Las familias también se reciclan

Por Ángela Marulanda
16 de Marzo de 2014

Entre los múltiples estilos de relaciones de hoy en día, son válidos una diversidad de nuevos tipos de uniones (o desuniones) entre hombres y mujeres.

Además de la familia tradicional formada por un hombre y una mujer unidos por un matrimonio, ahora hay cada vez más “familias” conformadas por personas que no están casadas pero conviven juntas; por padres que viven a ratos juntos y a ratos separados, pero que nunca se divorcian; por individuos casados varias veces y con hijos de varias uniones; y por padres que solo están unidos por contrato civil.

A toda esta diversidad se agrega una nueva modalidad, que llaman “marinovios” y es aquella conformada por dos personas que organizan algo así como un “matrimonio a medias”. Es decir, conviven a medias, son medio novios y medio casados, están medio comprometidos y medio organizados, pero no del todo. Es una modalidad frecuente entre personas divorciadas, en la que ambos residen en su propia casa, pero duermen algunas veces en un mismo lugar y con los hijos del uno o del otro, o de ambos. Es decir, son una familia pero no lo son, y no se sabe ni qué son.

Algunos afirman que esta es una situación ideal, en la que tienen todas las ventajas del matrimonio sin las obligaciones ni tensiones de la convivencia cotidiana entre padrastros e hijastros. Y es posible que tenga ciertas ventajas para los adultos, pero por lo general tiene desventajas para sus hijos. Los niños, aunque no vivan en forma permanente con sus dos padres, necesitan que ambos les garanticen lo que es vital para ellos: estabilidad emocional y afectiva.

El matrimonio representa para los hijos mucho más que la posibilidad de tener un hogar donde sus padres se amen y estén ahí para ellos. Este vínculo es la estructura sobre la que los hijos se construyen y apoyan mientras desarrollan la madurez física, emocional y espiritual para satisfacer por sí mismos sus necesidades afectivas. Y de la fortaleza y estabilidad de la unión entre sus padres depende la solidez de los hijos para avanzar en su crecimiento afectivo hacia una adultez sana y equilibrada, es decir, feliz.

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