Adicción al trabajo

01 de Septiembre de 2013

Los que trabajan obsesivamente llevan un estilo de vida nocivo que afecta la vida de las personas. Hay estrategias para recuperar el equilibrio interno.

Trabajar muchas horas usando el mayor tiempo de su vida es una adicción. Una dependencia que impulsa a experimentarla sin quedar satisfecho. Los anglosajones la denominan workaholism (Wayne Oates, 1971), que traducido al español significa adicción al trabajo (Bárbara Killinger, 1993).

Para el neuropsicólogo Eduardo Santillán Sosa, la adicción no le produce placer a la persona que la experimenta por lo que siempre tiende a sobresaturarse del elemento adictivo. Sin requerirlo extiende su jornada laboral cuatro horas o más para adelantarlo o lo continúa en la casa para perfeccionarlo. ¿La razón? Nunca está conforme con los logros que alcanza.

También labora en sus días libres o los fines de semana, en lugar de cargar energías mediante el descanso o variando la actividad que hace. Además, nunca toma vacaciones porque lo primero es el trabajo. “Desde el factor epidemiológico, el 40% de adictos al trabajo son empresarios, gerentes o ejecutivos, y el 3%, subalternos”.

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Si el dependiente es un jefe, este siempre exige más de los demás, porque para él no es suficiente alcanzar logros, metas u objetivos, por eso requiere tener a sus colaboradores en la oficina para satisfacerse de que los demás están trabajando como él. Mientras que los subalternos aceptan sus requerimientos ante el temor de que entre en cólera y los despida.

En cambio, los adictos de menor jerarquía buscan la aprobación de sus jefes o supervisores y siempre están dispuestos a recibir más trabajo. Gustan hacerlo más aisladamente que en equipo y en sitios donde les permitan ejercer su adicción. Se los encuentra en algunas entidades públicas o privadas agachados en su escritorio con una gran cantidad de papeles y documentos a su alrededor.

Según la psicóloga clínica Balbina Salazar de Thoret, los estudios dicen que hay tres tipos de adictos al trabajo o personas que padecen el también llamado “síndrome del quemado”: el complaciente, el controlador y el narcisista. El primero posiblemente sufra de depresión y se afana por ayudar al prójimo al mismo tiempo que trabaja; el segundo percibe irritabilidad continua junto a estados de depresión y ansiedad por la necesidad de vivir en forma voluntariosa, y el tercero es catalogado como un personaje manipulador y egocéntrico.

Traumas en la infancia

Cuando existe adicción al trabajo, diferente a tener entusiasmo, motivación e incentivo por este, Santillán menciona que la persona quiere inconscientemente suplir con su afianzamiento laboral una serie de descompensaciones, en algunos casos provenientes de situaciones traumáticas o complejos originados en su infancia, niñez o primera adolescencia. Se debe a la falta de premios mediante estímulos afectivos.

Este complejo generó en el adicto baja autoestima o un detrimento de su personalidad que la continúa hasta su vida adulta, por lo que tiene que demostrarse día a día que tiene suficiencia y capacidad en una labor específica. Es una forma de decir ¡miren, yo soy importante! ¡yo existo! o ¡este es el resultado de mis esfuerzos!

Asimismo tiende a sentir desprecio por sus compañeros porque asume que trabajan menos que él. Pero a la vez necesita del reconocimiento y las muestras de afecto de ellos.

También, dice la psicóloga, tiene una comunicación deficiente cuando se trata de sentimientos y emociones, y sufre de una incapacidad para delegar tareas, junto con otras tendencias compulsivas.

Afecta la salud y a la familia

Los adictos al trabajo, explica Santillán, padecen de ansiedad, trastornos gástricos, dolores de cabeza e incremento de los niveles de presión sanguínea. Incluso pueden propender a diabetes –azúcar en la sangre–  por mayor exposición a situaciones tensionales.

También, dice Salazar de Thoret, produce fatiga que se presentará en las rutinas trayendo a cabo poco a poco sentimientos de monotonía, inconformidad, mal genio... y no habrá beneficios, sino la enfermedad y el detrimento personal.

Un ejemplo es lo que sucede en Japón. La adicción al trabajo se llama “karoshi” o muerte por exceso de trabajo. Se estima que causa 1.000 fallecimientos al año por ataques al corazón en los empleados menores de 60 años.

Asimismo, agrega Santillán, la vida del adicto en el hogar es incipiente. Si es hombre le otorga poca atención a su esposa y ninguna a sus hijos, y si es mujer dejará en segundo plano a su esposo e hijos. Es decir, no es un buen socio matrimonial, ni tampoco buen padre, porque aunque existe el factor presencial en un espacio físico, su mente y actividad está en otra parte.

“Como consecuencia hay matrimonios disueltos e hijos que al crecer trabajarán igual que sus padres adictos o al contrario van a odiar laborar, pues estuvieron desatendidos por esta actividad en el hogar”.

Necesitan terapia

Todo adicto al trabajo, explica Santillán, necesita recibir psicoterapia y algunas veces farmacoterapia contra la ansiedad. La terapia neurocognitiva conductual le enseñará a que puede ser feliz, quedar satisfecho y realizado, sin tener el desgaste de trabajar por trabajar, sino que debe descansar y disfrutar de la vida.

“El descanso genera una energetización que beneficia el estado emocional, psíquico, orgánico, familiar y social. Así podrá regresar al trabajo más apto para cumplir adecuadamente las funciones”.

Por último, en ciertas ocasiones, es necesario que el cónyuge también realice la psicoterapia porque también se ha desgastado por la desatención, el maltrato o por la carencia de demostraciones afectivas por parte del adicto al trabajo. (S.M.de.C)

 

Para dejar la adicción

La psicóloga Balbina Salazar de Thoret da varias recomendaciones para dejar de ser adicto al trabajo:

• Contratar profesionales de la salud psicológica para uso terapéutico.

• Establecer un programa de actividades físicas.

• Reducir las horas que se dedica a trabajar en exceso y dejar un lugar para la recreación, de esa manera encuentra una serenidad objetiva.

• Las metas y el propósito de vida son muy importantes para un equilibrio psicológico.

• Cultivar hábitos saludables.

• Siempre es necesario un sueño reparador.

• Establecer límites claros en su vida.

• Priorizar lo urgente y lo que no es tanto en la vida personal y familiar.

• Entrenar con técnicas de relajación.

• Cambiar actitudes conflictivas con los demás en el hogar o en el trabajo.

• Compartir con la pareja veladas agradables.

• Ser amigo de sus hijos, compartir con ellos recreación y paseos, todo con el fin de divertirse para darles una dirección correcta y obtener una mejor calidad de vida.

• Tratar de siempre conservar el buen ánimo, así los tiempos sean difíciles.

 

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