Glaucoma: Ladrón silencioso de la visión

19 de Octubre de 2014
Sheyla Mosquera

Conozca el trastorno ocular que puede dañar al nervio óptico que envía las imágenes que van al cerebro.

Si usted tiene abuelos, tíos o padres que hayan tenido glaucoma, posiblemente es candidato a padecerla. Es una enfermedad ocular que se relaciona con el aumento de la presión dentro del ojo, muy diferente a la de tipo arterial.

Según el oftalmólogo Carlos Luis Chacón Pazmiño, de la clínica Santa Lucía de Quito, la presión intraocular se produce cuando hay dificultad en la salida de un líquido conocido como humor acuoso que es generado por la glándula cuerpo ciliar. “El problema se produce cuando no funciona el sistema de evacuación llamado trabeculado”.

Cuando aumenta la presión, agrega, se afecta directamente el nervio óptico, que es la reunión de todas las fibras del tejido sensorial llamado retina. Esta recibe la información del medioambiente para enviarla al cerebro, la transforma en imagen y es lo que vemos.

Al aumentar la presión, estas fibras se van muriendo en forma continua a lo largo del tiempo y la persona comienza a disminuir su visión periférica (de lado). Al principio no se siente porque no da una sintomatología directa. De ahí que surge el eslogan manejado desde hace muchos años de que el glaucoma es el ladrón silencioso de la visión.

Generalmente, el oftalmólogo descubre que el paciente tiene glaucoma en forma fortuita cuando le toma la presión del ojo, está alta y evalúa el nervio óptico. La presión ocular normal varía entre 10 y 20 mm Hg (milímetro de mercurio) y si es superior, se considera alta.

Chacón asegura que actualmente hay pacientes menores de 40 años a los que se les encuentra esta enfermedad. Por ello, es muy importante que acudan a la consulta para hacerse evaluaciones preventivas, aunque no sientan nada.

Tipos de presentación

Según el oftalmólogo Alfonso Almeida, hoy se cuenta con tecnología avanzada que permite diagnosticar más tempranamente las alteraciones que se producen en forma estructural en el nervio óptico. De esta manera se puede evitar que la lesión en esta zona termine en un daño funcional en el campo de visión y se previene la gran lesión que es la pérdida del campo visual.

El glaucoma, explica, puede ser congénito (desde el nacimiento), juvenil (después del año de vida y en la adolescencia), del adulto (después de los 40 años) e incluso por causas externas al ojo.

El congénito, dice, tiene una incidencia de uno cada 10 mil nacidos vivos y no es muy frecuente, pero cuando se presenta tiene que ser detectado a tiempo por el pediatra neonatólogo. Se observa el ojo más grande de lo normal, opacidad de la córnea, lagrimeo frecuente (epífora) y rechazo a la luz (fotofobia).

“Los niños con glaucoma deben ser tratados quirúrgicamente lo antes posible para evitar que el ojo siga creciendo y se dañen el nervio óptico y la córnea, incluso puede llegar a la ceguera”.

Según Chacón, hay que darle importancia al glaucoma congénito porque un niño tiene una vida por delante y el diagnóstico oportuno y temprano contribuiría a que su recuperación visual sea aceptable o muy buena y ayudaría hacer su vida normalmente.

Lo más importante, agrega, es que una vez que se trató al paciente debe haber un seguimiento por el resto de su vida. Al principio no importa tanto qué presión tiene el ojo, sino qué tamaño tiene, pues la efectividad de la cirugía se mide en que el ojo comienza a regular su crecimiento.

En cambio, dice Almeida, el glaucoma en el adolescente es como el de una persona adulta y tiene dos causas básicas importantes: una mecánica, que es el aumento de la presión intraocular como tal y la de tipo vascular, en la cual se asocian enfermedades como la hipertensión arterial, diabetes, el fenómeno de Raynaud, entre otras, que pueden provocar a mediano o largo plazo alteraciones en el campo de la visión, debido a los cambios en la oxigenación del nervio óptico.

En cambio, la presión intraocular por causas externas, dice Chacón, se produce por el uso indiscriminado de gotas con corticoides, que son antiinflamatorios que ayudan en muchos procesos oculares. También por cirugías, tumores o un trauma, entre otros.

Gotas o cirugía

Una vez que se diagnostica el glaucoma, dicen los oftalmólogos, se determina de qué tipo es y el escalón de tratamiento. El primero consiste en la colocación de gotas específicas para cada paciente con el objetivo de bajar la presión del ojo. Se puede empezar con una clase de gotas e ir asociándolas con otras hasta que el afectado las vaya tolerando y se consiga reducir la presión.

Si no se lo logra, agrega Chacón, se aplica láser de argón en la zona llamada trabeculado. Este es un tratamiento paliativo, es decir temporal, ya que permite ganar tiempo en el desarrollo del glaucoma. Y el tercer escalón es la cirugía llamada trabeculectomía, que permite la salida del humor acuoso. Las hay de varios tipos, porque están encaminadas a cada paciente según el estadio en que se encuentra la enfermedad.

Según Almeida, la cirugía requiere de habilidad y experiencia, ya que puede fracasar con el tiempo. “Puede funcionar un año, dos o cinco y requerir otra intervención, pues a veces se termina colocando implantes como son las válvulas para el control del glaucoma”.

Después de la cirugía, explica, se usan medicación y un protector transparente para no lastimar el ojo. Además se requieren controles seguidos a las 24 horas, luego a la semana, a los quince días, al mes y luego cada tres meses. El seguimiento sirve para que la cirugía no fracase y la presión del ojo se pueda controlar.

Rigidez del ojo

En el adulto la rigidez de la pared del ojo es mayor, por lo que la presión afecta al nervio óptico que es la parte más débil.

Pero en el niño es todo lo contrario, la pared es muy flexible y el ojo tiende a seguir creciendo.
 

Investigación científica

El Instituto Nacional del Ojo (NEI) de los EE.UU. financia estudios para encontrar cuál es la causa del aumento de la presión del líquido dentro del ojo.

También hace estudios clínicos para nuevos medicamentos.
 

 

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