Ser padres es todo un desafío
En la gran mayoría de las familias hay hijos que son, por naturaleza, amorosos y colaboradores, mientras que otros suelen ser difíciles, indisciplinados y desafiantes. Sin embargo, todos tienen el potencial de llegar a ser personas correctas, bondadosas y responsables, cuando los padres nos consagramos a formarlos porque no solo los disciplinamos, sino que somos un ejemplo de lo que queremos ver en ellos.
Sin duda algunos hijos son, por lo general, tranquilos y colaboradores, mientras que otros son el polo opuesto, a pesar de que todos se críen en la misma familia. Sin embargo, aquellos que dan más problemas y desafían constantemente la autoridad son usualmente niños que necesitan más límites y menos privilegios, así como sanciones consistentes cuando ignoran las normas de disciplina o hacen caso omiso de nuestras órdenes.
Es cierto que hoy en día formar a los hijos es toda una hazaña porque ellos son menos sumisos y más desafiantes que nunca. Pero el hecho de que estas características ahora sean más frecuentes es, ante todo, el resultado de la creciente cantidad de prerrogativas y consideraciones que hemos decidido darles desde que son pequeños.
A decir verdad, la mayoría de los padres cuyos hijos por lo general se comportan bien no viven pendientes de complacerlos ni de justificar sus errores o de solucionarles sus dificultades, sino que dedican sus esfuerzos a disciplinarlos y a inculcarles sólidos principios morales.
Si bien es cierto que algunos hijos son por naturaleza dóciles y tranquilos, parece que cada vez hay más que desde pequeños son retadores y ponen problemas de toda índole.
Pero lo cierto del caso es que, mientras que los hijos disciplinados y obedientes son una bendición, los niños difíciles y desafiantes son quienes nos obligan a cuestionarnos, a reevaluar nuestras acciones, a dejar la arrogancia y a abrazar la humildad, es decir, a esforzarnos por ser mejores personas. (O)
