Niños que muerden

06 de Diciembre de 2015
Fuente: Kids Health

Los pequeños son adorables: abrazan, ríen y se acurrucan junto a uno. O gritan y usan los dientes.

El hábito de morder es bastante común en niños preescolares, pero esto sirve de poco consuelo si su hijo muerde. Después de todo, nadie quiere que su hijo sea considerado la amenaza del grupo de juego. Y lo que es peor aún, los niños etiquetados como “mordedores” a menudo son excluidos de las guarderías infantiles, un desafío que ningún padre que trabaja desea enfrentar.

Tal vez piense que el hábito de morder solo forma parte de otra etapa que se debe atravesar, pero no siempre es así.

Por qué muerden los niños

Aunque usted no lo crea, la acción de morder es parte del desarrollo de la infancia temprana. Los bebés y los niños pequeños muerden por diferentes razones, como la dentición o la exploración de un nuevo juguete u objeto con la boca (fase oral). Debido a que empiezan a comprender la relación entre causa y efecto, pueden morder a una persona para ver si logran su reacción.

Morder puede ser una manera de llamar la atención o de expresar sus sentimientos. La frustración, el enojo y el miedo son emociones fuertes y los infantes no tienen las habilidades lingüísticas necesarias para abordarlas. Por lo tanto, si no encuentran rápidamente las palabras que necesitan o no pueden expresar lo que sienten, tal vez recurran a morder como una forma de decir: “¡Préstenme atención!” o “¡No me gusta!”.

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Cómo frenarlo

La próxima vez que su hijo muerda a otro niño, separe a los niños involucrados e intente seguir estos pasos:

1. En primer lugar, consuele a la víctima. Dirija su atención a la persona que fue mordida, especialmente si es otro niño. Dirigirse al victimario en primer lugar puede reforzar su comportamiento negativo si el niño muerde para llamar la atención. Si se produjo una lesión, limpie el área con agua y jabón, y colóquele hielo.

2. Permanezca calmado y firme. Dígale a su hijo con firmeza: “¡No muerdas!” o “¡Morder lastima!”. Hágalo simple y fácil para que lo pueda comprender. Deje en claro que morder está mal, pero evite explicaciones largas hasta que su hijo tenga la edad para comprenderlas. Mantenerse lo más calmado posible ayuda a resolver la situación con mayor rapidez.

3. Consuele al victimario, si es necesario. Los niños pequeños pueden no darse cuenta de que morder lastima. Está bien consolar a un niño que está alterado por haber lastimado a un amigo.

4. Ofrezca alternativas. Una vez que se ha calmado la situación, sugiera alternativas a la acción de morder, como el uso de las palabras “no”, “para” y “eso es mío” para comunicarse con los demás.

5. Redireccione. La distracción hace maravillas con los niños de esta edad. Si los niveles de emoción y energía son elevados o si se ha caído en el aburrimiento, ayude a redirigir la atención del pequeño a una actividad más positiva: poner música y bailar, pintar o jugar.

Por lo general, no es necesario el aislamiento a esta edad, debido a que el hábito de morder es normal y la mayoría de los niños no se da cuenta de que sus acciones pueden lastimar a otros.

Si ha intentado seguir los pasos anteriores y el comportamiento no se detiene, es probable que los aislamientos sean efectivos. Los niños más grandes (de 2 a 3 años) pueden ser llevados a un área de aislamiento (una silla de la cocina o al final de la escalera) durante un minuto o dos para que se calmen. Se sugiere que los aislamientos duren alrededor de un minuto por año de edad.

Refuerce la regla de “no morder” en todo momento. En lugar de recompensar las acciones negativas con su atención, elogie a su hijo cuando se comporta bien.

Los pequeños se pueden sentir más cómodos y no tener la necesidad de morder si saben lo que deben esperar de situaciones nuevas o de altos niveles de energía. Si el niño muerde en la guardería, dígale qué le va a suceder cada día. Si un ambiente grande y caótico parece abrumador, considere la posibilidad de llevar a su hijo a un ambiente más pequeño.

A medida que se desarrollan las habilidades lingüísticas de su hijo, puede ayudarlo a encontrar maneras más seguras de expresar las emociones negativas. Por ejemplo, pedirles que “utilicen sus palabras” cuando se sienten frustrados o alterados puede ayudarlos a calmarse. Un médico, consejero o psicólogo puede analizar maneras de enseñarle a su hijo a manejar las emociones fuertes y expresar sus sentimientos en forma saludable. (F)

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