La inteligencia y el orden de nacimiento

Por Lenín E. Salmon
06 de Octubre de 2013

La inteligencia tiene dos componentes primordiales:  la herencia y el entorno.  Puesto en términos sencillos, se nace con un potencial intelectual y el ambiente estimula en más o menos grado la madurez, expresión y utilización de dicha capacidad.  Hablando solo de los dos primeros hijos varones, se ha llegado a establecer que dicha influencia ambiental favorece al primogénito, otorgándole una ligera ventaja sobre el  segundo.  Los argumentos a favor de esta posición son convincentes:  el primer hijo tiene la atención exclusiva de sus padres, recibe todos los cuidados y es festejado por cada pequeño logro, que es vivido con mucha satisfacción por sus progenitores, quienes irán explorando el mundo de la paternidad gracias a él.  Es un ser especial sobre quien se crean muchas expectativas (en algunas culturas es el heredero del poder que ejercen sus padres, como sucede en las monarquías).  Esta vida, rica en estímulos,  optimiza su desarrollo intelectual.

El segundo hijo llega a un ambiente que no espera mayores novedades.  No hay suspenso; los padres “ya aprendieron” lo que se debe hacer en cada circunstancia. Incluso la atención que el nuevo niño recibe es compartida con su hermano mayor, quien ya conoce el terreno, y su natural inclinación es actuar como líder (y tiene los recursos:  es más grande, tiene más vocabulario y más acceso a los padres, quienes a menudo le delegan su autoridad). Y no es que los padres menosprecien al menor, pero el mayor seguirá exigiendo su reconocimiento porque seguirá a la vanguardia (casi todo le sucederá primero a él).  De esta competencia por la atención de los padres nace la rivalidad fraterna, que a veces dura toda la vida.  El menor necesita crearse un espacio, y lo intenta siendo más sociable, más deportista, más arriesgado, más rebelde.  Puede que rechace la “intelectualidad” fallando en los estudios y en la disciplina.

Por supuesto que existen excepciones, que dependen de muchos factores.  Lo que hay que evitar es que los hijos sientan que están siendo criados de manera diferente solamente porque uno nació primero.  La estimulación intelectual debe ser similar en ambos casos, tomando en cuenta la realidad y capacidad de cada uno.  Sobre todo, jamás hacer sentir a uno inferior al otro.

lsalmon@gye.satnet.net

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