El caballo perdido

Por Paulo Coelho
01 de Julio de 2018

En una pobre aldea china, vivía un campesino con su hijo. Su única posesión material, además de un terreno y una pequeña choza, era un caballo que había heredado de su padre.

En una pobre aldea china, vivía un campesino con su hijo. Su única posesión material, además de un terreno y una pequeña choza, era un caballo que había heredado de su padre. Un día, el caballo se escapó, dejando al hombre con ningún animal para labrar la tierra. Sus vecinos –que lo respetaban mucho– llegaron a su casa para decir que lamentaban lo ocurrido. Él les dio las gracias, pero preguntó: –¿Cómo se puede saber si  lo  ocurrido ha sido una desgracia en mi vida?

Alguien murmuró: “No puede aceptar la realidad, que  piense lo que quiera, siempre y cuando él no esté triste”.

Y los vecinos se marcharon, fingiendo estar de acuerdo con lo que habían oído. Una semana después, el caballo regresó al establo, pero trajo consigo una yegua. Al oír esto, los aldeanos –que estaban nerviosos, ya que ahora entendían la respuesta que el hombre les había dado– regresaron a la casa del campesino, con el fin de felicitarle por su buena suerte.

–Tenía un solo caballo, y ahora tiene dos. ¡Felicitaciones!

–Muchas gracias por su visita y por su solidaridad –respondió el campesino.  –Pero ¿cómo puede saber que lo que ha ocurrido ha sido una bendición en mi vida?

Desconcertados,  se marcharon, y  comentaron: “¿No entiende que Dios le ha enviado un regalo?”.

Un mes más tarde, el hijo del campesino decidió domesticar la yegua. Pero el animal se encabritó inesperadamente y el niño se cayó y se rompió la pierna. Los vecinos regresaron a la casa del campesino –trayendo regalos para el niño herido. El alcalde de la localidad ofreció sus condolencias al padre.

El hombre les dio las gracias por su visita y su preocupación, pero preguntó: ¿Cómo se puede saber si lo ocurrido ha sido una desgracia en mi vida?

Todos estaban asombrados, ya que nadie podía dudar que el accidente era una verdadera tragedia. Cuando salieron de la casa del labrador, comentaban entre sí: “Realmente se ha vuelto loco; su único hijo se puede quedar cojo para siempre, y duda si lo ocurrido es una desgracia”.

Pasaron algunos meses, y Japón declaró la guerra a China. los enviados del emperador viajaron por todo el país en busca de hombres jóvenes saludables para ser enviados a la batalla.

Reclutaron a todos los jóvenes, excepto el hijo del campesino. Ninguno de los hombres jóvenes regresó con vida. El hijo se recuperó, los dos animales criados y sus descendientes fueron vendidos a un buen precio. El campesino empezó a visitar a sus vecinos para consolar y ayudar a ellos, –ya que habían sido en todo momento muy atentos. Cada vez que uno de ellos se quejaba, el campesino decía: “¿Cómo se sabe que es una desgracia?”. Si alguien se  alegraba, preguntaba: “¿Cómo sabes que es una bendición”.

Y desde entonces, los hombres de ese pueblo entendieron que más allá de las apariencias, la vida tiene otros significados. (O)

www.paulocoelhoblog.com

  Deja tu comentario