Cómo salir de la culpa

02 de Julio de 2017
Andrea Molestina

La culpa puede dañar nuestra salud y enfermar el alma. La clave está en aprender del error.

Ocultar su embarazo y posteriormente regalar al bebé, fue la opción más ‘segura’ que Marcela encontró para evadir la responsabilidad de traer al mundo un hijo que no había planificado. El temor a sus padres y la falta total de apoyo de su novio contribuyeron a que tomara la decisión que se convertiría en la culpa que la acompañaría mucho tiempo después. Cuando esto ocurrió, tenía apenas 17 años.

“El superyó es el ente estabilizador del sistema moral, ético, social y religioso”. Así lo explica la psicóloga Paquita Brito. Cuando sentimos que estamos actuando en contra de nuestros principios aparece lo que conocemos como culpa, pero este sentimiento no es malo de por sí, sino que nos ayuda aprender de los errores y a mejorar nuestra calidad humana. El problema de la culpa se genera cuando esta se vuelve enfermiza y nos consume física y mentalmente. “Aprendemos el significado de la culpa desde la infancia”, concluye Brito.

Por su parte, el psicólogo Gino Escobar explica que “el miedo y la culpa generan un círculo vicioso que no produce cambio sino que simplemente cumple una función sancionadora”. La culpa es algo que se ha instalado desde la cultura y que se heredado de padres a hijos, y nos vuelve incompetentes emocionalmente. Cuando vivimos con culpa, el manejo de las emociones es muy errático, y no atinamos a salir del problema porque hay una especie de lealtad emocional hacia quien nos heredó y trasladó la culpa.

Emociones acumuladas

Marcela supo de su embarazo apenas un mes después de haber llegado a Chile para iniciar sus estudios universitarios. ¿Cómo decirles a sus padres? ¿Qué diría de ella su entorno social? Decidida a continuar con su carrera y a mantener su embarazo en secreto, llegó a un acuerdo con la familia que la acogió en ese país y les dio su hijo en adopción. Así, terminó sus estudios, regresó a Ecuador, se casó y bloqueó esa parte de su vida por años. Marcela no sintió culpa hasta que se embarazó por segunda vez.

Antes de aceptar la culpa, continúa Escobar, “las personas buscan distintas formas de aliviarla. Algunas se refugian en las drogas, otras en el trabajo excesivo y están las que se encapsulan en un estado de negación para no hacerse responsables del error que han cometido”. El bloqueo emocional de Marcela, obedeció a un mecanismo de defensa muy peligroso que aparentemente permite a la persona seguir con su vida habitual, como si nada hubiera pasado, pero solo por un tiempo determinado, más adelante la persona tendrá que enfrentar todos los sentimientos que ha estado guardando.

Con la llegada de su segundo hijo llegó también la incomprensión al hogar de Marcela, quien mostró síntomas de rechazo al bebé, actitud violenta hacia su esposo y una permanente melancolía que en principio fue atribuida al proceso de posparto. Lo que en realidad ocurría era que había aflorado en ella la culpa que encerró en su subconsciente. Su salud decayó y las migrañas se hicieron permanentes, así como los intentos de suicidio.

La psicóloga Ruth Cortés explica que la culpa a veces va acompañada de la idea del suicidio, porque viene muy pegada a la idea de desvalorización y el reproche. Las personas podrían hacer algo que atente contra su integridad como una forma de descargar ese sentimiento.

Efectos físicos

Las psicólogas Brito y Cortés coinciden en que la culpa no solo afecta a la salud emocional, sino también a la salud corporal.

Brito afirma que la ansiedad se manifiesta. “Cuando la culpa es intensa, uno empieza a tener taquicardia, dolores de cabeza, vértigos, dolores abdominales y es porque tiene miedo a algo que ha hecho”. Está comprobado que las personas que reprimen sus sentimientos pueden dañar órganos del cuerpo como la vejiga, los riñones y el hígado.

Apoyada por su esposo, Marcela inició un difícil y complejo tratamiento psicológico que le permitió sincerarse consigo misma, perdonarse y obtener el perdón de su familia, quienes le mostraron respeto y una firme solidaridad que la animó a ir en busca de su hija.

Perdón para superar la culpa

Cuando hemos causado daño y nos sentimos culpables, creemos que lo único que puede remediar nuestro dolor es obtener el perdón de esa persona. Lo que olvidamos es que esa parte no depende de nosotros. Cuando el daño está hecho, está en manos de la persona decidir si nos perdona o no. Lo fundamental es que uno mismo sepa perdonarse y reconocer su condición de humano imperfecto y capaz de aprender de sus errores y de darse segundas oportunidades.

Hay una metáfora escolar sobre un niño que se peleaba con su hermano todo el tiempo y siempre estaba enojado. Un día su padre le dio unos clavos y le dijo que cada vez que se dejara llevar por la rabia y la ira que clavara un clavo. Poco a poco el niño fue controlando su ira hasta que ya no tuvo que martillar más clavos. El padre muy orgulloso le pidió a su hijo que ahora quitara los clavos de la puerta. Cuando el niño ya había sacado el último clavo, el padre le hizo notar que quedaban huecos en los lugares donde habían estado los clavos.

El doctor Gino Escobar concluye que el daño que le hacemos a una persona siempre quedará en ella como huella, pero no por eso debemos martirizarnos, sino seguir adelante con la fortaleza de una lección aprendida.

Proceso de sanación

Uno de los primeros pasos para salir de la culpa es aceptar que ha cometido un error y que debe perdonarse por ello. Existen diferentes tipos de culpa. Las ligeras y las que consumen el alma. Las primeras se resuelven con un sencillo “discúlpame, me equivoqué” y aprendiendo del error. Mientras, las segundas toman más tiempo de superar y son aquellas que literalmente “parten el alma”. Para aliviar la culpa es importante saber identificarla, analizarla y trabajar sobre ella.

Mientras más se sumerja una persona en la culpa, descubrirá que es una emoción que la ata al pasado. Escobar explica que todo proceso de sanación empieza por uno mismo. “Primero está su camino, luego su apoyo familiar y amigos y luego los psicólogos; pero todo empieza por usted”.

Marcela transitó un largo y doloroso camino que duró aproximadamente 14 años y que terminó cuando llegó a Chile tomada de la mano de su esposo en busca de su hija. La reconciliación no fue fácil y aún están abiertas las heridas, pero aprendió a perdonarse y a esperar ser perdonada.

Aún no lo ha logrado, pero se siente feliz de haber abierto la puerta por donde asegura verá entrar a su hija algún día. Ambas han dado ya los primeros pasos. (I)

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