Niñez y género

09 de Noviembre de 2014
Liliana Anchundia

Para que varones y mujeres crezcan con conciencia de que no se debe permitir el maltrato, hay que intervenir desde múltiples áreas.

Paola, de 36 años, trabaja en el sector de la Salud. Cuando llega a casa, dice, comparte con su esposo las tareas del hogar y el cuidado de su hijo de 5 años, a quien también le inculca que debe “ayudar”. Esto lo acordó con su pareja desde el noviazgo, pues no estaba dispuesta a repetir en su hogar lo que padeció en casa de sus padres: excesivos privilegios para los varones y desventajas para las mujeres.

Patricio Cajas Moreno –padre de dos hijas– es psicólogo clínico y se ha desempeñado en el ámbito de los derechos humanos en general, y de niñas y niños en particular; y de políticas públicas en el sector educativo. Señala que vivimos en sociedades que, cotidianamente, con diferentes mecanismos inciden en la formación de las personas y cree que reconocer esto es fundamental para que haya sintonía entre lo que pueden recibir las niñas, niños y adolescentes dentro del sistema educativo y los mensajes que les llegan desde los medios, desde la cotidianidad de las relaciones familiares, desde una cultura que sostiene roles de género anacrónicos, que mantiene modelos que irrespetan, agreden, violentan, matan.

“Analicemos con responsabilidad colectiva, los modelos o roles que asignamos y esperamos de las niñas y de los niños, veamos cuántos de esos sostienen esquemas tradicionales: la debilidad, la dependencia, el sometimiento como característica de las mujeres y por otra parte: la fuerza, la imposición, el irrespeto como propio de los hombres”.

Cajas refiere que los estudios y el abordaje frente a la violencia de género –violencia psicológica, violencia física y sexo forzado– estuvo liderado por organizaciones sociales del sector privado pero que actualmente se puede acceder a información procesada y difundida por el INEC que posibilita conocer las dimensiones de estas problemáticas sociales, pero siempre hará falta reforzar las respuestas que permitan modificar favorablemente estos indicadores.

Violencia en parejas jóvenes

La Psc. Sonia Rodríguez Jaramillo dirige, en Guayaquil, el Área de Salud, Derechos Sexuales y Derechos Reproductivos del Cepam (Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer); ella relata que en un estudio preliminar denominado “Jóvenes; sexualidad, cuerpo y salud”, con el que trataron de indagar cuáles son las concepciones de los jóvenes respecto a la sexualidad en la adolescencia y cuáles son las concepciones del personal de Salud sobre el tema –dos ópticas completamente diferentes– para interrogarse cómo el personal de Salud debe acercarse a una población masculina adolescente –que no es considerada en los programas de Salud porque se parte de una concepción de que el embarazo y la maternidad es un asunto de mujeres–, encontraron que a los chicos les gusta el hecho de ser varones porque tienen libertad, no hacen labores domésticas, pueden salir cuando quieren y no los controlan; esto les da seguridad y capacidad de interactuar.

Para Rodríguez es “grave” que las situaciones de violencia se dan desde que las parejas son jóvenes. Eso es una situación por investigar, dice; hay pocos trabajos sobre violencia en el noviazgo. El patrón es el mismo que el de los adultos: “Ella es mía”... Las chicas consideran inicialmente los celos como prueba de amor: “Es que me cela porque me quiere”... Cuando se incrementa el maltrato, se llega a situaciones extremas. Por eso se les debe inculcar que el maltrato y la violencia no están bien, que no deben tolerarlos.

Habría que trabajar desde la temprana infancia, asegura, porque es un factor social y cultural: a los varones se les debe enseñar a hacer el trabajo doméstico, que no es solo cosas de niñas. No hay que minimizar comportamientos, como aquello de “eso es juego de niñas”. Por eso, recalca, los chicos consideran un insulto que les digan: “pareces niñita”.

No se trata de borrar las diferencias, aclara; somos diferentes, queremos ser diferentes. Pero no debería ser una diferencia subordinada, que recibe maltrato, desigualdad.

Pero la educación la hacemos los adultos, señala; entonces si no intervenimos con los que educan, con los que prestan servicios de justicia, con los que atienden en salud..., los patrones no van a cambiar... Hay bastante por hacer, habría que intervenir con todos.

Haber nacido antes o después de la promulgación de la Ley Contra la Violencia a la Mujer y a la Familia (1995), culturalmente tiene un efecto. Para las abuelas y las bisabuelas, el maltrato era algo natural.

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Educar a los varones

Cajas está de acuerdo con que hay que focalizar una especial atención a la formación de las mujeres, fortalecer sus capacidades de reacción frente a lo que sucede y no puede ser justificado bajo ningún concepto; sin embargo, dice, con igual énfasis debemos diseñar estrategias dirigidas a los hombres, a la necesaria modificación de modelos según los cuales lo nuestro es el poder y el abuso como recurso, ejercido en muchas ocasiones desde nuestras inseguridades y debilidad; también es importante conocer los recursos institucionales públicos y privados que abordan el tema.

Rodríguez lamenta que el Plan Nacional para la Erradicación de la Violencia de Género que empezó el Estado se haya ido diluyendo, pues “la campaña ‘El machismo es violencia’ empezó a sentar un mensaje”.

A los niños hay que inculcarles que deben hacer trabajo doméstico, el trato con respeto, lo importante de acordar, negociar. Hay que abordar el tema de la sexualidad, que por ser poco tratado en él se dan muchas situaciones de violencia, concluye Rodríguez.

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