con el agua del fondo del mar a temperaturas de dos grados centígrados, los minerales se precipitan para formar partículas que se adhieren unas a otras creando torres que pueden alcanzar alturas de hasta 60 metros

Y en estos abismos adonde no llega la luz, bacterias quimiosintéticas son la base de una vasta y rica cadena de seres y ecosistemas complejos e inimaginables, que van desde gusanos tubulares, almejas gigantes hasta pulpos con orejas de Dumbo. Cientos de especies han sido descritas en las ultimas décadas gracias a submarinos como el Jason II.

Las chimeneas hidrotermales conectan nuestra imaginación con los orígenes de la vida en la Tierra y con otras esferas de nuestro sistema solar donde tal vez haya vida. Como castillos de cristal en el fondo del océano, son torres que nos acercan al infinito, al pasado y a las estrellas.

nalutagle@yahoo.com

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