La depresión en la edad madura

Por Lenín E. Salmon
24 de Mayo de 2015

De las múltiples afectaciones que un adulto maduro puede sufrir, la depresión es una de las más dolorosas, no solamente para el paciente en sí, que cada día ve más borrosas sus opciones para seguir adelante, sino también para sus allegados, que miran impotentes cómo se deteriora la calidad de la vida de su ser querido. Es una enfermedad traicionera que casi nunca se presenta de golpe; aparece lentamente, a veces luego de algún evento doloroso (la muerte de alguien cercano, ser confinado a un asilo, temor a la muerte, etc.) y puede confundirse con achaques propios de la edad, ya que las manifestaciones tempranas visibles son alteraciones de los patrones del sueño y de la alimentación. Muchas veces el mismo anciano lo oculta para no causar problemas adicionales a las personas que lo cuidan. Al avanzar la enfermedad se contamina el área social; el paciente se aísla, pudiendo llegar a negarse a hablar, para desesperación de sus allegados. La situación se agrava cuando se descuida la higiene personal, y los movimientos y el habla se vuelven significativamente lentos. En el extremo, el anciano se siente sin ayuda y sin esperanza.

Es una condición mental muy seria que exige la pronta intervención profesional, tanto farmacológica (sobre todo al comienzo) como psicológica. La terapia no solamente debe ser para el anciano; sus familiares íntimos deben desarrollar recursos para entender su mentalidad y llegar a él de una manera positiva, humana y realista. Deben hacerle comprender al paciente que, en efecto, está en la última etapa de su vida (aunque él ya lo sabe) pero que no tiene por qué ser esta una etapa corta ni triste, si existen alternativas. La familia íntima debe estar totalmente dispuesta a apoyarlo, teniendo en cuenta que lo opuesto a depresión es tener alegría, ánimo y optimismo, lo que se puede lograr visitándolo, sacándolo a distraerse, entreteniéndolo en la casa, atendiendo sus necesidades, etc. Es un trabajo que exige mucho amor, paciencia y tolerancia ya que no siempre el anciano será cooperador y agradecido, y más bien puede ser huraño e irritable (también síntomas de la depresión). La familia debe tomar esta experiencia como una extraordinaria oportunidad que la vida les ofrece para demostrar que la caridad empieza por casa. (O)

salmonlenin@yahoo.com

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