Inevitable: Cara a cara con la muerte

Por Paulo Coelho
16 de Septiembre de 2012

“He tenido amor, he hecho todo lo que quería y he cumplido mi misión, he alcanzado mi plenitud personal. Si muriese mañana, dejaría esta vida lleno de alegría. Al final, no se trata de si crees o no en la vida después de la muerte”.

La muerte es una bella mujer, siempre a mi lado. Ella me besará un día, lo sé. Esta compañera me recuerda que no debo posponer nada: “hazlo ahora, hazlo ahora”. Su voz no resulta amenazadora, apenas constante. Y esta voz me dice que lo que importa ahora no es cuánto voy a vivir, sino cómo.

En cierta ocasión me vi atrapado en el desierto de Mojave, casi sin agua y sin haber leído ninguno de los manuales que explican cómo sobrevivir en regiones desérticas. Y otro día me perdí escalando los Pirineos. En ambas ocasiones llegué a pensar que estaba a punto de dejar este mundo.

Hace algún tiempo fui al médico no por iniciativa propia: mi mejor amiga me obligó. Su padre acababa de fallecer y ella insistió en que todos sus amigos deberían hacer una prueba de esfuerzo para el corazón. Le dije: “No soy hipocondriaco”. Me mandó que fuera de todas formas. Fui al médico e hice la prueba de esfuerzo, en la que había que pedalear en una bicicleta ergométrica.

–Señor Coelho –dijo el doctor–, le quedan a usted treinta días de vida: tiene dos arterias obstruidas.

–¿Cómo? –dije– ¿Está usted seguro? Yo no siento nada...

–Se trata de un infarto “silencioso” –dijo el médico–. Dos arterias están obstruidas en un 90%.

Se programó una cirugía de urgencia para dos días después. Todo dependía de lo que encontraran al abrir mi corazón. El cirujano determinaría entonces si se necesitaría una angioplastia o un marcapasos o si, de hecho, nada podía hacerse ya.

Un 29 de noviembre, me senté al lado de la muerte. Como cristiano que soy, creo que la pregunta que el Cordero de Dios me hará no es “¿cuánto has pecado?”, sino “¿cuánto has amado?”. Me sentí enormemente agradecido por haber podido compartir mis últimos 33 años con Christina, mi mujer. No son muchos los que encuentran el amor de su vida; yo lo encontré (si bien solo lo logré al cabo de cuatro matrimonios).

Christina y yo tuvimos la más profunda experiencia del amor; ese amor que implica complicidad y entrega. Por lo tanto, siento que he amado plenamente. ¿He vivido? Pertenezco a la generación del baby boom, he hecho de todo: sexo, drogas y rock and roll. Fui hippie, abandoné los estudios, fui un verdadero dolor de cabeza para mis padres.

He sobrevivido a estos años locos y finalmente decidí hacer lo que realmente quería: escribir. Atravesé muchos años de dudas, con las personas diciéndome: “La escritura no da para sobrevivir”. Pero yo pensaba que no se trataba de sobrevivir, sino de vivir. Escribí mi primer libro a los 40 años.

Lo que yo pensaba el 29 de noviembre era: he tenido amor, he hecho todo lo que quería y he cumplido mi misión, he alcanzado mi plenitud personal. Si muriese mañana, dejaría esta vida lleno de alegría. Al final, no se trata de si crees o no en la vida después de la muerte. Todos quieren encarar la muerte con honra y dignidad.

La cateterización reveló que tenía tres arterias totalmente bloqueadas. El médico las abrió con una angioplastia, empleando un balón. Colocó tres tubos metálicos (stents).

Desde entonces, he retomado mi vida habitual. Ahora, sin embargo, sigo una especie de dieta. También llevo conmigo un GPS cuando estoy en las montañas, solo por si acaso. Mi mujer y yo pasamos mucho tiempo caminando por las regiones montañosas. A veces me sorprendo pensando: ¿Y si mi amiga no me hubiese forzado a ir al médico? ¿Dónde estaría yo ahora?

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