La vida después del infarto

16 de Julio de 2017
  • Fumar aumenta de 2 a 3 veces el riesgo de accidente cardiovascular.
  • Dr. Agustín Loor, cardiólogo
  • Dr. Gregory Celis, epidemiólogo
  • Dr. José Castellano, cardiólogo

Hace unas décadas, la sobrevida después del primer infarto era de máximo diez años. Ahora, esa expectativa ha aumentado considerablemente.

Le puede ocurrir a un joven con antecedentes familiares, sobrepeso juvenil, tabaquismo, presión alta no detectada. Y también a un adulto mayor que ha sido saludable toda la vida, pero se descuida en la última etapa y enferma de diabetes.

El infarto cardiaco ocurre más en hombres que en mujeres, 3 a 1, indica el cardiólogo intervencionista Agustín Loor. El promedio de edad para el primer evento es 50 años. Pero también se ve de 25–30 y en mayores de 70. “No hay un factor que indique mayor prevalencia en un anciano que en un joven”.

Con la terapéutica actual, dice Loor, el paciente es capaz de reintegrarse a una vida normal, con un excelente pronóstico de sobrevida. “Su expectativa va a ser casi igual al de quien no ha tenido infarto. Alguien de 40 años puede vivir hasta los 80”.

Condiciones para la recuperación

La recuperación es igual para cualquier edad o sexo, señala el cardiólogo, y consiste en tres aspectos:

1. Cumplir la medicación (estatinas, aspirinas, antitrombóticos, controladores de la presión, diabetes y colesterol).

2. Rehabilitación física. El tiempo y resistencia de los ejercicios aumenta gradualmente; comienza con caminatas simples y ejercicios respiratorios, continúa con caminata enérgica y con la posibilidad de reincorporar deportes, de preferencia, natación (nunca pesas, remo, flexiones de pecho ni fútbol).

3. Cambios en el estilo de vida. No excederse en el horario laboral, descansar los fines de semana, cultivar la vida familiar y social, eliminar el alcohol y el cigarrillo, y la búsqueda de alguna actividad que brinde tranquilidad, como la meditación o yoga.

El problema del bienestar

Pero la preocupación de los médicos es la falta de fidelidad de los pacientes a ese tratamiento. Y el principal motivo para que alguien que ha tenido un primer accidente cardiovascular abandone, afirma Loor, es algo paradójico: la sensación de bienestar después de la operación y el alta. “Quedan tan reintegrados física e intelectualmente, a veces durante varios años, que olvidan que son pacientes cardiacos y que requieren cuidado, y vuelven a la vida de excesos: beber, fumar, ser sedentarios”. Y se exponen al siguiente infarto.

El doctor Gregory Celis, especializado en investigación clínica y epidemiología, aporta que el rango de edad del primer ataque cardiovascular para los países latinos es de 30-60 años, mientras que en Europa está entre los 50 y los 65. “Nuestra gente está muriendo muy joven”.

Es un problema médico que se deriva de un problema cultural: “Nuestra forma de comer. Ignoramos los factores de riesgo a corta edad, porque no duelen: cigarrillo, sedentarismo, alcohol, grasas hipersaturadas y azúcares refinados. Y les ponemos atención tarde, cuando viene el coma diabético o el infarto”. E incluso entonces, opina, los latinos adquieren poca disciplina. “A la semana de haber pasado el infarto, el 24% de los pacientes se olvida de lo que le pasó, y vuelve a su vida de antes”.

RAFAEL CUESTA CAPUTI, PERIODISTA (59)

El 16 de marzo de este año, el actual vicepresidente de Contenidos Informativos de Canal Uno tuvo un infarto. Recuerda que despertó el 20 y recibió el alta el 24. Preparado para una serie de recomendaciones estrictas por parte del médico, le sorprendió que no fuera así. “Me dijo: Lo peor sería que usted se estrese demasiado por no poder comer o trabajar. Tiene que recuperar su vida. Su arteria está como nueva. Pero tiene otras que se pueden bloquear. Esas son las que tiene que cuidar”. Cuesta decidió asumirlo con actitud positiva.

“Hay quien, cuando le pasa esto, se queda totalmente deprimido, por miedo a que vuelva a ocurrir, y no retoma su vida. Y está el que cree que con la operación quedó como nuevo y vuelve a su ritmo anterior, y a la posibilidad de un otro infarto”. Para alcanzar equilibrio, dice, es necesario estar consciente de lo que ha sucedido: un percance que pudo costar la vida y la seguridad de la familia. Pero tampoco se trata de vivir ‘para no morir’. Es partidario de cambiar malos hábitos. “He eliminado las frituras, pero sé que debo alimentarme bien. Todos los días hago ejercicio. Tres meses después, he pasado una nueva prueba de esfuerzo y todos mis exámenes. He vuelto a trabajar”. Es este el aspecto que más preocupa a los médicos, en su caso. Reducir la carga laboral es difícil. Al momento está a cargo del contenido informativo de los noticiarios y de un nuevo proyecto de programa de opinión. “Trato de hacerlo lo más divertido posible, para que el estrés no me afecte. Pienso hacer yoga”. Entre lo aprendido está evitar los excesos. “Me está yendo bien. No tengo miedo de enfrentar la vida, de otro infarto. Pero estoy consciente de que tuve un evento severo, con seis paros cardiacos. Me preocupo, pero no estoy en pánico”.

La píldora polifunción

Desde el primer minuto después de superar el evento cardiovascular, el paciente y la familia necesitan ser abordados por el médico para modificar hábitos de vida: buen régimen de ejercicio físico y alimentario, abandono del tabaco y, sobre todo, la medicación, defiende el doctor José María Castellano, coordinador del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares de Madrid (CNIC).

Él estima que las personas abandonan el tratamiento por factores complejos: socioeconómicos (no tienen dinero para medicinas), asintomáticos (no les duele nada ni perciben beneficio inmediato de las pastillas) y por una pobre relación médico-paciente. “Un estudio (del consorcio de salud Kaiser Permanente y la Universidad de California) midió cuánto tiempo pasamos los médicos hablándoles a los pacientes de lo que les estamos prescribiendo. La media fue de 49 segundos”, comenta Castellano.

Está, además, la depresión. Después de un infarto agudo al miocardio, del 30 al 40% de los pacientes sufren una depresión más o menos leve. Se trata de personas de mediana edad que no han sufrido enfermedades previas y han sido independientes, y de repente se ven vulnerables. Pasan de no tomar nada a tener siete fármacos de por vida. Esta depresión suele ser transitoria, no grave, pero suficiente para abandonar el tratamiento.

Luego están las múltiples fuentes de información no profesional. “Cuando la persona busca por su cuenta y lee que el fármaco que toma tiene efectos nocivos, lo deja sin comentarlo con su médico”, agrega Castellano. Una de las soluciones propuestas es la polipíldora, promovida por el doctor Valentín Fuster, cardiólogo del Hospital Monte Sinaí, de Nueva York. “Mejora muchísimo la adherencia y el control de factores de riesgo, y (a través del CNIC) estamos inmersos en un estudio en Europa para intentar demostrar que disminuye los eventos ‘duros’: el infarto, la muerte, el ictus”. Castellano aclara que la polipíldora está aprobada por las agencias regulatorias de 50 países, y contiene tres de los fármacos fundamentales de por vida (aspirina, estatinas y ramipril para presión alta).

La tendencia latina

En Brasil, Argentina y Paraguay, el promedio de adherencia al tratamiento después de seis meses del infarto es menos del 40%. El acceso a medicina también bajó. En los anteriores países, afirma Castellano, más Chile y Colombia, la cantidad de pacientes infartados con acceso a más de tres de las medicaciones indicadas no llega al 10%. La tendencia latinoamericana es preocupante. “México tiene la mayor tasa de obesidad infantil, y en Latinoamérica es en donde más han aumentado las tasas de obesidad en adultos en los últimos 40 años. Es una ola de exposición a factores de riesgo que todavía no han tomado forma de enfermedad, pero en breve lo harán”. (D.V.) (F)

CAMINAR Y NUTRIRSE

Empiece por caminatas de 20 min a paso lento por un mes, aumente a 30 min el siguiente mes, hasta que logre una caminata enérgica. La alimentación debe estar controlada por un nutricionista, acompañadas de exámenes de sangre periódicos.
 

LA VENTAJA DEL STENT

La endoprótesis vascular permite recanalizar la arteria para rehabilitarla. Se puede colocar varias veces con el paso de los años. Si se incumple el tratamiento, se puede acumular estos procedimientos, pero la expectativa de vida es cada vez menor.
 

 

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