Afrontar el fracaso

29 de Junio de 2014
Sheyla Mosquera

De los errores siempre hay que aprender. Una lección que conduce a las personas a ser más responsables y honestas.

“El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia” o “El fracaso es, a veces, más fructífero que el éxito” Fueron frases del industrial estadounidense Henry Ford (1863-1947). De hecho tenía razón, los profesionales en psicología prefieren emplear este tipo de conceptos para ayudar a las personas a obtener un gran aprendizaje.

Si bien la Real Academia de la Lengua describe al fracaso como un malogro o resultado adverso de una empresa o negocio; como un suceso lastimoso, inopinado y funesto; y como una caída o ruina de algo con estrépito y rompimiento, es mejor pensar que a pesar de tales términos las personas pueden intentar una y otra vez lograr una meta.

“En general, se tiende a desear el fracaso del mal y el éxito del bien, a pesar de que a veces hay gentes turbias que gozan con la frustración del adversario, aunque de ella se sigan perjuicios para el bien común e incluso para el propio (el placer de contemplar el fracaso de ciertas personas puede justificar, no en vano, sacrificios nada desdeñables)”.El español Antonio Valdecantos, catedrático de Filosofía de la Universidad Carlos III de Madrid, en su ‘Teoría del Fracaso’, publicado en el 2008 en diario El Mundo, comentaba que sobre la esencia y significado del fracaso parece haber poco que decir y todo bastante sencillo y no muy brillante ni novedoso. También expresaba que cualquier persona de bien anhela el fracaso de los prevaricadores, los plagiarios y los pederastas, y deplora el de los filántropos, los oncólogos y los bomberos.

Según la psicóloga clínica Liliam Cubillos, Valdecantos en su artículo hace todo un recorrido del fracaso de la política y de los grandes estadistas hasta lo más micro que es la parte del fracaso escolar. “Él decía que la palabra fracaso se la utiliza en la política como un argumento fuerte para que la gente tenga convicción de que el estadista o político está siendo honesto, porque es imposible que no se tenga un fracaso”.

En realidad, dice Cubillos, el fracaso como tal es muy global y está sujeto a una cantidad de variables, indicadores y expectativas internas y a los condicionamientos externos de los entornos donde el individuo se mueve, ya sea en lo familiar, social o laboral.

Desde la antigüedad, dice el psicólogo clínico Samuel Merlano, los filósofos han expresado que el fracaso es la madre del éxito, el cual se consolida del fracaso. “Sin fracaso no hay éxito, de ahí la importancia de aprender de las imperfecciones, los desaciertos, las fallas, los errores que cometemos a diario. Solo si aprendemos del fracaso triunfamos”.

Por eso, agrega, se deben meditar las causas de la caída, de “errar al blanco” para encontrar esa sabiduría que genera el crecer, madurar, mejorar y llegar a la excelencia. “Existen personas que siguen tropezándose sobre la misma piedra y no aprenden del error, y por lo tanto caen en la terquedad o tozudez, donde no logran darse cuenta de las causas reales del fracaso y suelen echarle la culpa a otras personas de su comportamiento”.

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Origen de la retroalimentación

Cubillos explica que el ser humano es la suma de una serie de experiencias vividas desde el vientre materno hasta que es un niño en la edad escolar, un adolescente en un colegio, un adulto en la universidad, un profesional en su área laboral o un padre que forma una familia.

Este tiene una serie de retroalimentación que viene de lo que le han dado en la familia, es decir, aquello que le han dicho que puede o no hacer. Desde los signos lingüísticos lo van condicionando a cómo puede vivir o lo que para ellos significa un fracaso o no.

“Para la mayoría de los individuos, un fracaso es un error que se comete en algo que la persona se propone o que los demás le proponen que debe lograr para tener éxito. Por ejemplo, hay familias que piensan que el no haber tenido un carro es no tener éxito. Entonces, en ese contexto familiar, el no tener un carro es un fracaso”.

Igual sucede con un padre que se graduó en una excelente universidad y que aspira a que su hijo también lo haga. Como ve que este no tiene la posibilidad de ingresar lo considera como fracasado, cuando tiene cómo desarrollarse de manera óptima en aquello que realmente quiere y no en lo que el padre le está planteando.

Merlano considera que las familias deben tener cuidado de darles mensajes subliminales o directos a los hijos a no equivocarse, generándoles desde pequeños una obsesión por el “perfeccionismo” y miedo al fracaso. Eso producirá con el tiempo ansiedad, depresión y otras patologías comportamentales.

“Los padres deben permitir que los hijos aprendan de los errores y se expresen con ‘naturalidad’ con los familiares, desarrollando el verdadero camino hacia la excelencia y el triunfo en la vida”.

Lo que deben hacer las familias, padres o docentes, dice Cubillos, es trabajar en la formación del ser humano para construir un sujeto que tenga fortaleza interna. En la actualidad es un requisito sine qua non para asegurar que el niño o joven pueda salir adelante.

Si antes se decía que había que criar a los hijos para que puedan enfrentar la jungla, hoy tienen que aprender a vivir en ella, ya que se está dentro de un entorno de una sociedad tan compleja, tan desintegrada y tan falta de valores que solo la posibilidad de confiar en uno mismo es lo que permite enfrentarla. Para ello se necesita estar preparados para el fracaso y para el error, porque el conocimiento y la ciencia avanzan a pasos agigantados que por más que se corra nunca se estará al día.

Aprender de los errores

Según la psicóloga clínica Laura Monserrate, el fracaso como tal no existe, solo son momentos o situaciones por los que atraviesa el ser humano a lo largo de la vida, y puede dar lugar a un crecimiento o debilitamiento, crear los vacíos existenciales y hasta la muerte.

Existen personas que ante los fracasos siguen adelante con más empeño y otras caen en estados patológicos profundos. Esto implica una estructura de personalidad débil que ante cualquier evento se derrumban, entorno familiar agresivo, modelos parentales, carencias de afecto en la infancia, deseos de superación fallidos, ausencia de estímulos positivos, falta de imágenes representativas para imitar que provocaron la pérdida de la autoestima, entre otras.

Cubillos explica que las personas deben prepararse para los errores y hacer de ellos una oportunidad de crecimiento personal, y la forma es viviéndolos. Nadie puede determinar el fracaso o el error de nadie sino la misma persona que lo vive.

Por eso, agrega, hay que dejar que el ser humano se caiga para que se fortalezca, así se levantará tras cada tropezón. Cuando a alguien se le facilita todo y se lo sobreprotege, este vive en una burbuja y no está conectado con lo que la realidad le plantea.

El fracaso, opina Merlano, solo es un tema perceptual, un espejismo que todos tenemos por delante y que socialmente nos han hecho creer que es negativa tanto la palabra como la experiencia, pero en realidad es sinónimo de aprendizaje y maduración.

Un ejemplo, refiere Cubillos, es María Susana, de 24 años. Ella aplicó a un trabajo y todos los de su entorno le dijeron que la iban a contratar por su buen perfil, pero no fue así, solo le dijeron que más adelante la llamarían, esto le causó muchas lágrimas. “Ella entendió que a pesar de ese fracaso había dado un gran paso, que al menos estaba en el banco de datos de la compañía y en lista de espera”.

Otros ejemplos que están incluidos en el tema de los fracasos es a nivel de las parejas, ya sea por infidelidad, violencia intrafamiliar, por no ser productivo o porque se divorcian, es que no hacen la elaboración del duelo que es desprenderse emocionalmente de esa experiencia analizando en qué se falló con honestidad, es la única forma de empezar una nueva relación para no repetir lo actuado.

Área más afectada

El área en la que las personas se sienten más fracasadas es en la económica, dice Cubillos, porque la relación que hay de éxito está fundamentada más en el tener que en el ser. Entonces, se venden a nivel de la sociedad la idea y el discurso de que se tiene éxito cuando se logra adquirir todas las cosas que el consumismo plantea.

Según Merlano, hay personas que toleran más el fracaso material y social que el familiar y espiritual, ya que esto último afecta el sentido de la vida y la transcendencia de su ser. Mucha gente en el ámbito espiritual cree que el Creador no permite errores en su vida y que Él se encuentra como policía, mirando cuando falla para condenarla y desecharla.

Incluso, el psicólogo Erick From en el texto Del ser al tener hace un análisis de cómo nosotros perdemos la perspectiva de vida por estar concentrados en la consecución de bienes materiales. Las personas no trabajan casi nada la esencia humana, porque piensan más en el tener.

Esto también se da, agrega Merlano, por la avalancha del materialismo ciego y consumismo, más un seudomarketing exagerado que han conllevado al ser humano a “idolatrar” las cosas externas y superfluas, olvidando su espiritualidad, las relaciones afectivas, los valores y la transcendencia.

Cubillos sugiere que se hagan campañas educativas por el tema de cómo aprender de los errores. Sería la forma más adecuada para que las sociedades maduren en su desarrollo de pensamiento y políticamente e incluso las decisiones que se tomen deben ser pensadas y reflexionadas.

 

Sobrellevar el fracaso

La psicóloga clínica Laura Monserrate da consejos que le ayudarán a sobrellevar el fracaso:

• Identificar bien el supuesto fracaso

• Analizarlo en sus diversos contextos de incidencia económico, social, afectivo.

• Hacer uso de la reflexión para descubrir los motivos de los aparentes fracasos.

• Diseñar una estrategia para lograr el fin que se busca

• Mantener persistencia y perseverancia en los planes a llevar a cabo.

• Probar una y otra vez diversidad de acciones

• Introyectar la creencia que el fracaso no existe como tal, que cada persona puede desaparecerlo con solo proponérselo.

• Comprender que el fracaso es una brújula para orientar hacia el camino correcto del éxito.

• Buscar ayuda psicológica si el fracaso está ocasionando disfunciones emocionales conductuales.

• Leer textos como Cuestión de dignidad de Walter Riso; Cómo superar fracasos y El obtener el éxito de Napoleón Hill; y Pide y se te dará de Abraham Hickes.

Leer biografías de personas de éxitos y encontraras la cantidad de fracasos que tuvieron.

 

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