Plata en manos de un niño

02 de Agosto de 2015

¿Cuáles son las edades y etapas correctas para enseñar a los niños sobre cómo gastar, ahorrar y donar el dinero que reciben?

Para un niño de 5 años, el dinero es el sonido de monedas que caen en una alcancía. Para uno de 15, dinero puede significar un par de jeans que le queden bien. Para una familia que se enfrenta al desempleo o una hipoteca, dinero puede ser la cena de hoy.

La recesión económica nos hace pensar en formas de ahorrar y gastar con prudencia. Enseñar estos conceptos a los niños en maneras apropiadas para su edad ayudará a todos. Saber que ellos piensan diferente sobre el dinero a medida que crecen es algo que los padres deben aprovechar mientras les enseñan sobre finanzas.

“Mientras se desarrollan, los niños cambian su comprensión de lo que es el dinero, cómo se usa y de dónde viene”, dice Katherine Loveland, profesora en el departamento de Psiquiatría y Ciencias de la Conducta de la Universidad de Texas (EE.UU.).

Los niños de edad escolar pueden ser los más receptivos, añade, “pues disfrutan de aprender estos conceptos cuando se los enseñan de maneras concretas, dejándolos hacer decisiones prácticas sobre gasto y ahorro”.

Los adolescentes pueden resistirse más. Y aunque que los niños pequeños no entienden del todo cómo funciona el dinero, absorben lecciones mientras ven a sus padres comprar la comida, adquirir cosas en línea o hacer un depósito en sus cuentas de ahorros.

¡Lo quiero ahora!

Los niños menores de 5 están empezando a aprender sobre el dinero y están curiosos por saber más. Se han fijado en que el dinero compra sus juguetes favoritos, pero no entienden la diferencia entre un centavo y diez o un billete.

Los padres que quieren que sus hijos pequeños se interesen por ahorrar pueden encontrarlo difícil. Estos, por naturaleza, no aceptan el concepto de gratificación aplazada. Quieren lo que quieren, y lo quieren ya. “Puede que pase un tiempo hasta que comprendan de verdad de dónde viene el dinero y por qué no viene en cantidades ilimitadas”, dice Loveland.

Sus padres tal vez le dijeron a usted que el dinero no crece en los árboles. Por su parte, trate de explicar que el dinero no crece al ‘plantar’ la tarjeta de débito en del cajero automático, o al presionar el botón de ‘Compre en 1 clic’ en la computadora. Los niños sí entenderán lo básico sobre manejar el dinero y hacer una compra, pagar por las cosas que toman de la tienda o saber que el dinero alcanza para pagar ciertas cosas y otras no. Los padres pueden empezar temprano, con una alcancía. Algunas tienen tres agujeros: uno para ahorrar, otro para gastar y otro para donar.

Cómo pagar las cuentas

Los niños aprenden más al adquieren habilidades matemáticas. “Los niños mayores reconocen que en general, a los adultos les pagan por hacer su trabajo, y que es de allí de donde sale el dinero”, dice Loveland. “Sin embargo, es probable que todavía no tengan una idea realista de cuánto cuestan las cosas y cuáles de ellas están o no en las posibilidades de la familia”.

Una pareja dio a sus hijos un baño de realidad sobre el presupuesto familiar cuando los niños tenían 11 y 10 años. Los dos tenían la habilidad de ahorrar lo que les regalaban, pero ni idea de cómo ahorrar lo ganado ni cómo gastarlo sabiamente. Para enfatizar su punto, los padres idearon un plan para una lección práctica e inolvidable.

Los dos cambiaron sus cheques de la quincena y trajeron a casa billetes de 50, 20 y 10. Los esparcieron sobre una mesa y llamaron a los niños. “Vieron esta indecente cantidad de dinero y se volvieron locos”, recuerda la madre. “Luego les dijimos: Ahora vamos a pagar las cuentas”.

Los niños organizaron el dinero en montones y se lo dividieron en partes iguales. Empezaron con el pago más pesado: el de la casa. Se pusieron nerviosos inmediatamente, cuenta la madre, cuando vieron que el tesoro empezaba a desvanecerse ante sus ojos, y cuánto faltaba por pagar. Después de cancelar tres cuentas más, a los niños les quedaban solo $ 16, y muchas deudas.

Pronto el niño subió a su habitación y regresó con su alcancía, urgiéndolos a aceptarlo todo. La niña exclamó: “Ahora somos pobres”, y rompió en llanto. Para aliviar la pena, los padres sacaron una botella de cinco galones llena de monedas y las contaron hasta el anochecer.

“A la hora de ir a dormir, habían visto cómo se hace un presupuesto para gastar, ahorrar y donar”, dice la madre. “Fue una experiencia que les cambió la vida. Aprendieron que si firmas un cheque o entregas la tarjeta de plástico, tienes que tener dinero de verdad para respaldarlos”.

¿Cómo maneja el dinero su hijo? Coméntenos

¿El dinero se merece o se gana?

La mesada puede ayudar a los niños a presupuestar. Cada padre tiene su forma de hacerlo. Algunos la dan gratis, mientras que otros sienten que tiene que ser ganada mediante tareas domésticas. Otros piensan que los niños no deberían recibir pago por mantener la casa en orden. “Se podría lograr un equilibro dándoles una pequeña cantidad junto con la oportunidad de ganar más haciendo labores adicionales”, propone Loveland.

Con los adolescentes, que tienen problemas para ahorrar, los padres pueden abrir una cuenta de ahorros a su nombre. Incluso los más desinteresados en la economía apreciarán el milagro del interés acumulado (por minúsculo que sea).

¡Me lo compraré yo!

La comprensión de un adolescente es más sofisticada. Puede planear para el futuro y ahorrar. Estos años abren la posibilidad de tener un empleo y manejar su cuenta, sus primeros pasos hacia la independencia y el desarrollo de hábitos inteligentes que necesitará en la adultez. “Nuestro trato ha sido que después de los 16 podían trabajar en vacaciones, y si lo hacían, podían pagar sus gastos personales en esos meses”, dice Michael Tramonte, vicepresidente de Servicios Financieros de la Universidad de Texas. “Si querían ir al cine o a cenar –y los chicos de hoy quieren salir todos los días– mi actitud era: Pide lo que quieras, si tienes dinero”.

Tramonte estima que sus hijos guardan 75% de sus ganancias de las vacaciones. Sobrevivir al huracán Ike, que causó severos daños en su comunidad, les enseñó que los objetos no son lo más importante.

Sin un entrenamiento básico en asuntos de dinero, los jóvenes pasan apuros en un ambiente como la universidad y el primer empleo, lleno de tentaciones y ofertas de tarjetas de crédito. “Los adolescentes y estudiantes universitarios deben recibir ayuda para que tengan expectativas realistas de sus ganancias y la habilidad de mantener un presupuesto que los prepare para la independencia”, agrega Loveland. “Aquellos que van a estudiar o a trabajar lejos de casa pueden caer en problemas. La meta es enseñar lecciones que lleguen a la vida adulta; hay que empezar temprano”.

Algunos bancos ofrecen el servicio de tarjetas adicionales, limitadas y controladas por los padres. Los tiempos difíciles ofrecen las mejores oportunidades para desarrollar la creatividad. Enseñe a su hijo que, pase lo que pase, alguien ya estuvo en esa situación o está enfrentando una peor. En una comunidad religiosa o civil encuentre maneras de dar el recurso más preciado: tiempo de calidad para alguien menos afortunado.

Quizás la mayor lección es observar cómo los padres manejan su dinero, en qué gastan y cuándo ahorran. Eso forma su actitud. Loveland dice que es natural que los niños se den cuenta de los problemas económicos. Algunos se enojan porque ya no se gasta en cosas que disfrutaban. Muchos temerán la pobreza. “Puede que expresen o no su miedo, así que es mejor hablar del asunto en vez de actuar como si no sucediera nada”.

Los niños y adolescentes necesitan reafirmación de que, incluso si hubiera grandes cambios, los padres seguirán cuidando de ellos. La actitud de los adultos hacia la situación, positiva o negativa, será importante para que el niño entienda lo que pasa a su alrededor. (F)

Fuente: www.uthealthleader.org

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