El rostro del aburrimiento

30 de Noviembre de 2014
Sheyla Mosquera

Aburrirse puede servir de incentivo para realizar nuevas actividades. Pero también en un mayor riesgo de cometer errores.

La princesa que nunca sonreía (1916-1926), del pintor ruso Viktor Vasnetsov.Uno de los más importantes profesionales en la historia de la psiquiatría es el austriaco Viktor Frankl (1905-1997). Él decía que uno de los signos más destacados del vacío existencial del siglo XXI es y será el aburrimiento. Incluso, que si no encontramos sentido a nuestras vidas, fácilmente podemos caer en el hastío.

Igual piensa el psicólogo clínico Wilson Betancourt. Una persona que ha encontrado su sentido de vida, explica, difícilmente caerá en estados prolongados de aburrimiento. Esto tiene que ver directamente con la relación que tenemos con nosotros mismos.

Aburrirse en algún momento no tiene nada de malo. Es una emoción que nos dice que tal vez estamos cayendo en la monotonía, que necesitamos experiencias y aprendizajes nuevos. “Más bien hay que tomarlo como información para cambiar de actividad y no como un problema en sí mismo”.

Sin embargo, agrega, se transforma en negativo cuando las personas lo ven como algo desfavorable que hay que evitar y recurren a actividades que aparentemente calma su aburrimiento, pero que muchas veces no son saludables, por ejemplo, el consumo de alcohol y drogas, fiestas frecuentes con sus respectivas malas noches, compras innecesarias, relaciones tóxicas, comer exageradamente, deportes de riesgo, entre otras.

El doctor John Eastwood, psicólogo de la Universidad de York de Toronto-Canadá y coautor de The Unengaged Mind, dice en su texto que el aburrimiento puede producirse por problemas sociales, pues está asociado a un mayor consumo de drogas y alcohol, a excesos gastronómicos, depresión y ansiedad y un mayor riesgo de cometer errores. “Lo que está en juego no siempre es tan grave, pero el aburrimiento puede ser prolongado e intenso y estar asociado a una sensación desagradable”, menciona.

El neuropsicólogo Eduardo Santillán Sosa también opina que una persona aburrida puede desarrollar una gama de conductas: carencia de iniciativa para compartir, escasa conciencia social (puede llevar a no mostrar solidaridad con los que sufren y desarrollar un elevado egoísmo), melancolía, agresividad verbal o física, inadaptación, escasa comunicación, autoestima baja, rebeldía, llanto, inquietud extrema, mala conducta, robos, entre otras.

Incluso, agrega, también puede derivarse de una carencia de un entorno estimulante, anemia, desadaptación, consecuencia de mudanza, bullying, trastornos endocrinos, desequilibrios bioquímicos orgánicos o consumo de alguna medicina que genere carencia energética.

Realización de actividades

Una persona sensata, menciona Betancourt, debería preguntarse antes de realizar una actividad para salir del aburrimiento qué es lo que esta emoción le trata de decir. A diferencia del sentimiento de soledad, que suele llevar a los extremos de estar siempre con individuos o retraerse en la soledad hasta llegar incluso a una depresión. El aburrimiento tiende generalmente a llevar a alguien a la realización de actividades que no siempre son las más saludables y seguras.

Las consecuencias del aburrimiento bien manejado podrían ser beneficiosas para las personas, porque las lleva a cambiar de actividad, a emprender nuevos aprendizajes y descubrimientos en la vida personal o laboral, por ejemplo, hacer ejercicios, incursionar en un curso de manualidades, idiomas, nuevos emprendimientos de negocios, entre otros. Pero cuando el aburrimiento no se gestiona bien podría llevar a las personas a la práctica de actividades que perjudiquen su salud física, emocional y social.

El profesor Eastwood dice en su texto que aquellos que persiguen una meta y que aún no la han conseguido se obsesionan y se aburren con todo lo que no sea su objeto de deseo. Incluso, que las personas que han sufrido un trauma extremo también suelen quejarse frecuentemente de aburrimiento. “La teoría es que son personas que se han cerrado emocionalmente y les cuesta saber qué quieren, sus deseos están flotando en el aire, pero no consiguen hacerlos aterrizar”.

Falta de incentivos

Los ambientes donde se encuentran las personas pueden también contribuir al aburrimiento. Por ejemplo, una clase podría ser aburrida y un profesor debería darse cuenta de esto y cambiar su tono de voz o incluir actividades que hagan participar más a los estudiantes.

De igual manera, dice Betancourt, podría ocurrir en las empresas o en cualquier tipo de organización. Si se detecta aburrimiento en la gente, se debería tomar esta información como una señal de que algo hay que cambiar en el ambiente, incluir cosas nuevas que sorprendan e incentiven al grupo a la interacción.

Según Santillán, las personas se aburren en los trabajos por varios motivos: no es su vocación lo que hacen, no saben cómo desarrollar sus actividades, baja paga, exceso o muy pocas tareas, no poseen las habilidades ni los conocimientos necesarios para desarrollar un trabajo de calidad. Incluso, las tareas o la posición son poco estimulantes, su perfil laboral es muy superior al trabajo modesto que posee, dificultades con el jefe, entre otros.

Cuando hay exceso de incentivos también, dice Betancourt, aparece el aburrimiento. En el caso de un niño que tiene todos los juguetes y todos los aparatos modernos también suelen presentarse altos niveles de aburrimiento, por lo que hay que saber manejar bien los incentivos: ni mucho, ni poco. Además, el momento y el lugar donde se los ofrezcan también es importante tener en cuenta.

“No hay que confundir desmotivación con aburrimiento. La desmotivación es una emoción que nos dice de la falta de incentivos para la realización de una acción o tarea. En cambio, el aburrimiento es una emoción que nos dice de la necesidad de cambiar de actividad”.

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Desarrolla la creatividad

Para Santillán, el aburrimiento puede servir positivamente de incentivo para desarrollar creatividad, inventiva, innovación. También promueve la capacidad de generar ideas alternativas entre situaciones diversas o de pensar en respuestas para solucionar problemas.

Un niño creativo, por ejemplo, investiga su entorno, siente curiosidad, busca opciones, es receptivo con todo lo que lo envuelve y, por lo tanto, toma iniciativas. “No es favorable que los padres procuren tener un ambiente circense para que no se aburra, él debe aprender también a tolerar los bajos estímulos temporales”, asegura.

De lo contrario, explica Santillán, existe el peligro de que se adiccione al entretenimiento desmedido y que incluso su organismo se adapte a recibir fuertes estímulos para llevar una determinada calidad de vida, predisponiéndose a tener dificultades significativas tanto en la adolescencia como en la adultez. “En otras palabras: se le dificultará madurar porque siempre aspirará a más y más entretenimiento”.

Parejas desconectadas

La psicóloga clínica Cecilia Chávez Bowen de Larrea dice que, a veces, ciertas parejas con el pasar del tiempo también padecen de aburrimiento, pues siente que está “desconectada”. “Ya no sienten que tengan nada en común, no les da ganas de comentar cómo pasaron su día, las conversaciones son muy cortas, casi en monosílabos, y lo único que los une es una necesidad sexual. Incluso, en o ocasiones, se descubre en consulta que no tienen intereses comunes fuera de la intimidad física”.

Para evitarlo, agrega, ambos deben tratar de mantener el encanto, seguir con detalles, ser más que atentos, galantes (también las mujeres) y si sienten que no hay intereses comunes, intentar algo nuevo que descubran juntos (deportes, bailes, viajes, experiencias en general). Esto es válido en la intimidad, si sienten que es rutinaria, el que lo descubre primero debe conversar con su pareja y plantear la necesidad de cambios inmediatos.

Por último, sugiere: no cometer el error de decirle a su pareja que le aburre, sino ponerse en su lugar, es probable que sienta lo mismo. Mejor se debe seguir la regla de oro: “No hacer a otro lo que no quisiera que le hicieran a usted”.

 

Deje el aburrimiento

Si alguien se siente muy aburrido, el psicólogo Wilson Betancourt, coach y consultor, da las siguientes recomendaciones:

• Pregúntese qué le está diciendo la emoción del aburrimiento. Cada emoción da una información valiosa que debería tomarse en cuenta de forma proactiva y no de forma reactiva.

• Emprenda un nuevo aprendizaje, algo que realmente quiera o haya querido hacer desde hace mucho tiempo.

• Evite realizar actividades que por salir del aburrimiento perjudiquen su salud mental, emocional, social e incluso física.

• Busque su propio sentido de vida, las personas tienen naturalmente habilidades y talentos que muchas veces desconocen, pero que están en su potencial. Esos talentos tienen relación directa con el sentido de su vida, pues la naturaleza es sabia y nos hace potencialmente hábiles para la realización de nuestra misión de vida, ya depende de cada persona buscar el sentido de su existencia.

 

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