De la lucha sin violencia: Enseñanzas orientales

Por Paulo Coelho
27 de Noviembre de 2016

“El verdadero guerrero está siempre armado con tres cosas: la espada radiante de la pacificación, el espejo cristalino de la sabiduría y la amistad, y la joya de la luz divina”.

Morihei Ueshiba (1883-1969), creador del aikido.

Vale la pena leer, de vez en cuando, los textos de Morihei Ueshiba (1883-1969), creador del arte marcial conocido como aikido. Estos textos, recolectados por sus discípulos, demuestran que la confrontación forma parte de la naturaleza humana, pero puede ser utilizada para reconciliarse con el prójimo y con el mundo. A continuación, condensadas y adaptadas, algunas de estas enseñanzas:

Aprende con los más sabios

Mira el mundo a tu alrededor, ve el trabajo que se ha hecho, escucha lo que los más viejos quieren enseñar y utiliza todo eso como si fuese tu herencia. Porque la verdad está ante tus ojos, y cualquier cosa, un hombre, un río, una planta, puede ser tu maestro. Ve cómo el agua fluye entre las rocas e intenta ser como ella. Cada mañana vístete con las ropas del cielo y de la tierra, lávate con la energía del amor y déjate abrigar por el corazón de la Madre Naturaleza.

La voz interior viene del exterior

Tu corazón guarda semillas fértiles que esperan la luz para brotar. Deja que esta luz entre en tu alma: déjate guiar por el fluir de las cosas que te rodean, intenta imitar a algunas plantas: sé siempre verde como el pino, flexible como el bambú, bello como el loto y elegante como el lirio.

Sé tú mismo

Calma tu espíritu, busca de nuevo la fuente de donde nace todo y elimina cualquier vestigio de maldad o egoísmo. Si te preocupas demasiado por descubrir lo que de bueno o malo tiene el prójimo, te olvidarás de tu propia alma, y quedarás agotado y derrotado por la energía que empleaste en juzgar a los demás. La vida es una manifestación de amor, y un guerrero debe concentrarse en promover la paz y no el combate.

Desarrolla tus talentos

Aquellos que buscan mejorarse a sí mismos no deben ser prisioneros de teorías o palabras, sino intentar actuar de manera impecable, empleando las cuatro virtudes que hay que conservar: el coraje, la sabiduría, el amor y la amistad. Existen varios caminos para ello, así como existen varios senderos para llegar a la cima de una montaña. Pero la cima de la que hablamos se llama amor, y un verdadero guerrero debe recordar esta palabra cada vez que se encuentre ante una decisión. Para ello, hay que prepararse y entrenar, pero también hay que actuar, en último término, basándose en la intuición, porque el amor siempre nos permite escoger el mejor camino.

El camino del guerrero

La espada sagrada, afilada y reluciente, siempre corta el mal de raíz. Si dicha espada estuviese hecha de hierro, estaría llena de impurezas y se rompería al primer golpe; sin embargo, fue trabajada y moldeada por la mano del herrero hasta transformarse en acero, y esta es también una de las cualidades del hombre o la mujer que la empuñan. Cada golpe recibido en el pasado fue también una manera de aprender alguna lección y evitar las trampas en el futuro.

El verdadero camino está basado en las cuatro virtudes, y limitarlo a su manifestación física es empobrecerlo, pues el cuerpo tiene sus límites. El alma, sin embargo, es tan grande como el universo, y puede entender todo lo que el amor nos enseña. El verdadero guerrero está siempre armado con tres cosas: la espada radiante de la pacificación, el espejo cristalino de la sabiduría y la amistad, y la joya de la luz divina. Y esta luz divina no se encuentra en el cielo ni en la Tierra, sino dentro de cada uno de nosotros. (O)

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