El disfraz del control

13 de Agosto de 2017

Un gran componente de inseguridad se esconde bajo la personalidad de quien tiende a controlar las decisiones de su entorno.

El control es de por sí algo positivo, dice la psicóloga Silvia Cordero Encalada. “Es necesaria la habilidad de controlar, el buen hábito de la planificación; es un requisito indispensable para el éxito personal y organizacional”.

Pero al hablar de una situación excesiva, se puede entender que se trata del síntoma de un trastorno de la personalidad. “Tal vez el controlador no se da cuenta, pero su relación con su pareja se vuelve tóxica; y si lo es con sus amigos, igual. No deja que los demás sean lo que son”.

La gran parte de los problemas de control hacia los demás está dada por factores de tipo psicológico, asegura el médico psiquiatra Pedro Posligua, y eso entorpece todo tipo de relaciones, entre ellas la de pareja. “Si tengo que decir que estoy enfermo para que el otro no pueda formar relaciones con otros grupos, estoy adoptando un patrón de conducta inadecuado”. Los padres también inciden en esto. Y los hijos copian estos modelos.

¿A qué se debe?

El afán de controlar no es un capricho de la persona. Es un mecanismo de defensa para enmascarar la inseguridad generada por algún trastorno de la personalidad (obsesivo-compulsivo, paranoide, ciclotímico, histriónico), que solo un profesional de la salud mental podrá evaluar y diagnosticar, señala Cordero.

Este tipo de conductas se manifiestan desde temprana edad; no se logra la madurez emocional para establecer relaciones familiares y sociales eficaces sin necesidad de llegar a la manipulación, subraya Posligua.

El origen puede ser, por otra parte, de tipo situacional, cuando hay grandes dudas e inseguridades generadas por experiencias como el maltrato infantil, la traición conyugal o fracasos laborales. “Cualquier ejercicio excesivo de control necesita ser tratado“.

Manifestaciones físicas

La ansiedad y la angustia pueden hacer que la persona que tiene problemas de control presente palpitaciones o sudoración en las manos. “Incluso, puede desembocar en irritabilidad y alteraciones del sueño, por estar pensando que no sucederá lo que ha planificado”, expresa la psicóloga.

El lenguaje no verbal es dominante, tanto en el movimiento de las manos como en la intensidad de la mirada. “El controlador habla con todo su cuerpo, a veces sin necesidad de decir una sola palabra”.

¿Qué hacer?

¿Se siente manipulado por alguien? El exceso de control es un proceso de doble vía. Identifíquelo, asuma lo que le está sucediendo, y cuestiónese: ¿está actuando según sus propias decisiones y deseos o porque siente que hay alguien que espera que se comporte de tal manera? “No hay un controlador si no hay alguien dispuesto a dejarse controlar”, recuerda Cordero.

Delimite desde cuándo le sucede esto y si hay situaciones repetitivas con la misma persona, para poder evidenciar y hablar con ella. Ponga un alto para dialogar y ayudarse mutuamente. Manéjese a través de preguntas: ‘¿qué podemos hacer?’.

Es esencial ayudar a la persona a identificar su conducta para que a continuación acepte que hay un problema de control. Lo común, dice Cordero, es que el individuo identifique sus acciones, pero no acepte que hay algo malo, sino que se reafirme en que es bueno y necesario que intervenga en la vida del otro o de los otros.

Lo siguiente será buscar psicoterapia, como la del modelo cognitivo-conductual, que trabaja sobre la dinámica de los pensamientos y da pautas para aprender a relajarse en los momentos en que se deba renunciar al control del entorno.

“Una parte importante es que la persona se pregunte de qué le sirve ser controladora, para que encuentre también dónde se inició su problema”.

¿Quiere una pista? El excesivo control genera insatisfacción permanente. Hay un desgaste y un malestar interno encubierto. Como dice Cordero, “es un grito de auxilio por no poder controlarse a sí mismo”.

Más allá de lo psicológico

Dos áreas del cerebro son importantes en el desarrollo del buen criterio, según detalla Posligua: el desarrollo de los lóbulos frontales que distinguen al cerebro humano y controlan los impulsos.

“Quien no tuvo una buena maduración en el lóbulo frontal es agresivo, impulsivo, reacciona primero, reflexiona luego”.

La contraparte son los lóbulos temporales, ubicados a los costados del cráneo, aproximadamente detrás de las sienes. Allí se asientan las emociones. “Durante el desarrollo fetal, estos lóbulos tienen que hacer un esfuerzo por introducirse en la caja craneana debajo del cerebro, y en ese viaje pueden ocurrir lesiones que luego se ven como un déficit de maduración emocional”.

Además, ambos lóbulos son vulnerables a problemas infecciosos en las etapas posteriores al nacimiento. Asimismo, luego de un accidente cerebrovascular o un traumatismo craneoencefálico la persona puede perder todo lo que ha madurado y desarrollar conductas controladoras.

“Al mismo tiempo, la droga está generando problemas similares a todos estos modelos de comportamiento”, indica el psiquiatra. “Un trabajo presentado por la Universidad de California en el reciente Congreso estadounidense de Psiquiatría muestra que el consumo temprano de alcohol o drogas puede modificar sustancialmente el funcionamiento cerebral”.

No solo hay un empobrecimiento intelectual, sino problemas de conducta serios y de por vida. “Por eso”, opina, “llama la atención que se promueva el consumo recreativo como una forma de control”.

¿Quién hace el diagnóstico?

Es importante distinguir entre un trastorno de la personalidad (conductas repetitivas, acompañadas de lenguaje verbal y gestual) y un rasgo de la personalidad (conductas leves, aprendidas). “Tiene que reunir un conjunto de características para poder establecer un patrón. Solo un profesional de la salud mental puede diagnosticar”. A menudo se toma el nombre de un trastorno en forma ligera, como ha ocurrido con la bipolaridad. “Mucho cuidado a la hora de decir que hay una problemática”. (D. V.)

RASGOS CONTROLADORES

–Se invalida repetidamente el sentimiento del otro. Se pretende que sienta y quiera lo mismo que el controlador. Se intenta controlar la conducta y las decisiones del otro.

–No se limita al aspecto sentimental o laboral, pero es más predominante en una de esas áreas.

–Constante tensión, insatisfacción y frustración ante la imposibilidad de controlarlo todo en la práctica.

–Frases comunes: “Es que yo tengo la razón”, “Haz esto”, “Di esto”, “No te pongas eso”, “No tienes por qué sentirte así”, “Estoy preocupándome por ti”, “No puedes decidir esto solo”, “Lo que quiero es ayudarte”.

–Hay poca autocrítica y autoconciencia, porque se está pendiente del entorno y de los demás.

–Se buscan pistas para ratificar las sospechas de que el otro no merece confianza.

El excesivo control genera una insatisfacción permanente. Hay un desgaste y un malestar interno constante. Es un grito de auxilio al no poder controlarse a sí mismo”.
Silvia Cordero Encalada

Con la maduración emocional y del lóbulo frontal uno desarrolla modelos de conducta justos y adecuados, y evita utilizar herramientas que generan situaciones de control excesivo”.
Pedro Posligua

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