Si se aburren, se descubren

Por Ángela Marulanda
27 de Noviembre de 2016

Hoy en día, con alguna frecuencia, nuestra capacidad como padres se mide por los esfuerzos que dediquemos a mantener a los hijos cómodos y divertidos o por lo menos ocupados. Como consecuencia, se ha asumido como una obligación propia de ser buenos padres el asegurarnos que ellos estén siempre contentos o por lo menos distraídos.

De ahí que los niños vivan hoy sobrecargados de clases y actividades, y que cuanto minuto les quede libre se conecten a la televisión o la computadora para que los distraiga. Lo que es inexplicable es que, a pesar de todo lo que tienen para divertirse, hoy más que nunca viven inconformes y se quejan de que están aburridos. Se podría pensar que, al vivir entretenidos con el mundo exterior, se sienten solos y vacíos porque no tienen el espacio para enriquecer su mundo interior.

Contrario a lo que podría pensarse, el aburrimiento es benéfico para los hijos. Si bien es cierto que es importante que ellos tengan tiempo para gozar, no menos es que lo tengan para descubrirse. Cuando un niño tiene momentos para estar solo, tranquilo, sin distracciones ni actividades, así se aburra un poco, cuenta con el espacio para soñar, desarrollar su creatividad, dar rienda suelta a su imaginación o expresar artísticamente sus sueños. Sin embargo, en nuestro afán por verlos siempre sonrientes, les estamos enseñando a temerle a la quietud y el silencio, a la vez que evitando que se encuentren, se conozcan y escuchen su corazón, es decir, que desarrollen una rica vida interior.

A medida que nuestros hijos van por la vida haciendo miles de cosas, también debemos de procurar que tengan el espacio para preguntarse quiénes son y para dónde van. Es así como podrán desarrollar la riqueza interior que les permitirá gozar de su existencia y vivir plenos. Es en la soledad donde tienen oportunidad para ponerse en contacto con lo más profundo y bello de sí mismos, es decir el alma, ese entorno donde se gesta la riqueza espiritual y que es la fuente de la verdadera felicidad. (O)

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