Valorar lo que no tiene precio

Por Ángela Marulanda
01 de Mayo de 2016

Qué pesar que hoy en día lo importante dejó de ser primordial y lo trivial es con frecuencia lo más significativo y perseguido. Lo cierto es que, por lo general, ya no vivimos de acuerdo con lo que somos como personas, sino conforme a lo que la publicidad, la moda, las tendencias o los intereses de la sociedad de consumo nos establecen. Y por eso, aunque estamos más cómodos, tenemos más cosas y gozamos de más privilegios y de más oportunidades que nunca, no estamos viviendo más plenos y satisfechos, sino más estresados e inconformes.

Uno de los principales motivos para que nos sintamos tan agobiados son la cantidad de esfuerzos que dedicamos a tratar de parecer más jóvenes, bellos y atractivos. Se trata una lucha en la que invertimos mucho empeño y obtenemos pocos resultados.

Lo triste es que así lo que estamos logrando es perdernos de muchos privilegios y satisfacciones que podríamos estar gozando. Entre las grandes ventajas que nos trae el paso de los años es que, si maduramos, podemos actuar sin temor a lo que piensen y digan los demás porque comprendemos que lo importante es honrar lo que somos como personas y ser capaces de actuar conforme a nuestros criterios y creencias.

Además, la riqueza con que nos engrandecen las experiencias vividas nos permite decir sin miedo lo que pensamos y actuar conforme a nuestras convicciones. Es gracias a la madurez que podemos hacer lo que creemos debido a que sabemos, sin lugar a dudas, qué está bien y qué está mal porque tenemos los criterios para actuar conforme a lo que es justo, correcto y apropiado. Si tenemos esto en cuenta, podremos ver el paso de los años, no como una condena a la decrepitud, sino como un estado en el que podremos disfrutar de la riqueza y valorar profundamente todo lo que no tiene precio, pero sí mucho valor. (O)

www.angelamarulanda.com

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