Desobediencia positiva

23 de Junio de 2013
Sheyla Mosquera de Calderón

En ocasiones desobedecer una orden es beneficioso. No todas las personas se ganan ese derecho.

Cuando Jenny, ahora de 48 años, tenía 16, estudiaba secretariado bilingüe en el colegio a petición de sus padres, quienes siempre le decían que al graduarse trabajaría, al igual que sus dos hermanas mayores, en un banco. Sin embargo, esta adolescente les dijo con seguridad y firmeza: “¡No seré secretaria! Yo iré a la universidad a estudiar psicología”.

Su padre respondió enojado: “¡No va a estudiar eso porque es para morirse de hambre! ¡No le voy a ayudar! ¡No tengo por qué invertir un año más en usted! Tampoco le voy a pagar la universidad, porque tengo que apoyar solo a mi hijo varón. Si usted estudia, usted se lo paga”. Jenny contestó con rebeldía: “¡Bueno, no hay problema!”.

“Me fui a buscar a la superiora del colegio donde me gradué. Le expliqué cuál era mi caso. Le dije que me diera trabajo, así sea de portera o barrendera y que debía ganar 600 sucres: 400 para pagar la universidad y el resto para otros gastos. Me dio el empleo y empecé como profesora a los 17 años, incluso me acomodaron los horarios en función de los míos en la universidad”, asegura.

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Sus padres, recuerda Jenny, nunca la apoyaron en sus estudios universitarios. Incluso le apagaban la luz del cuarto para que no estudiara. Pero, ella con su esfuerzo, asegura, se convirtió en la única hija de la familia con un título profesional. De haberle obedecido a sus padres, dice, “no habría realizado mi sueño: ser psicóloga”.

Juicios de valor

Según la psicóloga clínica Silvia Cordero Encalada, la desobediencia es el incumplimiento o transgresión de una norma, una ley o una orden. Pero hay que diferenciarla claramente de la desobediencia positiva, la cual debe estar estrechamente relacionada a juicios de valor y criterios vinculados a la superación. “El acto de la desobediencia positiva debe estar asociado a las concepciones de lo que parece incorrecto o injusto y estar relacionado a la formación o principio de índole moral del sujeto”.

Dentro de la historia existen varios personajes, agrega, que desobedecieron positivamente (conocido como desobediencia civil), lo que permitió modificaciones útiles a la sociedad. Ellos son Henry David Thoreau en Estados Unidos; Mahatma Gandhi en India y Nelson Mandela en Sudáfrica. Los tres tenían en común el fin de articular sus discursos y asumirlos como ejemplos de participación política y como movimientos de cambio social.

Estos personajes tuvieron que desobedecer leyes y normas sociales porque encontraron valores superiores que defender. Es decir que la desobediencia positiva consiste en cambiar un valor antiguo y erróneo por uno nuevo y más justo.

También en el proceso de promoción vocacional y profesional con los estudiantes, dice Cordero, es muy común observar, en nuestro medio, casos relacionados a la desobediencia por parte de los estudiantes a la hora de elegir una carrera universitaria. Se da porque existe un número alto de padres que inducen o sugieren a sus hijos qué estudiar, proyectando así lo que a ellos les hubiera gustado aprender o ser. La desobediencia positiva en estos casos es un proceso complejo, donde inicialmente hay la duda interior y el temor a equivocarse.

Y es precisamente en la elección profesional, dice la psicóloga clínica Liliam Cubillos, en que las personas deben aplicar la desobediencia positiva, es algo que se debe pelear con alma, vida y corazón, sobre todo cuando se tiene la certeza de qué es lo que se quiere ser y se siente atraído. “Si los padres apoyan, en buena hora, pero si no, se deben buscar los medios cómo sostenerse para comprar materiales de estudio”.

La desobediencia positiva, agrega, es un tema que se aplica especialmente a chicos o chicas entre los 17 y 30 años que están capacitados para analizar una disposición o una orden de una autoridad, sea del padre o de la madre. Este grupo humano es de los que todavía permanecen en el hogar de los padres, estudian aún en la universidad, trabajan, son productivos y pueden sustentar los gastos, además tienen cierto nivel de estabilidad, aunque no necesariamente significa que son maduros.

Cubillos explica que salvo excepcionales ocasiones, la desobediencia positiva se aplica en algunos niños como los índigo, quienes tienen claro el objetivo y que por tal razón se van por encima de una disposición de los mayores.

Sin embargo, la psicóloga asegura que la mayoría de los niños de la primera infancia o aquellos que están todavía en etapa de crecimiento de su autoestima o fortalecimiento de su yo, no tienen aún la capacidad, sabiduría, razonamiento lógico y análisis adecuado para decir a sus padres: “¡No te obedezco porque no tienes la razón!”. En este caso necesitan ser guiados por los padres en el valor de la obediencia.

Para el psicoanalista Juan de Alhaus Guarderas, también hay casos de hijos que obedecen ciegamente a los padres porque no tienen formado su propio deseo en la vida, y se someten a las exigencias de estos porque están colocados como objetos de satisfacción de los progenitores, están atrapados allí. “Aquí los padres no cumplen la función paterna de separación del hijo del goce materno”.

Derecho a desobedecer

El no obedecer, dice Cubillos, es un derecho que ciertos jóvenes se han ganado porque han demostrado que su proceso de vida, elecciones o estudios son coherentes con los principios que rige la sociedad, incluso con las normas del hogar, con los logros, la autonomía, independencia, responsabilidad o mesura. Entonces tienen muchos elementos que les permiten visualizar con mayor claridad cuáles serían las cadenas o consecuencias de tomar la opción A o la opción B.

La palabra desobediencia, agrega Cubillos, en estos sujetos no cabe porque han demostrado que todo lo que han hecho es lógico, racional y que va en beneficio de ellos. Entonces, dice, no tienen que pedir permiso, sino comentar, consensuar, informar, compartir o comunicar su decisión o deseo de hacer las cosas de una manera, ya sea en una adquisición, trabajo, estudio, pareja, inversiones, cambio de trabajo o compañía. Se da porque, aunque es un hombre o mujer joven, su recorrido da fe de que está haciendo las cosas bien y con responsabilidad.

Algunos “no tienen el derecho de hacerlo porque los resultados que se observan en su devenir evolutivo como sujeto, ciudadano o ser humano no contribuyen a que pueda apelar a la desobediencia positiva”, Liliam Cubillos, psicóloga clínica.

Pero si el joven hace todo lo contrario, es decir está contaminado con el consumo de alcohol y drogas, con la promiscuidad sexual, con el desorden, con la incapacidad para mantener un trabajo o salir adelante en sus estudios, va a tender a desobedecer. Sin embargo, no tiene el derecho de hacerlo porque los resultados que se observan en su devenir evolutivo como sujeto, ciudadano o ser humano no contribuyen a que pueda apelar a la desobediencia positiva.

“Un chico o chica que no tiene seguridad interna, que no posee autoestima bien formada y que no logra posicionarse de sí mismo, va a dejarse influenciar por malas amistades, por lo tanto no está en capacidad de desobedecer positivamente. Al contrario de aquellos que están seguros de sí mismos, tienen valores y capacidad para decir no cuando les hacen alguna propuesta incorrecta”.

También, dice Cubillos, hay hijos o hijas, que aunque se han ganado el derecho a la desobediencia, son prepotentes. Esto hace que, en ocasiones, la prepotencia cause la toma de decisiones incorrectas. En este caso hay que dejarlos que desobedezcan para que asuman las consecuencias de esta.

¿Entonces los desobedientes positivos corren riesgos? De Althaus dice que no, cuando el sujeto trata de desobedecer positivamente según le ordena su inconsciente ante aquello que lo hace sufrir. En cambio, a nivel de lo público, de lo social, sí pueden haber riesgos por la rigidez de las autoridades o el malentendido de otros grupos que se identifican con otra opinión. Estos riesgos están vinculados al desborde de la agresividad y el pasaje a actos de violencia. Es mejor una autoridad democrática que sepa escuchar y conversar.

El no obedecer es un derecho que ciertos jóvenes se han ganado porque han demostrado que su proceso de vida, elecciones o estudios son coherentes con los principios que rige la sociedad”, Liliam Cubillos, psicóloga clínica.

 

Desobediencia laboral

En el trabajo, dice la psicóloga Liliam Cubillos, puede darse también la desobediencia positiva porque es similar a lo que sucede en el hogar. “El jefe puede tener una visión y el empleado otra. Si durante su recorrido laboral este último ha hecho las cosas bien y tiene argumentos para desobedecer debe exponerlos ante su superior. Por ejemplo, decir: “¡Mire, yo estoy viendo esto desde este ángulo; usted, desde este otro. Este camino es mucho más productivo que el otro”.

Incluso si alguien trabaja en una institución y no le satisface en la medida en que quiere desarrollarse profesionalmente tiene dos opciones: Se somete al estatuto normal o a lo que el dueño quiere, diciendo lo que piensa, o se va. Pero no se puede rebasar ese límite, porque tendría que ser dueño de la empresa para tomar las propias decisiones y asumir los errores.

“No creo que esa desobediencia va a llevarlo a un gran final porque parte del proceso de la madurez está en que nosotros sepamos asumir las diferencias que existen en el entorno. Hay que pensar que esa persona que es el jefe ocupa este puesto porque ha alcanzado méritos para estar allí, y si alguien quiere llegar a ese sitio tiene que lograrlo, además, con humildad”, agrega Cubillos.

 

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