La gravedad del maltrato emocional

Por Lenín E. Salmon
06 de Diciembre de 2015

En toda clase de relación existe el riesgo de que en determinado momento una de las partes, consciente o inconscientemente, ofenda emocionalmente a otra (su hijo, pareja, compañero de estudios o de trabajo, etc.).

Cuando el agravio sucede involuntariamente, lo apropiado es disculparse, hacer reparaciones y, reconociendo la importancia del tema, cuidarse de no repetirlo. Cuando este comportamiento es intencional y su propósito es tener poder y control sobre la otra persona, se convierte en abuso emocional o psicológico, una seria patología de la personalidad.

El abusivo, por causa de sus propios traumas (frecuentemente haber sido a su vez víctima de abuso), necesita empequeñecer a la otra persona, ya sea menospreciando sus logros, haciéndola objeto de burlas o humillaciones, o mediante amenazas de abandono o contra su integridad física.

El propósito es degradarla. Uno de los medios para hacerla sentir impotente es aislarla de su familia o amistades que le podrían dar apoyo; otro es crear extrema dependencia económica, o quitarle el habla por periodos indefinidos. Con el tiempo puede llegar a hacerla sentir culpable del maltrato recibido (ella lo provoca, se lo merece).

La víctima puede llegar a tal nivel de confusión y desconcierto por este lavado cerebral, que puede terminar dudando de su propia realidad, poniendo en grave riesgo su sanidad mental. Muchas veces el abuso emocional es más dañino y deja huellas más profundas que el físico. Es peor cuando la víctima es un niño, ya que no tiene más referencia que la degradación recibida (que para él es verdad), despreciado, sin autoestima y sin defensas, listo para que el mundo se lo coma vivo.

En muchos hogares el patrón de abuso se ha convertido en un hecho ordinario, cotidiano, cada uno acostumbrado a actuar en su papel, a menudo sin darse cuenta de la anormalidad en que viven. Son familias disfuncionales que necesitan ayuda profesional urgente, tanto individualmente como en grupo.

El pronóstico terapéutico, cuando la intervención es oportuna, por lo general es optimista para las víctimas del abuso. Para el abusivo, en cambio, no es muy positivo: es un camino largo el que hay que recorrer, y cada pequeño avance debe pasar la prueba del tiempo. Irónicamente, el apoyo familiar es esencial para su eventual recuperación. (O)

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