Difícil madurez

27 de Octubre de 2013

Alcanzar la madurez es un proceso continuo que dura toda la vida. Pero actualmente se observa un retraso en la maduración respecto de generaciones anteriores.

Cuando una persona ha alcanzado un grado de desarrollo emocional e intelectual aceptable, que le permite adaptarse e interactuar con su entorno de manera estable y armónica, se dice que es madura.

Según la psicóloga clínica Glenda Pinto Guevara, no existe una edad determinada con precisión para que una persona alcance la madurez o se considere madura, ya que es un proceso continuo que dura toda la vida y se consigue por un adecuado desarrollo de la inteligencia y la voluntad.

Estudios del Instituto de Neurociencia Cognitiva de Londres sugieren que el cerebro continúa desarrollándose después de la infancia y la pubertad y que no está totalmente maduro hasta que se supera los 30 años e incluso no alcanza su plenitud hasta cumplir los 40.

Los hallazgos contradicen teorías previas que apuntaban a una maduración cerebral mucho más temprana. Por lo tanto, no todos los cerebros maduran al mismo ritmo, por lo que la madurez, como la inteligencia, puede variar mucho de un individuo a otro y eso hace que a veces una persona más joven tenga un comportamiento más maduro que otra de mayor edad.

Dato

Los inmaduros
no tienen actualizadas al
MÁXIMO
sus capacidades

Numerosos trabajos científicos también demuestran que la relación existente entre la negligencia parental y la falta de afecto en la infancia, con una mayor incidencia en etapas posteriores de problemas relacionados con escaso autocontrol, contribuyen a la escasa madurez. Por lo que concluyen que las carencias afectivas impiden el desarrollo adecuado de la corteza prefrontal, lo que favorecería los comportamientos imprudentes, antisociales o las adicciones.

Retraso en la madurez

Según Patricia Nevárez Páez, psicóloga clínica y máster en desarrollo educativo, el tema de la madurez es de actualidad y parecería que cada vez es más complicado que se llegue a ella, especialmente porque se observa con mayor frecuencia un retraso en la maduración de los jóvenes respecto de generaciones anteriores.

“Es como si la adolescencia tendiera a extenderse un tiempo mucho mayor, sin que ello signifique que no encontremos a chicos mucho más jóvenes actuando como si fueran adolescentes y a adultos de 20 años en adelante comportándose como unos verdaderos adolescentes”.

Una persona que no ha madurado emocionalmente, agrega, presenta una serie de características no acordes con su edad en todos los ámbitos en que se desempeñe. Así, existen profesionales, padres de familia, cónyuges, hijos, entre otros, que pueden ser inestables emocionalmente, con un bajo umbral de tolerancia a las frustraciones.

Esto significa, dice Nevárez, que cualquier cosa los puede afectar en proporciones inadecuadas, especialmente cuando los resultados no son los que esperaban, que puede ir desde deseos hasta caprichos. Tienden a ser pesimistas, con sentimientos de inferioridad.

Además, tienen dificultad para comprometerse, lo que significa que pueden tender a un tipo de relación un tanto superficial, sin mayores responsabilidades, y cuando se inician los problemas, la dan por terminada. Incluso suelen ser inconstantes, inflexibles, que viven el presente, sin mayores proyectos de vida o planes para el futuro. O si los hacen, no siempre tienen bases reales.

Según Negrete, se contribuye a la inmadurez cuando los padres actúan como hijos y los vástagos son los “pequeños tiranos”, los que imponen las reglas. También cuando los consienten demasiado o los sobreprotegen manteniéndolos alejados de las dificultades o les quitan libertad para tomar sus propias decisiones y les resuelven los problemas.

Incluso cuando los padres dan a los hijos todo aquello que “no tuvieron”, sin asignarles ninguna responsabilidad o ponerles límites. Pues no les enseñaron a manejar sus emociones ni a saber perder con gracia.

Adolescentes eternos

También existen los adultos conocidos como adolescentes eternos. A veces cuesta reconocerlos, dice Pinto, porque dan la impresión de ser personas maduras, independientes, que se valen por sí mismas. Estos son mujeres y hombres que siguen viviendo en la casa de sus padres, a pesar de que los años de escolaridad hayan quedado atrás (en muchos casos, muy atrás).

“No me refiero a quienes viven en la casa familiar, porque deben cuidar a alguno de los integrantes, sino a aquellos que incluso pasados los 30 años no se mudan solos o con su pareja, ni tienen planes para hacerlo. Este fenómeno es moneda corriente en prácticamente toda América Latina”.

Atribuir esta actitud a la crisis económica, agrega, es demasiado simplista. Es más un estilo de vida, que se ha desarrollado sobre la base de una cultura de sobreprotección de los hijos por quienes se consideran a sí mismos como buenos padres. Por ello, incluso hay hijos que a pesar de generar ingresos considerables, prefieren continuar viviendo cómodamente de este modo.

También hay padres que por sus propias inseguridades no permiten que sus hijos o hijas se vayan hasta que no se casen, o que alientan a sus “pequeños” a permanecer viviendo con ellos (tampoco asumen que han crecido, y tal vez intentan seguir generando una alta dependencia, como cuando eran niños).

Negrete piensa que a pesar de todo lo descrito sobre lo que significa ser especialmente un adulto inmaduro, no todo está perdido si existe conciencia sobre las implicaciones que tiene en su vida actuar con inmadurez.

Pero, concluye, se puede buscar ayuda profesional y empezar a trabajar en las áreas de mayor problema o en un proyecto de vida si están dispuestas a colaborar. (S.M.de.C.)

 

DIEZ REGLAS DE ORO

La psicóloga Glenda Pinto da algunas sugerencias para alcanzar la madurez emocional:

1. Debemos controlar las emociones y pensar bien antes de tomar acción.

2. Confiar en nosotros mismos y en la capacidad que tenemos para actuar de una manera acertada.

3. Tener paciencia para con los demás y pensar que no todos deben de estar de acuerdo con nuestro punto de vista.

4. Debemos conectarnos de una manera positiva con las personas que nos rodean, ya sean familiares, amigos o simplemente personas que trabajan para o con nosotros.

5. Debemos tratar de ayudar a quien podamos y apoyar a aquellas personas vulnerables que encontramos en nuestro diario vivir.

6. Saber llevar un balance en nuestras emociones, de manera que podamos reducir el nivel de estrés a lo mínimo y pensar con serenidad.

7. Debemos perseverar en nuestras metas a largo y corto plazo y enfocarnos en nuestros ideales.

8. Debemos tener la capacidad de tomar decisiones que nos convengan y nos van a ayudar a prosperar.

9. Debemos ser humildes para aceptar nuestros errores.

10. No debemos criticar ni juzgar a los demás por lo que hacen ni formarnos un juicio a la ligera sobre alguna persona o situación.

 

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