Alimentación escolar: Responsabilidad mundial

09 de Junio de 2013
  • Carmen Helena Burbano de Lara mientras trabajaba con el Programa de Alimentación Escolar de Puerto Príncipe (Haití).
  • Stand del Programa Mundial de Alimentos en la Feria de Nutrición organizada en Ibarra por el Gobierno Provincial de Imbabura y el Patronato de Acción Social con la colaboración del PMA.
  • Alumnos de la escuela Fabián Jaramillo, de Ibarra, explican las recetas dadas por el PMA.
Sheyla Mosquera de Calderón

La ecuatoriana Carmen Burbano de Lara forma parte del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (PMA) con sede en Roma.

Ella es una quiteña de 34 años con una maestría en Administración Pública de la Universidad de Harvard. Trabaja para el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (PMA) desde el 2004. Comenzó siendo parte de un programa de jóvenes profesionales y desde entonces ha ocupado puestos en varios países. Por eso ha trabajado y vivido en Tanzania, Malawi, Kenya, Etiopía y Haití, entre otros.

En el 2007, dice mediante una entrevista por correo electrónico, la transfirieron a Roma para trabajar en la sede. Actualmente es oficial de Política y Estrategia y forma parte del equipo que se encarga de los programas de protección social. Uno de estos es el de Alimentación Escolar, en el que ella es la experta.

“Me encargo de diseñar la estrategia global del PMA con respecto a sus programas de alimentación escolar que cubren a 60 países y alimentan a más o menos 27 millones de niños al año. También asesoro directamente a gobiernos que lo requieran como, por ejemplo: China, México, Haití, Madagascar, entre otros. Incluso desarrollo alianzas con socios claves en el mundo del desarrollo, como es el Banco Mundial y Unicef”.

En América Latina el panorama de alimentación es muy bueno. En efecto, en la región se encuentran alguno s de los mejores programas del mundo, como son los de Brasil, Chile, Ecuador y México”.

La semana pasada, comenta, el gobierno de China anunció planes de extender el Programa Nacional de Alimentación Escolar para cubrir a 40 millones de niños en las regiones más pobres del país y de financiarlo por al menos 30 años. Es un ejemplo, agrega, que resalta el aumento en el nivel de interés por estos programas a nivel mundial y en asistencia técnica y asesoramiento.

Carmen Helena de Lara estuvo en México hace un mes como parte de una misión internacional pedida por el presidente Enrique Peña Nieto, quien lanzó hace poco una cruzada contra el hambre. Co mo resultado, asegura, ella estará en los próximos meses asesorando al gobierno mexicano en varios planes de protección social y de seguridad alimentaria, entre ellos el de alimentación escolar.

El Programa Mundial de Alimentos, agrega, ha estado apoyando a gobiernos con este tipo de programas desde hace más de 45 años. Por lo tanto, es una intervención que tiene una trayectoria larga y establecida.

Sin embargo, lo que Carmen Helena ha hecho en los últimos cinco años (con un equipo de personas), a través de varias publicaciones y asesoramiento directo a países, es reconceptualizar y revalorizar los programas de alimentación escolar dentro de la política pública.

Hasta hace pocos años, agrega, estos programas eran vistos como intervenciones asistencialistas, generalmente apoyados por donaciones de comida del exterior (más en los países de bajos ingresos). En algunos casos, cuenta, eran vistos como programas de caridad o beneficencia.

Pero en el 2008, a raíz de la crisis del precio de los alimentos y del petróleo, empezaron a entender a través de estudios de casos y trabajo directo con los gobiernos que los programas de alimentación escolar son mucho más importantes de lo que se creía.

Lanzamiento de libro

Carmen Helena, junto con colegas del Banco Mundial, publicó en el 2009 el libro Rethinking School Feeding (Repensando la alimentación escolar). Ella es la segunda autora de ese texto que ha sido traducido al chino, ruso, francés, español y árabe. En esta obra concluyeron que los programas no son simplemente entregas de comida en las escuelas, sino piezas fundamentales de la red de protección social de un país y una inversión no solamente en la educación y salud de sus niños –y por consiguiente en su futuro–, sino también en la economía y agricultura locales.

“Si se vinculan los programas con la producción agrícola local, se estimula la producción y se pueden redistribuir los recursos destinados al programa hacia los pequeños agricultores, generando un círculo virtuoso que apoya la soberanía alimentaria y la equidad”, asegura.

Una característica importante de lo que han hecho con el equipo que ha trabajado en este tema, dice, es que se ha introducido la idea de diseñar programas de alimentación escolar basados en evidencia y buenas prácticas. De esta manera han fomentado la formulación de políticas públicas basadas en información empírica, en estudios de caso, evaluaciones y encuestas.

Carmen Helena también escribió el libro El estado actual de la alimentación escolar en el mundo, que se presentó hace dos semanas en Brasil. El texto, dice la autora, es parte del esfuerzo por recopilar información, analizarla y ponerla a disposición de los países para que puedan mejorar sus programas con base en fuentes de información creíbles y sólidas.

Estimaciones de inversión

La publicación, dice Carmen Helena, presenta por primera vez el número de niños a nivel mundial que reciben alimentos en las escuelas: 368 millones. También expone las primeras estimaciones de la inversión que esto representa a nivel mundial, que está entre los 50 y 75 billones de dólares anuales. Cifras que han sorprendido, agrega, porque no esperaban encontrarse con que el programa tiene esta magnitud.

Casi todos los países del mundo buscan alimentar a sus niños en las escuelas –los países ricos y los pobres indistintamente–. Sin embargo, dice Carmen Helena, a pesar de estas cifras, que consideran como buenas noticias, también hay varios datos preocupantes.

“El más importante es que la cobertura de los programas (el porcentaje de niños que tienen acceso a alimentos en la escuela) es más baja en los países que más los necesitan, los de menos recursos.”

En estos países, explica, solamente dos de cada diez niños reciben alimentos en la escuela, comparado con los estados de medianos ingresos, donde casi la mitad de niños tiene acceso a la alimentación escolar.

El informe también encuentra que en muchos países los programas de alimentación podrían ser más sostenibles y más eficientes. En especial, agrega Carmen Helena, hay que mejorar en el tipo de alimentos que se proporcionan y la calidad; los costos de los programas, entre otros.

Hemos abierto un Centro de Excelencia en la lucha contra el hambre en Brasil justamente para difundir la experiencia brasileña en otros países de la región y del mundo, Carmen Helena Burbano de Lara

 

Panorama en América Latina

Carmen Helena comenta que en América Latina el panorama de alimentación es muy bueno. “En efecto, en la región se encuentran algunos de los mejores programas del mundo, como son los de Brasil, Chile, Ecuador y México”, asegura.

Incluso, agrega, en los países más pobres de la región como Haití, se ven esfuerzos por hacer el vínculo con la agricultura local a través de mecanismos innovadores, como por ejemplo, trabajar con el Ministerio de Agricultura para que los agricultores que reciben apoyo del sector agrícola tengan la oportunidad de vender sus productos al programa.

Es por esto que el PMA, dice Carmen Helena, se encuentra trabajando cada vez más en lo que se llama “cooperación sur-sur”, es decir, fomentando el intercambio de experiencias de país a país. “Hemos abierto un Centro de Excelencia en la lucha contra el hambre en Brasil justamente para difundir la experiencia brasileña en otros países de la región y del mundo. Estamos también desarrollando acuerdos con México, Chile, Rusia y China para apoyar este tipo de intercambios”.

En cuanto al programa de alimentación escolar de Ecuador, agrega, este cumple con casi todos los criterios de calidad y eficiencia. Pero uno de los elementos que podrían estar en la agenda del Estado es el vínculo entre la agricultura local y el programa, lo cual no se ha logrado hasta el momento.

Se podría, por ejemplo, destinar una parte de los recursos del programa (en Brasil es el 30%) para compras locales, específicamente de grupos de pequeños agricultores, quienes podrían incrementar sus ingresos con esas ventas. También se podría tener un enfoque de género, privilegiando a grupos de mujeres productoras o manipuladoras de alimentos. Para esto se necesitaría una coordinación más estrecha entre ministerios, lo cual es un reto para todos los países.

Finalmente, dice Carmen Helena, los programas de alimentación escolar administrados por los gobiernos benefician no solo a los niños, sino a la comunidad entera. “El PMA estima que por cada dólar que se invierte en el programa, el retorno económico es de tres dólares”.

 

Más de ella

Carmen Helena Burbano de Lara nació en Quito. Habla cinco idiomas (español, inglés, italiano, francés y portugués).

Estudió la primaria y la secundaria en el colegio Americano de Quito y luego hizo la primera parte de sus estudios en Economía en la Universidad de los Andes, en Bogotá, Colombia (aquí no se graduó porque se mudó a vivir a Nueva York). Su primer título universitario fue de la Universidad de Nueva York. Su carrera inicial fue Literatura y Estudios Latinoamericanos. También tiene una maestría en Administración Pública de la Universidad de Harvard, donde se graduó con honores. Ahí recibió tres premios de excelencia académica y liderazgo en el 2010.

Beneficios del programa

Los programas de alimentación escolar, dice Carmen Helena, consisten en alimentos que se entregan a los niños en las escuelas, sean desayunos, almuerzos o colaciones. Dependiendo del país y de lo que dicte la política de Estado, se implementan en los niveles preescolar, primaria y secundaria.

En la mayoría de países es el gobierno, a través de uno de sus ministerios, generalmente el de Educación, el que se encarga de la administración de los programas. Los recursos pueden ser nacionales o venir a través de ayuda internacional.

La preparación de los alimentos, dice Carmen Helena, también varía de país a país. En algunos, es la comunidad la que los prepara en las escuelas, generalmente los padres de familia junto con los maestros. “Así se fomenta también la participación de los padres en la educación y alimentación de sus hijos. Pero también existen programas que dan a los niños alimentos previamente preparados o procesados (barras de cereales, por ejemplo), en cuyo caso no se necesita de preparación a nivel de la escuela”, asegura.

Si la comida es debidamente fortificada o balanceada, la alimentación puede también rectificar deficiencias de micronutrientes (como el hierro y la Vitamina A) que son muy importantes para el desarrollo infantil y el aprendizaje.

 

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