Empleados al sacrificio

26 de Marzo de 2017

¿Conoce a algún trabajador que dice sacrificarse por su trabajo? Esa actitud genera frustración.

La palabra ‘sacrificio’ puede llevarnos a pensar en renuncia, dolor y resignación, términos que de ninguna manera deberían asociarse a la relación profesional entre una empresa y su talento humano.

Robert Safdie, autor del libro ¡Aquí mando yo! Reflexiones sobre la felicidad laboral, indica que, lamentablemente, tales emociones pueden llegar a perjudicar ambientes que deberían estar diseñados para generar productividad y felicidad. Y entonces se vuelve común el empleado que con resignación dice “sacrificarse por su trabajo”.

“Eso no significa laborar mucho, sino hacerlo en condiciones que generan más frustraciones que satisfacciones”, señala Safdie, consultor belga con más de 50 años de labor gerencial en Europa, Medio Oriente y América Latina, de los cuales los 25 últimos fueron en el Ecuador.

Según investigaciones realizadas por él entre 250 empleados, es el caso de más del 50% de los talentos humanos y, sorpresivamente, los motivos principales no son de índole económica, sino la influencia de un ambiente ingrato y comportamientos gerenciales excesivamente autoritarios.

Se trata de superar el machismo empresarial que, curiosamente, no está relacionado con el maltrato al género femenino, sino con desaciertos en la manera de manejar lo más importante que tiene una empresa: su gente.

“Hoy, dirigir personal no es exigir obediencia y hasta sumisión, sino obtener una colaboración espontánea y eficiente, basada en el respeto y no en el temor al jefe”, indica el experto.

El papa Francisco, en su visita a México en febrero del 2016, se refería a tal situación, pero en un contexto más amplio: “Si algunos logran actuar con la fuerza y la prepotencia, es porque la vulnerabilidad de otros se lo permite…”. Safdie comparte plenamente ese comentario, porque son muchos los empleados que permiten esos males por temor al jefe, por miedo a perder su empleo y por ser prisioneros de esa arma de doble filo llamada “estabilidad laboral”.

“Ese concepto solamente tiene sentido cuando la estabilidad resulta de una relación fructífera entre empresa y talento humano, pero no cuando su precio es ceder a otros el control de su trayectoria o, peor aún, renunciar a su felicidad laboral”, agrega.

ALERTA EN LA OFICINA

¡Inaceptables!

Robert Safdie es un consultor belga radicado en Guayaquil, que brinda asesoría en gerencia de talento humano. Él identifica estas situaciones que representan sacrificios para el empleado.

Horas extras. Deben ser la excepción y no la regla, y cuando se prestan deben ser justificadas y remuneradas. Un empleado puntual y eficiente no las necesita porque son, en general, la consecuencia de una mala organización del trabajo o de un exceso de tareas que debe cumplir un recurso humano numéricamente insuficiente. O pueden darse por razones extraordinarias, como cuando un banco cierra el año fiscal y contable. “Cuántos talentos humanos conozco que se quedan tarde en su puesto de trabajo para que el jefe los vea, pensando así mejorar su imagen personal, cuando lo único que logran es perjudicar su salud ya que, al final de un día intenso como lo son casi todos, el ser humano no puede seguir rindiendo con eficiencia, además de que así descuidan el espacio indispensable para la calidad de su vida familiar y social”, dice Safdie.

Aceptar la presión. Hay empresas que ponen como condición la de saber “trabajar bajo presión”. No tiene sentido: la presión genera el estrés que transforma nuestras funciones en una guerra de nervios por querer realizar las tareas rápidamente y con plazos imposibles de cumplir. “Bien” y “rápido” no siempre coinciden y poder trabajar a un ritmo normal es una condición ineludible para cumplir las metas en un ambiente adecuado.

Ausencia de reconocimiento. No se puede exigir esfuerzos sin reconocerlos porque, en la vida, hay que “ganar y dejar ganar”. Si la calidad de sus prestaciones no genera, espontáneamente, los reconocimientos morales, profesionales y económicos que un colaborador se merece, el talento humano tendrá dos opciones: optar por el cambio en sus labores o seguir sacrificándose. Así de simple.

La ‘reunionitis’. Es asombroso el tiempo que muchos empleados pasan en reuniones que, además de no siempre ser indispensables, limitan las horas que deberían dedicarse a tareas básicas. Y para colmo suelen convocarse fuera del horario laborable, cerrando así el círculo vicioso de prestaciones adicionales responsables de un cansancio innecesario. Desarrollar un sentido del valor del tiempo propio implica, primero, tener consideración por el tiempo de los demás... no lo sacrifiquemos.

Momento de reflexión

El análisis del llamado “sacrificio laboral” no apunta a provocar las renuncias de aquellos empleados que se consideran identificados, pero sí debería invitarlos a revisar objetiva y fríamente su situación en el trabajo. Para ello, Safdie propone que contesten estas preguntas: ¿Me siento laboralmente realizado?, ¿qué estoy haciendo bien y qué hago mal?, ¿me siento bien tratado por mis superiores?, ¿como he reaccionado frente a actitudes o decisiones injustas?, ¿en qué acerté y en qué me equivoqué con mi reacción?, ¿qué rectifico para reorientar mi vida profesional?

Hablando de cambio, Peter F. Drucker, considerado el padre de la gerencia moderna, solía afirmar: Antes, un ejecutivo se preguntaba si estaba preparado para su próxima promoción, pregunta que hoy se convirtió en ¿qué más debo aprender para decidir cuál será mi próximo trabajo?

Robert Safdie.Safdie insiste en que para la elección de una nueva empresa lo más importante no es “qué voy a hacer” ni “cómo y dónde lo haré”, sino “con quién lo voy a hacer”, porque la calidad y la calidez de las relaciones personales son el principal componente de un ambiente donde da gusto trabajar.

Ningún empleado debería resignarse a sufrir condiciones precarias, sin seguridad de desarrollo profesional y personal. “Eso es dilapidar el tiempo y renunciar a materializar legítimas expectativas”, indica Safdie.

Todo mercado laboral, aunque esté deprimido, terminará por recompensar al talento humano que sabe realizar sus tareas y que demuestra buenas cualidades humanas. “Encontrará la posición y el ingreso que se merece”. Eso también implica no aceptar jamás escenarios y tratos que obligan a un talento humano a renunciar a la primacía de su autoestima y que bloquean la aspiración de una trayectoria conforme a sus expectativas.

“Sacrificarse para una empresa, ente frío por excelencia, no se justifica, no se reconoce y solamente explica por qué hay tantos héroes muertos”. (M. P.) (I)

Ningún empleado debería resignarse a laborar en condiciones precarias, sin seguridad de desarrollo profesional y personal. Un ser humano nunca puede renunciar a su autoestima”.
Robert Safdie

Contacto: Robert Safdie (Guayaquil), safasesoria1@gmail.com, 207-1174, 098-433-0640.

  Deja tu comentario