Condiciones de trabajo: Hacerlo de la mejor manera

Por Paulo Coelho
08 de Mayo de 2016

“El hombre que toma un camino y sigue pensando en lo que perdió al dejar de lado los otros, jamás llegará a lugar alguno”.

Cada ser humano sabe la mejor manera de estar en paz con la vida; algunos necesitan un mínimo de seguridad, otros se arriesgan sin temor. No existen fórmulas para vivir el propio sueño; cada uno, al escuchar su corazón, sabe cuál es el mejor modo de actuar. A continuación, algunas historias al respecto:

La ayuda estorba

El escritor norteamericano Sherwood Anderson careció siempre de una disciplina de trabajo, y solo conseguía escribir movido por su propia rebeldía. Sus primeros editores, preocupados por la situación de miseria en que vivía Anderson, decidieron enviarle un cheque semanal como adelanto por la novela que estaba escribiendo.

Después de un mes, recibieron la visita del escritor, que les devolvió todos los cheques.

–Hace tiempo que no consigo escribir una línea –dijo Anderson. Me resulta imposible trabajar con la seguridad financiera mirándome desde el otro lado de la mesa.

Olvida el camino no elegido

“Una vez que escogemos un camino, hay que olvidarse de todos los otros”, decía el maestro a sus discípulos. Lowon, el discípulo que no sabe aprender, escucha con atención. A la salida de la conferencia, Lowon es invitado por un grupo de personas a dar una conferencia en un bar.

–Rehúso cualquier tipo de pago –dice Lowon. He hecho mi elección, soy un servidor, quiero divulgar la palabra de la fe.

El grupo, contento con estas palabras, va al bar, donde tiene lugar la conferencia de Lowon. Este, una vez concluida, dice:

–Tan solo por curiosidad, quisiera saber cuánto dinero decliné cobrar.

Al enterarse de la espléndida paga que hubiera recibido, Lowon se siente engañado por el grupo que lo invitó, y va a quejarse al maestro.

–Cuando la gente hace una elección, debe siempre olvidar las otras alternativas. El hombre que toma un camino y sigue pensando en lo que perdió al dejar de lado los otros, jamás llegará a lugar alguno –es la respuesta del maestro.

Ojo a las ‘faltas pequeñas’

El maestro pidió a sus discípulos que fueran y trajeran comida. Estaban de viaje y no conseguían alimentarse bien.

Los discípulos volvieron al final de la tarde. Cada uno traía lo poco conseguido gracias a la caridad: frutas ya podridas, pan duro, vino agrio.

Pero uno de los discípulos traía una cesta de manzanas maduras.

–Siempre haré todo lo posible por ayudar a mi maestro y mis hermanos –dijo, compartiendo las manzanas con los demás.

–¿Dónde has conseguido esto? –preguntó el maestro.

–Tuve que robarlas. Solo querían darme alimentos pasados, aun sabiendo que predicamos la palabra de Dios.

–Vete de aquí con tus manzanas y no vuelvas nunca más –indicó el maestro. Aquel que hoy roba por mí, mañana terminará robando de mí. (O)

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