Violencia en los adolescentes

23 de Septiembre de 2012
Sheyla Mosquera de Calderón

Cada día los jóvenes se vuelven más agresivos y su grado de frustración lo descargan con los más vulnerables. Hay que prestar atención.

En el mundo existe mucha violencia. Se la observa en los noticiarios, en los videojuegos, en las películas, en la música, en el internet, en el hogar, en los colegios e incluso en las palabras. De hecho, actualmente, algunos adolescentes son protagonistas de las agresiones en general como grupo humano.

En los EE.UU., desde hace más de veinticinco años, se han reportado casos de estudiantes que portan una pistola, se dirigen a la escuela y disparan a sus compañeros, dejándolos heridos o muertos. Mientras que en Inglaterra, España, Brasil, entre otros, hay jóvenes que se agrupan, se toman una calle o un barrio y destrozan un sector.

En Ecuador aun los adolescentes no han llegado a ese grado de violencia, pero sí a la que se experimenta dentro de las escuelas o colegios. Según la terapeuta familiar Margarita Toral de Martínez, se la conoce como bullying: ese hostigamiento o acoso escolar, constante y sostenido, a un compañero de clases simplemente por ser diferente.

Siempre existió, dice, pero ahora con mayor insistencia. Incluso hay jóvenes que llegan al extremo de pensar en el suicidio porque no soportan ser molestados a diario.

Pero ¿quién es responsable? Aunque puede iniciarse en la escuela o en el colegio, definitivamente en la mayoría de las ocasiones se origina en la casa. “Generalmente, la violencia está en manos de quien tiene más poder, es decir, en cualquiera de los dos padres, y que a diario se desvalorizan o agreden con comentarios soeces y dañinos para la autoestima”.

Cuando los hijos observan ese comportamiento lo aprenden y lo repiten, dice Toral de Martínez, más aún si son víctimas de la constante desvalorización que reciben de sus progenitores o de la autoridad que los tiene a cargo.

Si a un adolescente, agrega, no le permiten ni levantar la cabeza para expresar lo que piensa o siente, vivirá creyendo que es culpable, y que sus progenitores tenían la razón de tratarlo con violencia.

Por eso el adolescente violentado siente frustración, un sentimiento que no puede canalizar adecuadamente, pero que al estar en contacto con otras personas como, por ejemplo, sus hermanos menores, compañeros de aulas u otras personas, lo exterioriza arrojando toda su furia contra ellos.

En el fondo, son chicos o chicas con baja autoestima que para crecer un poco hacen que los demás se sientan mal. Por ello, siempre buscarán a alguien vulnerable, es decir tímido, con algún defecto físico, que no sepa defenderse o al alumno nuevo de la clase.

“Desgraciadamente, a los otros compañeros que están a su alrededor les parece gracioso su acoso y comienzan a hacerle el coro y esto va creciendo y creciendo”, asegura.

Pero no todo es culpa de los padres, dice Toral de Martínez. También influye el mal trato que algunos maestros dan a los alumnos. No solo los ridiculizan, sino que los hacen sentir culpables y que no valen. Según la terapeuta, ella conoció el caso de unos padres magníficos y muy ocupados, que no se dieron cuenta de que su hijo cuando estaba en segundo grado, tenía un profesor que lo martirizaba y lo desvalorizaba. ¿Por qué? Porque le cayó mal el papá y porque este niño le recordaba cuando él era pequeño.

“El niño comenzó a tartamudear, a sacar malas calificaciones, y aunque los padres iban a hablar con el profesor, este siempre le decía que su hijo era un malcriado. Hasta que se encontró la verdadera causa, justo cuando comenzaba a hacerse realmente problemático, y esto respondía al patrón que el profesor le había estado inculcando con sus comentarios y su manera de corregirlo”.

Y si a esto, agrega Toral de Martínez, se le aumenta la violencia que ven en la televisión donde siempre el más fuerte es el que gana o el que manipula a los demás, entonces el adolescente va aprendiendo que así es como se arreglan las cosas y que se puede sobrevivir sin valores.

Según la psicóloga clínica y magíster en educación Mónica Llanos de Mora, los adolescentes también se están volviendo violentos mediante las redes sociales. En la actualidad cada vez más están empleando un léxico soez, sobre todo, al chatear. Es una subcultura de calificativos, pues al interactuar con otras personas, a veces mayores de edad, les inculcan, el ¡no te dejes! o el ¡no hagas caso! Entonces esas palabras son asumidas como un patrón normal.

Ausencia afectiva

Los adolescentes también se vuelven violentos, dice el psicólogo argentino Claudio César García Pintos, cuando existe una marcada ausencia afectiva de adultos (padres y educadores fundamentalmente), que han ido dejándolos solos y exponiéndolos a la situación de hacerse cargo de muchos aspectos de sus vidas, precozmente.

“Ellos toman decisiones que, en realidad, aún les corresponde a sus padres. Incluso experimentan una carencia de presencia normativa en sus vidas, siendo ellos los que tienen que ponerse límites a sí mismos. Esto también genera un alto grado de estrés que puede derivar en violencia”, asegura.

García está convencido de que tras esa apariencia suficiente, soberbia, autoritaria, atrevida y violenta de los adolescentes, hay mucha inseguridad y mucho miedo. Este último es, tal vez, la razón más poderosa, generadora de conductas violentas.

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Como todo violento, agrega, los adolescentes son emocionalmente inestables con picos de varianza de su respuesta intempestiva. Pasan del buen humor al acto violento sin motivo. En general, toda su conducta es intratable y suele estar exacerbada: aún el “buen humor” puede estar excitado, el modo de comer, de actuar, de vivir es, en el fondo, violento.

Ellos se sienten amenazados y la conducta violenta es expresión de un intento omnipotente por superar la vivencia profunda de impotencia. Ante un mundo en el que siento miedo, la supervivencia depende de que no se note mi temor y de intentar lograr pertenencia y participación integrada, abriendo espacio “a los golpes”.

Llanos de Mora considera importante que los adolescentes agredidos, es decir, las víctimas aprendan estrategias para defenderse sin necesidad de emplear la violencia. Esto se consigue con la formación del pensamiento autónomo, o sea, poder expresar su desagrado por el hecho de ser molestado y agredido.

Alcohol y drogas

Otras razones de la conducta violenta en los adolescentes tiene que ver especialmente con el consumo del alcohol y las drogas. Según García, esto usualmente genera conductas que resultan de la liberación de emociones o la excitación generalizada.

“Más allá de lo que ellos mismos creen, sus organismos no están madurativamente preparados para la metabolización del alcohol, y mucho menos cuando es consumido en exceso, como sí sucede en un organismo adulto (el que de todos modos manifiesta dificultades para hacerlo cuando la ingesta es excesiva)”.

Si el organismo físico no está preparado, agrega, tampoco su emocionalidad que, naturalmente, es bastante inestable en esta edad, y que se hace más inestable con el consumo. Todo esto genera un estado general psicofísico de excitación, de muy difícil manejo por parte del adolescente, el cual deriva casi inevitablemente en estados violentos de conducta.

Futuro violento

Si el adolescente crece con esa carga negativa de agresividad contenida y pensando que es el más fuerte y respetado, se va transformando en un líder negativo que cree, además, que así es como se debe llevar la vida, y será un futuro delincuente o alguien que a lo mejor llegue a la cárcel.

Todo porque los adultos alrededor no son capaces de ponerle el alto.

Incluso, dice Toral de Martínez, cuando sean adultos van a conseguir una pareja débil a la que puedan seguir maltratando o manteniendo la misma posición desigual, es decir la de agresor, prepotente y con todo el dominio físico y verbal. “Desgraciadamente se mantiene esta misma tipología, no solo en la relación de familia, sino en la sociedad, que cada vez se va volviendo más agresiva.

¿Es posible cambiar?

El joven que se está volviendo violento, dice Toral de Martínez, debe recibir tratamiento para cambiar. Cada caso es diferente y se debe analizar qué le sucede, cómo es el ambiente donde vive, cómo es la comunicación con los padres o cuánta validez y valoración le dan al hijo.

A los hijos siempre hay que decirles cuánto se los quiere, porque eso es lo que ellos necesitan. Aunque hay que hacerles ver cuando se equivocan, este debe ir acompañado de un te quiero porque eres tú y no por tu buen comportamiento.

La sociedad cada día está más violenta y los padres tienen que preparar a los hijos para un ambiente difícil también, no siempre para uno perfecto.

Según García, el tratamiento contra la violencia en el adolescente depende de qué la genera. Si es como manifestación de la cultura en la que vive, como expresión de una personalidad antisocial o como trastorno de la personalidad.

En la mayoría de los casos, es recomendable la orientación a padres (para que puedan ser contenedores de sus hijos) y educadores, eventualmente proponiendo un proceso de orientación personal o de psicoterapia para el adolescente, de modo que pueda resolver sus conflictivas emociones y desarrolle recursos personales que le puedan brindar seguridad en sí mismos.

Además, cuando en el perfil violento ya se han instalado conductas de exceso como, por ejemplo, el alcoholismo o se han protagonizado incidentes delictivos (aun menores), accidentes (automovilísticos), y se ha sumado un historial de conflictos escolares con posible deserción de la escolaridad o tienen el ritmo de vida cambiado, duermen de día, viven de noche, pasan mucho tiempo en la calle y no trabajan ni estudian o establecieron relaciones de amistad reciente con extraños, entre otros, al margen de una orientación conveniente, estos adolescentes ya necesitarán ayuda profesional más compleja. Por ejemplo, psicoterapia, terapia de rehabilitación de hábitos de consumo, estrategias para la reinserción escolar, entre otros. Todo esto implica, la mayoría de las veces, un tratamiento psicofarmacológico.

Si el adolescente ya tiene estructurados comportamientos psicopáticos o aún no, pero muestra rasgos de este estilo, el caso es más difícil de contener y resolver. Si bien en los perfiles anteriores puede darse una remisión del comportamiento violento, en este nivel esa recuperación es muy difícil de lograr.

Lo más que puede pretenderse es contener al individuo y ayudarlo a desarrollar recursos para administrar mejor esa violencia, de modo que no sea tan perjudicial ni para sí ni para los otros.

Por último, dice García, la consigna general para los padres y los educadores de niños y adolescentes es que deben recuperar la presencia normativa en la vida de ellos. Los límites son contenedores, actos de amor (no de castigo), que ordenan la vida de los individuos en proceso de maduración. Les permiten desarrollar recursos para la superación de adversidades y frustraciones, generan vivencia de seguridad (aun cuando en lo inmediato les moleste tener límites) y son benéficos en el desarrollo final de la personalidad).

 

AGENDA

Jornada Internacional ‘Herramientas eficaces para acompañar a jóvenes y adolescentes en conflicto’.

Organizado por el Centro Pedagógico Kentenich. Disertarán los expertos en psicología y logoterapia Claudio García Pintos, de Argentina, y Sandra Barbero, de Perú. Entre las conferencias que se tratarán están: ‘Enfrentar el vacío’, ‘Logoteens, acompañar al adolescente hoy’ y ‘¿Cómo desplegar desde la familia la espiritualidad en el adolescente?’. Además, los talleres ‘Modelando mi ser, creciendo en actitud de escucha para estar junto a...’ y ‘Diálogo socrático. Sacar a la luz. Aprender a abordar a un adolescente, uso de la técnica’.

Fecha: Jueves 4 de octubre del 2012.
Horario: De 09:00 a 18:00.
Dirección: Grand Hotel Guayaquil
Informes: 601-2054, 602-5304.

 

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