Bacalao de Galápagos

Por Paula Tagle
12 de Febrero de 2017

Cuando existe la urgencia de llevar el pan a la mesa, es un lujo pensar en el mañana, lo que importa es no morir de hambre hoy. Pero en Galápagos no nos encontramos en tal situación extrema. Es cuestión de organizarse y de seguir procedimientos basados en observaciones científicas. Es cuestión de conciencia y también de inteligencia.

Durante treinta años se ha estudiado, de manera intermitente, al llamado bacalao de Galápagos. Se cuenta que lo bautizaron con este nombre los noruegos que llegaron a las islas en 1920. Fue lo más similar que encontraron al pez del Atlántico norte, tan preciado desde época de vikingos. Con carne blanca, aceitoso, tal como el bacalao propiamente dicho, decidieron llamar así a este tipo de mero, serrano o cherna. Pero pertenece a la familia Serranidae, cuando los bacalaos de verdad son de la familia Gadidae.

En todo caso, son endémicos; es decir, se hallan únicamente en las Encantadas y su nombre científico es Mycteroperca olfax.

En un documento publicado el 25 de octubre de 2016 en PLOS one (www.plosone.org), científicos de varias universidades, en conjunto con National Geographic, Pristine Seas e investigadores de la Estación Charles Darwin, analizan datos de diversas fuentes y desde 1925. Usaron fotografías históricas, cifras del Programa de investigación y monitoreo pesquero participativo de 1997 a 2006, e informes de observadores en barcos de pesca. La técnica fue la misma: medir al pez capturado.

En el estudio se analizan tres variables: el porcentaje de peces de tamaño menor al de reproducción, el porcentaje de tamaño óptimo y el porcentaje de megarreproductores. Los bacalaos se reproducen entre los meses de octubre y enero. Las hembras liberan los óvulos; los machos, el esperma, y los gametos se fertilizan en medio del océano. Los bacalaos se aglomeran, promocionan su presencia, es su estrategia de reproducción; es también el momento para pescarlos.

Los datos más recientes analizados en ese documento hablan del 95,7% de los especímenes pescados de tamaño menor al necesario para reproducirse, que solo el 4,7% tenía el tamaño en el rango óptimo y que casi no vieron megarreproductores (menos del 0,2%).

Si se capturan los peces antes de que puedan reproducirse, la población no alcanza a suplirse a sí misma. Si no dejamos que crezcan lo suficiente, impedimos que las hembras lleguen a tamaños en los que aumenta su fecundidad. Y si no existen vedas durante la época de reproducción, estamos disminuyendo incluso más drásticamente la población. Los indicadores utilizados en el documento referido muestran una tendencia al decrecimiento en los últimos 30 años y que, si continúa así, se podría llegar al colapso de la especie.

El artículo propone fuentes alternativas de ingresos para los pescadores, que en el 60% han manifestado su interés de cambiar de actividad, así como el establecimiento de regulaciones en esa pesca, ya que no existen ordenanzas para tal especie a más de las zonas de no extracción. Hacer cambios requiere de grandes esfuerzos, y la pesca de bacalao es importante para muchas familias galapagueñas. Urge optar por nuevas estrategias, porque el recurso se acabará al ritmo que vamos. (O) nalutagle@yahoo.com

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