Oportunidades en el autismo

17 de Julio de 2016

Niños y jóvenes con trastornos del espectro autista pueden aprender habilidades y vivir de manera independiente en la escuela y el trabajo.

Tratar de ser más objetivos al observar la conducta de un hijo, en especial de un hijo con dificultades de aprendizaje, puede parecer difícil para los padres. Una forma de ayuda está en terapias como la que ofrece el análisis conductual aplicado (ABA).

Por ejemplo, no se conforme con pensar que su hijo está triste. Piense que algo ocurrió para incitar esa conducta, y además de averiguar qué es, hace falta pensar en qué se puede enseñar al niño o joven para ver un cambio en su forma de reaccionar.

“Muchas veces el niño repite algo porque la respuesta siempre ha sido la misma”, explica la analista conductual María Fernanda Chang, del Centro de Enseñanza Especializada Enigma. “Patalea porque el resultado es agua o un chocolate. La solución no es dejar de darle cosas, sino enseñarles habilidades nuevas, reemplazar las conductas inapropiadas por aquellas que sí queremos ver”.

Esto suena sencillo, dice Chang, pero es fácil equivocarse. Una de las tácticas que se suele utilizar erróneamente es la de reforzar comportamientos. No se trata, como a menudo se piensa, de repetir (copiar, ensayar) algo muchas veces, sino de estimular una conducta correcta para que esta vuelva a ocurrir. “Si la respuesta positiva del niño se repite, es porque se lo está reforzando de manera eficaz”.

Para la escuela y para la vida

Chang se ha especializado en el área del autismo y déficit de atención, con chicos que han logrado incluso la autonomía total, que es uno de los objetivos del análisis conductual. “Se basa en la observación del momento, se ve el problema desde un punto macro. ¿Por qué hace esto el niño o joven? ¿Qué comportamientos pueden enseñársele para evitar que adopten conductas inapropiadas y lograr que puedan controlarse sin necesidad de ser medicados?”.

La terapia empieza con un programa individualizado, previa evaluación. Las expectativas que la familia traiga son importantes, pero los cambios deben ser, en primer lugar, significativos para la vida social del niño. Dentro de la terapia se descubrirá qué es lo motiva y se trabajará con el sistema de recompensas inmediatas, que no se limitan a algo tangible, sino a acciones motivadoras: juegos y muestras de afecto.

El método se puede aplicar en niños a partir de los 18 meses. “Los padres se preocupan cuando ven que los pequeños, a esa edad, no han empezado a hablar; desde entonces se puede intervenir”, afirma Chang, quien ha trabajado con jóvenes de hasta 22 años, equipándolos con habilidades para el mundo laboral.

La organización benéfica estadounidense Autism Speaks valora el empleo de la terapia ABA en personas con trastornos del espectro autista y otros desórdenes del desarrollo, como herramienta para adquirir destrezas diversas, desde estilos de vida más saludables hasta el dominio de un segundo lenguaje.

Entre las habilidades básicas que se buscan están saber observar, escuchar e imitar, pero también hay la oportunidad de desarrollar tareas más complejas como leer, conversar y entender el punto de vista de los otros, de manera que se pueda participar en actividades familiares y comunitarias.

¿Cómo integrar a la persona autista? Coméntenos

Uno de los enfoques más beneficiosos, sostiene Autism Speaks, es el de combinar múltiples técnicas ABA para crear programas de intervención temprana (antes de los 4 años), intensiva (25-40 horas por semana en un periodo de 1 a 3 años), y comprensiva (contempla las áreas de comunicación, sociabilidad, cuidado propio y preparación para la vida escolar). Algunos de esos niños podrán integrarse a un aula regular con poco o ningún soporte educativo adicional. En adición, los padres de los niños que reciben este tipo de terapia reportan gran reducción en el estrés diario.

Mientras tanto, en adolescentes y adultos con autismo, las técnicas ABA son efectivas para construir oportunidades de tener un empleo y vivir de forma independiente. Sin embargo, los beneficios en es tas edades han sido menos estudiados que con niños pequeños.

Terapia, hogar y escuela

El programa se adapta, para poder llegar a la casa, a lo que los padres puedan replicar. Un requisito es registrar la ayuda que dan al hijo y la manera en que él repite uno u otro comportamiento. Chang señala que así se trabaja en que el niño o joven “aprenda a pedir las cosas verbalmente, a esperar su turno, estar en un ambiente como la cocina, ir al supermercado”.

Integrar a la escuela en el proceso es un poco más complicado, los protocolos de cada centro educativo son distintos. Algunas instituciones aceptarán la intervención, otras no. “En el primer caso, se pide la colaboración del maestro para darle al niño las consignas de comportamiento que lo ayuden a prevenir y enfrentar aquello que los molesta, pero no pueden comunicar. Una pauta de comunicación positiva”, comparte Chang, “consiste en que el niño aprenda a pedir un minuto más de tiempo, en vez de descontrolarse porque le quitan algo”.

Si se logran integrar estos tres frentes, terapia, hogar y escuela, habrá una reunión una vez al mes, para involucrar a los padres y a los maestros para informarles en qué área se trabajará con el niño durante ese periodo, y qué pueden hacer para transmitirlo en los diferentes espacios donde el niño esté. Lo primero que la psicóloga recomienda a los padres de niños o jóvenes con trastornos de aprendizaje es expandir los horizontes de sus hijos, “tratar de involucrarlos en la comunidad, sea con hijos de vecinos, amigos o familiares, en la tarde o en la mañana y, si es posible, en un centro educativo”. (D.V.) (F)

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