Historias sufíes: Sabiduría oriental

Por Paulo Coelho
15 de Septiembre de 2013

“Descubrir un amor supremo, despertar el deseo de estar junto a este amor, tener inteligencia para ver las propias faltas, tener conciencia de todo lo que ocurre en la vida, y ser agradecido por las bendiciones recibidas”.

La mujer perfecta

Nasrudin hablaba con un amigo.

–¿Quieres decir, mullah, que nunca has pensado en casarte?

–Alguna vez, sí –respondió Nasrudin–. En mi juventud quise conocer a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco y conocí a una mujer espiritualizada y linda; pero ella no sabía nada de las cosas del mundo.

»Proseguí el viaje y llegué a Isfahán. Allí encontré una mujer que conocía el reino de la materia y del espíritu, pero que no era bonita. Entonces decidí ir hasta la ciudad de El Cairo, donde cené en la casa de una muchacha bonita, religiosa y conocedora de la realidad material.

–¿Y por qué no te casaste con ella?

–¡Ah, querido amigo! Lamentablemente, ella también estaba buscando a alguien perfecto.

El pato y la gata

–¿Cómo ingresó usted en la vida espiritual? –le preguntó uno de los discípulos al maestro sufí Shams Tabrizi.

–Mi madre me decía que yo no estaba tan loco como para internarme en un manicomio, y que tampoco era lo bastante santo como para entrar en un monasterio –respondió Tabrizi–. Entonces, opté por dedicarme al sufismo, donde aprendemos a través de la meditación libre.

–¿Y cómo le explicó eso a su madre?

–Con la siguiente fábula: alguien dejó un patito junto a una gata para que esta lo cuidase. Aquel seguía a su madre adoptiva por todas partes hasta que, cierto día, los dos fueron a parar a la orilla de un lago. Inmediatamente, el pato entró en el agua, mientras la madre gritaba desde fuera: “¡Sal de ahí inmediatamente! ¡Te vas a ahogar!”.

»Pero el patito respondió: “No, mamá. He descubierto lo que es bueno para mí, y sé que este es mi lugar. Voy a continuar aquí, aunque tú no consigas entender lo que un lago significa”.

El pez que salvó una vida

Nasrudin pasa frente a una gruta, ve a un yogui meditando y le pregunta qué está buscando.

–Contemplo a los animales y he aprendido de ellos muchas lecciones que pueden transformar la vida de un hombre –dice el yogui.

–Pues en cierta ocasión, un pez me salvó la vida –responde

Nasrudin–. Si me cuentas todo lo que sabes, te diré cómo ocurrió.

El yogui se queda asombrado: si ha sido salvado por un pez, este hombre debe de ser un santo, así que decide enseñarle todo lo que sabe.

Cuando termina, le dice a Nasrudin:

–Ahora que te lo he enseñado todo, será un honor escuchar la historia de cómo un pez te salvó la vida.

–Es sencillo –responde Nasrudin–. Yo estaba casi muriendo de hambre cuando lo pesqué, y gracias a él pude sobrevivir tres días.

La reflexión sufí

Abu Muhammad al-Jurayry solía decir: «La religión tiene diez tesoros que nos enriquecen. Cinco son interiores y cinco exteriores. Todos aquellos que siguen el camino espiritual deben ser conscientes de esto.

»Los tesoros interiores son los siguientes: capacidad de ser verdadero, despreocupación con nuestros bienes, humildad en la apariencia, equilibrio para evitar dificultades con los demás, y fuerza para reaccionar.

»Los tesoros exteriores son los siguientes: descubrir un amor supremo, despertar el deseo de estar junto a este amor, tener inteligencia para ver las propias faltas, tener conciencia de todo lo que ocurre en la vida, y ser agradecido por las bendiciones recibidas.

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