Muchos contactos, pocos amigos

02 de Octubre de 2016

Piense en todas las personas que pueblan su mundo. ¿En quiénes de ellas puede confiar?

Algunos de los vínculos que desarrollaremos durante la vida serán pasajeros. “Los amigos verdaderos no serán muchos”, advierte la psicóloga clínica y orientadora Cecilia Chávez-Bowen de Larrea. “Es difícil llegar a conocerse lo suficiente para que la comunicación sea de confianza total”. Habrá conocidos y compañeros con mucha afinidad, pero no todos llegarán a ser amigos.

La necesidad de conexión es indiscutible, dice la orientadora familiar y terapeuta Mónica Hurtado de Cabanilla, pero la calidad de los vínculos es lo que hará la diferencia.

“En nuestro camino conoceremos seres estupendos, pero aunque los valoremos o nos conectemos con ellos no siempre los ascenderemos al nivel de amigos. Ellos permanecerán en el lugar de ‘Lo conocí en...’.

¿Los amigos de verdad son para siempre? Hurtado cree que una amistad puede mantenerse desde la infancia, así como ser temporal (limitarse a ciertas etapas de la vida) o volverse cíclica (reencontrarse más de una vez).

De lo que sí depende la auténtica amistad es de haberse construido a partir del conocimiento de la otra persona y de los afectos que se desarrollen a partir de eso. Ese conocimiento, aporta el psicólogo clínico Óscar Nieto, no es racional, sino intuitivo, basado en la empatía, “y esto solo puede provenir de una persona que tiene un desarrollo emocional equilibrado”.

La empatía se aprende en la niñez, posteriormente es difícil desarrollarla. ¿En qué consiste? “Tomar al otro tal como es, sin pretender cambiarlo, que no es lo mismo que tolerar. Es un reconocimiento del otro sin juicios, sin acomodarlo a mi necesidad”.

Para Nieto la amistad, así como el amor en pareja, tiene fundamentos que la hacen genuina: es respetuosa, fácil de llevar, agradable, coincidente, feliz, libre e incondicional, “no obliga ni manipula”. En la amistad hay, además, un mutuo reconocimiento. “Para que exista el yo, debemos ser capaces de llamar ‘tú’ al otro, darle un lugar”.

Amistad o popularidad

Puede ser, admite Nieto, que los viejos amigos que se han perdido de vista tengan la oportunidad de reencontrarse en el ciberespacio, y eso los lleve a reestablecer contactos reales, cotidianos, haciendo que la amistad recobre sentido. “No es lo mismo cuando encontramos personas en la red que se identifican con nuestros ‘estados’, pero con quienes no tenemos ningún tipo de conocimiento mutuo”.

Así como las redes sociales pueden acercar a amigos que se perdieron de vista, distancian al no favorecer la formación de vínculos auténticos. No es lo mismo tener amigos que tener contactos, opina Nieto. Muchas de esas listas están compuestas de desconocidos que en algún momento coincidieron en algún pensamiento.

“Las redes sociales ayudan a saber de amigos lejanos, pero alejan a los que tenemos cerca”, advierte Chávez. “El mundo virtual se afianza y el real se desdibuja, porque ya no se ‘pierde el tiempo’ llamando por teléfono, peor visitando. Los emoticones nos ahorran decir que nos alegra algo o que queremos a alguien y los besos y abrazos virtuales sustituyen el contacto en vivo”.

La hipermediatización, en efecto, ha diluido para muchos la posibilidad de construir una amistad en la que ambas partes puedan sentirse refugiadas y acompañadas, aceptadas y libres de expresarse con todas sus ideas e impulsos, observa Hurtado.

Ella habla de una confusión entre amistad real y popularidad. “Lo que se debe tener claro es que la popularidad es de corta duración y cuando termina deja en los individuos una sensación de vacío; al construir amistades verdaderas es muy difícil caer en el vacío social, pues sabemos que en todo momento contamos con alguien y que estamos disponibles para ese otro. Valdría la pena preguntarnos ¿será que cambiamos cantidad por calidad de amigos?”.

“Nos hemos hecho cómodos”, afirma Nieto por su parte. “Puedo publicar: ‘Hola a todo el mundo, los amo a todos’, pero no hago nada por comprender a nadie. Es más, si alguien me llega a llamar para decir: ‘Oye, tomémonos un café’, me incomoda, porque me saca de mi zona de confort y me lleva a otro espacio donde no tengo práctica ni objetivos”.

Nieto cita al sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman, quien en su libro Amor líquido habla de las relaciones que se activan y desactivan al mismo tiempo que la pantalla. “Me desconecto y ya no existes para mí”. Son, considera el psicólogo, conexiones imaginarias, sin profundidad. ¿Entonces no hay que usar las redes? Espere. “Pueden ser ventajosas al inicio, pero no en el desarrollo de la relación”.

Como una práctica saludable, propone dejar el teléfono a un lado cuando ya ha servido para localizar a los amigos y propiciar un encuentro personal.

Pero la amistad adulta no consiste solo en reunirse a festejar, señala Chávez, “sino en estar con el amigo que nos necesita, aunque no hayamos hablado en largo tiempo. Es alegrarnos de sus triunfos sin sentir envidia. Es tratar de levantarle el ánimo y si no se puede, ser el hombro en el cual llore. Y es tener la confianza para llamar a horas ‘inadecuadas’ si necesitamos un consejo”.

El esfuerzo de ser amigos

Toda persona siente necesidad de ser reconocida o afirmada, y cuando no se tiene la autoestima suficiente para salir al encuentro con otro sin sentirse menoscabado, es más fácil ‘encerrarse’ en la red, dice Nieto, donde se puede ser popular por una foto bonita o una reflexión.

El deseo de aprobación habla de carencias afectivas básicas, de falta de vínculos verdaderos, hasta el punto en que “prefiero esa situación porque me ahorra esfuerzo, compromiso, responsabilidad, exposición. Y que yo me acepte, sin temor, frente al otro. En la red nos escondemos incluso de nosotros mismos”.

La amistad es recíproca, recalca Nieto. “Si no hay equilibrio de atenciones, detalles, comprensiones mutuas, no estoy generando amistad, sino cansancio”. Cuando alguien busca extraer un beneficio, sin dar nada, revela las deficiencias en su afectividad.

“Es difícil describir la amistad”, sostiene Alexander Nehamas, profesor de filosofía y autor del libro Sobre la amistad. “Es más fácil decir lo que no es y, más que nada, no es instrumental.” Es decir, no es un instrumento para alcanzar una posición social más alta, conseguir una invitación o escapar del aburrimiento. Más bien, señala, es como la belleza y el arte, “la apreciamos por ella misma”.

Reflejos de la familia

En particular, recomienda Nieto, cuide sus relaciones fraternales. “Es difícil que una persona que tiene una relación complicada con sus hermanos pueda tener buena amistad con otras personas. Es como una clave para aprender a compartir, encontrarse, acompañar, apoyar, ser recíprocos”.

Mientras tanto, Chávez tiene una sugerencia para las parejas: “No dejen de frecuentar a sus amistades”. Hablar con otras personas permite que entre aire fresco al matrimonio, amplía los temas para conversar y ayuda a desahogarse.

“Las personas demasiado introvertidas, que no logran forjar amistades duraderas, a veces se aferran a su pareja y asfixian la relación, porque no comprenden el valor de la amistad y la necesidad de socializar. En esos casos, es muy importante que el otro ayude a ampliar el círculo de amistades”, comparte.

Empiecen siendo anfitriones de grupos pequeños. Luego pueden dar fiestas o aceptar invitaciones. “Lo ideal”, dice Chávez, “es salir con personas afines, que coincidan en gustos, no se puede forzar las amistades”.

¿Y los conocidos? También es válido disfrutar el momento con ellos, sin sentirse obligados a frecuentarse más. “Algunos son graciosos, pero nunca los recomendaríamos, por ejemplo, para un trabajo. Si estamos claros en eso, no nos decepcionaremos”. (D.V.) (F)

 

‘Solo somos compañeros’

Con los especialistas concuerda un reciente estudio de ciencias sociales del Instituto Tecnológico de Massachusetts, titulado ‘¿Es usted amigo de sus amigos?’, publicado en la revista PLOS One, que exploró la mala percepción de los lazos de amistad.

Se entrevistó a 84 personas de 23 a 38 años de un mismo grupo empresarial, y se les pidió que calificaran a todos los demás en una escala de cercanía de cinco puntos, desde ‘No conozco a esta persona’ hasta ‘Uno de mis amigos íntimos’. Los sentimientos fueron mutuos solo en el 53% de los casos, pese a que previamente el 94% de ellos había manifestado que esperaban respuestas recíprocas de aquellos a quienes calificaban como amigos.

Este resultado coincide con datos de otros estudios sobre la amistad llevados a cabo en los últimos años y en los que han participado más de 92.000 sujetos, en los que el índice de reciprocidad se colocó entre 34 y 53%.

 

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