Momentos del guerrero

Por Paulo Coelho
13 de Agosto de 2017

Amor y combate

El guerrero de la luz a veces lucha con aquel a quien ama. Aprendió que el silencio significa el equilibrio absoluto del cuerpo, del espíritu y del alma. El hombre que preserva su unidad jamás será dominado por las tempestades de la existencia; tiene fuerzas para superar las dificultades y seguir adelante. Sin embargo, muchas veces se siente desafiado por quienes intenta enseñar el arte de la espada. Sus discípulos lo incitan al combate. Y el guerrero demuestra su capacidad: con unos golpes, lanza las armas de los alumnos a tierra, y vuelve la armonía al lugar donde se reúnen.

“¿Por qué haces esto, si eres tan superior?”, pregunta un viajero.

“Porque, de esta forma, mantengo el diálogo”, dice el guerrero.

Soledad y dependencia

Un guerrero, cuando sufre una injusticia, generalmente busca la soledad, para no mostrar su dolor a los demás. Es un comportamiento bueno y malo a la vez. Una cosa es dejar que tu corazón cure lentamente sus heridas. Otra cosa es meditar profundamente todo el día, con miedo a parecer débil.

Dentro de cada uno de nosotros existen un ángel y un demonio, y sus voces son muy parecidas. Ante la dificultad, el demonio alimenta esta conversación solitaria, intentando demostrarnos lo vulnerables que somos. El ángel necesita la boca de otra persona para manifestarse.

Prisa y paciencia

Un guerrero de la luz necesita estos aspectos. Los dos mayores errores de la estrategia son: actuar antes de tiempo y dejar pasar la oportunidad. Para evitarlo, el guerrero trata cada situación como si fuese única, y no aplica fórmulas, recetas u opiniones ajenas. El califa Moauiyat preguntó a Omar Ben Al-Aas cuál era el secreto de su gran habilidad política: “Nunca me metí en ningún asunto sin haber estudiado previamente la retirada; por otra parte, nunca entré y quise salir corriendo enseguida”, dijo.

Un ángel y un demonio

Un guerrero sabe que un ángel y un demonio se disputan la mano que sostiene la espada. Dice el demonio: “Vas a flaquear. No sabes cuándo. Tienes miedo”.

Dice el ángel: “Vas a flaquear. No sabes cuándo. Tienes miedo”.

El guerrero se sorprende. Los dos han dicho lo mismo.

Entonces continúa el demonio: “Deja que te ayude”.

Y dice el ángel: “Yo te ayudo”.

En ese momento, el guerrero percibe la diferencia. Las palabras son las mismas, pero los aliados son diferentes.

Entonces dedica su victoria a Dios. Y, con la confianza de los valientes, coge la mano de su ángel. (O)

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